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'El Cordero Místico', el valioso retablo de la catedral de San Bavón en Gante, en su nueva vitrina. R. C.
Un redil blindado de 30 millones

Un redil blindado de 30 millones

'El Cordero Místico' de la catedral de Gante, la obra más robada de la historia, se protege con una mampara de vidrio antibalas y acero de seis metros de altura

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Viernes, 26 de marzo 2021, 18:30

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'El políptico de Gante', retablo conocido popularmente como 'El Cordero Místico', una de las cimas de la historia del arte y muy codiciada por los ladrones, está encerrado desde ayer en un blindado redil de vidrio de más de treinta millones de euros. Es la forma de proteger en su nuevo emplazamiento en la catedral de Gante a esta maravilla pintada por los hermanos Van Eyk hace casi seis siglos y que ha sido robada hasta siete veces. Tras una portentosa restauración, luce ahora su pleno esplendor en la Capilla del Sacramento de la catedral de San Bavón de la ciudad belga.

Los cacos que sueñen sustraer 'La adoración del Cordero Místico', título por el que también se conoce el conjunto, se enfrentarán a la vitrina antibalas de seis metros de altura y miles de kilos. La protege también un sofisticado sistema de alarma y otro de aclimatación que garantiza la estabilidad de las centenarias y frágiles tablas que conforman la obra más robada de la historia.

Las dimensiones de la urna protectora son espectaculares y acotan un espacio de más de cien metros cúbicos con una gran estructura de acero y cristal a prueba de balas. Ha costado la friolera de treinta millones de euros, cantidad elevada pero muy inferior al valor del retablo, uno de los grandes referentes culturales de la vieja Europa y para el que el tópico del «valor incalculable» se revela muy apropiado.

Realizada en 1432 por los hermanos Hubert y Jan van Eyck y compuesta por doce paneles pintados por ambos lados, con la icónica tabla de la 'adoración' en el centro, esta joya del arte flamenco fue sustraída siete veces según el cómputo de Noah Charney, autor de 'El ladrón de arte', intriga sobre los robos de obras maestras.

En la segunda mitad del siglo XVI, con Bélgica sumida en sangrientas revueltas religiosas, se disgregaron las doce tablas para protegerlas de la furia de los calvinistas. Una separación que se repetiría en los siglos siguientes para salvaguardarlas de otros avatares de la historia.

Napoleón y Hitler

Las tablas más relevantes del codiciado conjunto acabaron en París como botín de guerra de las campañas napoleónicas. Fueron vendidas y algunas reaparecerían en Berlín. Los acuerdos de Versalles tras la I Guerra Mundial permitieron a Bélgica recuperarlas. Décadas después, en los años treinta del siglo pasado, fue robada la tabla conocida como 'Los jueces justos', que nunca se recuperó. Un tal Arsène Goedertier aseguró conocer su paradero, pero tras anunciarlo juró que se llevaría el secreto a la tumba. Y así fue. Lo que ahora se puede contemplar en esta parte del políptico es una réplica realizada en 1945.

Hitler, como Napoleón, se obsesionó por estas portentosas pinturas y los nazis fueron los últimos en robarlas y esconderlas en una mina de sal. Tras la II Guerra Mundial, los 'Monuments men' recuperaron el conjunto del interior de la mina de Altaussee, el ominoso almacén de Austria donde se ocultaban las obras expoliadas por los nazis.

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