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Puerto de serenidad

Puerto de serenidad

Poesía y periodismo hablaron, con Manuel Alcántara, la misma lengua. Quizá sea la primera vez que un poeta entra en el Parnaso ligero de equipaje con más de diez mil columnas a rastras

Francisco J. Carrillo

Viernes, 19 de abril 2019, 13:03

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La mar tiene su lenguaje propio cargado de misterios insondables. Manuel Alcántara, el gran poeta en la posmodernidad malagueña, que supo saltar de la especificidad de su terraza marina a la universalidad del poema, finalizó aparentemente su travesía cuando en su vista nublada por larga vida, se iban difuminando los pertrechos y los aparejos que hilvanan las palabras de la vis poética y de la incontestable vis del maestro de los ingenios de las columnas de periódicos. Poesía y periodismo hablaron, con él, la misma lengua. Quizá sea la primera vez que un poeta entra en el Parnaso ligero de equipaje con más de diez mil columnas a rastras. La poesía y el periodismo celebran hoy, indisoluble connubium, su llegada al puerto de le serenidad. Fin de la «Travesía» de aquella antología poética, 1955-2004, que, de la mano de Francisco Ruíz Noguera, entró con fuerza en la colección Las 4 Estaciones, de la Fundación Málaga. La incitación a su lectura recapitulativa la personalizó, en un encuentro lúdico, con una dedicatoria de esperanza de futuro: «con mi amistad cada vez más joven». Chicano, testigo, ilustró con sordina dibujada en forma de guitarra y paloma voladora. Y recordé a la «Paloma de rama en rama / llorando desesperada / siempre un puñal en el pecho». (Rafael Alberti). Era un primero de diciembre de dos mil quince. Manuel Alcántara tenía en sí la amistad juvenil de los 86 años. Sí. Con Manolo poeta entra el periodismo en el panteón de las letras ilustres, advirtiendo: «donde más me conozco empiezan mis palabras».

Jóvenes, siempre entusiastas, dimos entrada en el periódico «Signo» (abril 1966) a Manuel Alcántara que acababa de recibir el «Premio Luca de Tena 1965». Ahí le conocí. Sus primeras palabras para el semanario, siempre palabras ponderadas por la emoción, fueron: «escribir es un impulso de amor»; pero matizó:»nombrar las cosas es una forma de poseerlas». Hoy pienso que su motivación encarnada fue el ars amatoria, incluso en el mundo del desamor.

Un día, como prologuista de «Cambio de era», mi libro septuagenario, (también en Las 4 Estaciones», Fundación Málaga y diario SUR/Vocento), sus palabras me incitaron a deducir que todos, él, yo, vosotros y nosotros, todo, «está yéndose o regresando», afirmó en letra escrita. Manolo Alcántara, poeta en primera fila, columnista en primera fila, oficiante de la amistad en primera fila, al instante de irse, ya regresó para emprender una nueva travesía con sus imperecederos escritos sedientos de lectura para conocernos mejor , ¿por qué no?, con la palabra de amor y no de bilis.

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