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Picasso habla en Málaga el lenguaje de los maestros antiguos
El museo del genio pone en diálogo la obra del malagueño con referentes como El Greco y Zurbarán para demostrar su profundo arraigo a la tradición
Cuando Pablo Ruiz Picasso ya era Picasso, cuando ya tenía una fama y un prestigio mundialmente reconocidos, el artista empezó a pintar retratos de hombres ... de otro tiempo. Con más de 80 años, empleó su pincelada absolutamente libre para recrear a personajes ilustres del pasado, con sombrero de mosquetero o ese inmenso cuello a la moda del siglo XVI. Unas obras que cuando se enfrentan a otras de El Greco, de Francisco Pacheco y de Bernardo Lorente descubren una de las grandezas del genio malagueño: «Gran parte de su arte proviene de la tradición y esa es la revelación de esta exposición», sentencia Michael FitzGerald, comisario de 'Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos'.
El Museo Picasso Málaga (MPM) inaugura una pequeña pero potente exposición donde el genio universal dialoga con grandes artistas de hace más de 300 años en una demostración de su «profunda relación» con las raíces. «Su arte realmente viene de España y de la región en la que nació», insistió FitzGerald en una intervención grabada para la presentación. Porque Picasso, como resaltó el director del museo, José Lebrero, pertenece a ese grupo de «hacedores de lo nuevo pero respetuosos con el canon y los valores del pasado», como Stravinsky en la música o James Joyce en la literatura. Él se acerca al arte antiguo de un modo «dinámico», sin la intención de «copiarlo ni doblegarse» a él, sino para aprender. «Siempre le gustó recordar y trabajar sobre la historia», añadió su nieto Bernard Ruiz-Picasso.
Esta es la primera colaboración entre el MPM y el Museo de Bellas Artes de Sevilla, donde el pasado octubre se estrenó esta muestra patrocinada por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso. Si allí el malagueño era el intruso que se colaba en la casa de la pintura barroca andaluza, aquí la sensación es la contraria: son Francisco de Zurbarán, El Greco, Giovanni Battista Caracciolo, Diego Bejarano, Francisco Pacheco, Cornelius Norbertus Gijsbretchs y Bernado Lorente quienes entran por primera vez en la sede de la vanguardia y la modernidad artística.
Siete diálogos
La exposición se articula en torno a siete diálogos, siete ejemplos del vínculo entre artistas aparentemente tan distantes y distintos. En una pared, el emblemático retrato que El Greco hizo a su hijo ('Retrato de Jorge Manuel Theotocópuli'. 1600-1605) aparece flanqueado por dos 'picassos' de clara influencia grequiana. Picasso sentía admiración por él: «Representaba al mismo tiempo las cimas alcanzadas por los maestros españoles y una libertad frente a la tradición que fue su inspiración para crear el cubismo», se lee en la cartela que acompaña a este duelo Picasso 'versus' El Greco.
En 'Busto de hombre' (1970) y 'Cabeza de mosquetero' (1968, cedida por el Museo de Málaga) se distinguen la vestimenta cortesana y la gola que lucían las personas de alto rango social -como el hijo de El Greco- y reflejan el afán experimentador del malagueño ofreciendo dos perspectivas de un retrato: frontal y de perfil. «Picasso se reta técnicamente» tomando como referencia un motivo frecuente del arte antiguo, explica José Lebrero. Lo hace también en el otro 'Busto de hombre' (1970) que se contrapone a 'Retrato del infante don Felipe' (1729-1735) de Bernardo Lorente: comparten la postura erguida, la mirada directa al espectador y el atuendo de varón distinguido, pero Picasso consigue ese efecto a base de brochazos y un rostro indescifrable.
La exposición hace patente la evolución del propio Picasso a través de sus retratos, desde el detallista 'Olga Khokhlova con mantilla' (1917) al rompedor 'Cabeza de hombre' (1971): cincuenta años de diferencia en los que la pintura del genio se transforma radicalmente, pero sin salirse de los cánones de la tradición de la retratística española. 'Retrato de dama y caballero orantes' de Francisco Pacheco intermedia entre ambos para corroborarlo.
La conversación con Zurbarán, por su parte, revela el absoluto dominio de la técnica clásica, de la línea y el color, que tenía el malagueño: 'El niño de la espina' (1645) habla aquí con la definida figura del 'Hombre observando a una mujer dormida' (1922). Picasso buscó también inspiración en las escenas truculentas y dramáticas del arte religioso del Barroco para reflexionar sobre temas de su tiempo, siempre bajo el filtro de su mirada irónica. Sucede en el sacrificio doméstico de 'Naturaleza muerta con gallo y cuchillo' (1947) y en la calavera de 'Composición' (1933), ambas de años próximos a las grandes guerras, donde pinta la muerte como Giovanni Battista Caricciolo hizo en 'Salomé con la cabeza del Bautista' (1630).
El genio universal también le da la vuelta a la tradición solemne y moralizante de la pintura del bodegón convirtiéndola en el 'Restaurante' (1970) en una celebración de los placeres gustativos. A su lado, 'Vanitas' de Cornelius Norbertus Gijsbrechts (1660). Y se deja seducir por la habilidad de los artistas españoles para «engañar a la mente» al estilo de Diego Bejarano en 'Trampantojo' (mediados del XVIII), donde el lienzo se convierte en una tabla de madera en la que se clavan dibujos con un realismo impresionante. Él logró esa impresión en el collage 'Pescado' (1914).
Más de cien mil personas fueron testigos de estos 'Cara a cara' a lo largo de cuatro meses en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Una muestra que pretende ser «interactiva» al permitir al espectador «juzgar por sí mismo» esos lazos artísticos y que ofrece, al mismo tiempo, una nueva perspectiva de los maestros antiguos, los «rebeldes» de su tiempo, una contribución al arte que supo entender Picasso.
Completan esta propuesta un documental de trece minutos sobre la relación de Picasso con los museos, una zona didáctica para profundizar en varios conceptos del arte («El arte es una mentira que nos hace comprender la verdad», como diría Picasso) y un amplio programa de actividades paralelas. «Una exposición histórica», aseguró la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, acompañada en la presentación por una amplia representación institucional encabezada por el consejero de la Presidencia, Elías Bendodo.
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