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Las últimas obras de Picasso muestran la plenitud del artista cuando ya tenía 90 años.

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Las últimas obras de Picasso muestran la plenitud del artista cuando ya tenía 90 años. Salvador Salas

Picasso no se acaba nunca

La nueva colección del museo dedicado al artista en Málaga brinda reveladores hallazgos en la amplia trayectoria del genio

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Martes, 2 de junio 2020

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Hace ya algún tiempo, en realidad más de dos décadas, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Málaga (UMA) Eugenio Carmona escribió un texto titulado 'Picasso después de Picasso'. Reflexionaba el especialista sobre la permanente mutación del artista, sobre su incansable capacidad para mantenerse presente y vigente en los debates de la más rabiosa actualidad plástica, aunque su cuerpo llevara años muerto. Y acto seguido, Carmona ofrecía una clave crucial para vislumbrar las causas de esa permanencia: «Picasso acogió su propia diversidad –su multiplicidad- no como caos sino como verdad íntima del hecho creativo y del propio existir. Quizá este sea el secreto de Picasso. El malagueño definió para el arte el ser de lo moderno y, al mismo tiempo, desde el propio terreno que conquistaba, planteó las bases de su disolución, de su transformación hacia otra cosa que resultó y resulta ser propia del presente, del momento actual. Por eso Picasso sigue vivo. Por eso es un espejo en el que el arte actual sigue mirándose en la búsqueda de su propia imagen».

Un juego de espejos, de relaciones y puentes tendidos ahora en la nueva colección del Museo Picasso Málaga (MPM), que en su sexto montaje de larga estancia sigue planteando reveladores hallazgos en la amplia y proteica trayectoria del artista malagueño a través de obras en muchas ocasiones apenas expuestas. «Picasso no se contradice, se multiplica», brinda el director artístico del MPM, José Lebrero, guía este martes por las salas del Palacio de Buenavista. Lebrero firma junto al profesor de la Universidad de Nueva York Pepe Karmel un recorrido que combina el relato cronológico con la agrupación temática de las obras, cuyas claves ya adelantó SUR hace varias semanas.

Ahora, frente a frente con las obras después de que la inauguración prevista a finales de marzo quedara suspendida por la alerta sanitaria, el museo despliega su nuevo discurso a partir de 120 piezas entre pinturas, esculturas, dibujos y grabados. La propuesta se nutre de manera primordial del conjunto de 162 obras cedidas durante tres años por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA), conjugadas aquí con algunas de las referencias de la colección propia de la pinacoteca.

Con esos mimbres, 'Diálogos con Picasso. Colección 2020-2023' articula a través de las doce salas del museo malagueño una serie de encuentros sugerentes, capaces de arrojar nuevas luces sobre la obra del artista. Da la bienvenida una sala introductoria de marcado corte didáctico, con textos explicativos y varios retratos del autor. Acto seguido, la segunda estancia espera con una de las primeras sorpresas presidiendo la pared del fondo: el tapiz realizado en 1958 que recrea 'Las señoritas de Avignon' pintadas en 1907.

Explica Lebrero que Picasso conservó el telar durante toda su vida y que en ocasiones mostró su fascinación por la manera en la que los artesanos habían modificado los colores, incluso la composición del lienzo original. Pero antes de llegar hasta el tapiz, el MPM brinda una cuidada selección de retratos femeninos, previos, justo, a 'Las señoritas de Avignon'. Brilla la deliciosa 'Cabeza de mujer' realizada el mismo año (1906) que 'Fernande con mantilla' y 'Busto de mujer' que la acompañan en la misma pared. Semblanzas de corte más figurativo que abren el tránsito hacia el cubismo en 'Desnudo de mujer de pie' (1910).

Bodegones y retratos

La tercera sala se centra en los bodegones picassianos y trae uno de los grandes reclamos de la nueva colección del MPM: la escultura 'Copa de absenta' (1914), donde el artista lleva sus indagaciones sobre el collage a las tres dimensiones, pero dando siempre un nuevo giro de tuerca a las investigaciones plásticas. En esta pequeña pieza, Picasso 'secciona' el vaso para mostrar su interior y se anticipa en varias décadas a los 'ready mades' de Marcel Duchamp al incorporar la cuchara y el terrón de azúcar que completaban la consumición de esta bebida en las primeras décadas del siglo pasado.

El nuevo montaje del MPM ofrece uno de sus primeros encuentros felices en el vínculo planteado entre esta 'Copa de absenta' (1914) y la 'Naturaleza muerta con guitarra' (1920) que ahora regresa al museo malagueño y que sirve de gozoso preámbulo a otra pieza que se mantiene en el MPM: 'Las tres Gracias' (1923). El regusto clasicista de esta última brinda un interesante juego de relaciones al ponerla en parentesco con el tapiz de 'Las señoritas de Avignon' de la sala anterior. Y así, el espectador puede alcanzar cómo Picasso abordó el desnudo femenino desde planteamientos no sólo múltiples sino también, en apariencia, incluso antagónicos.

Tensiones y fuerzas en la obra del malagueño que el MPM va desgranando en su nueva colección. Turno ahora para la cuarta sala, donde espera la potente 'Bañista con balón' (1929) para dar cuenta de los años más próximos al surrealismo en la obra del artista. El conflicto personal del autor se combina aquí de nuevo con sus investigaciones formales hasta hacer de nuevo imposible su adscripción monolítica a una corriente o estilo. Porque los ángulos de la bañista conviven aquí con las sinuosas redondeces de las esculturas 'Cabeza de mujer' y 'Cabeza de casco', ambas de 1933.

La disolución de las formas

La figura femenina mantiene su protagonismo en la quinta estancia, centrada en las obras realizadas entre 1927 y 1932 para plantear la «disolución» de las formas de la que habla Karmel. La escultura 'Bañista tendida' (1931) lanza un guiño a 'La siesta' (1932), 'Mujer' (1927) y 'Figura' (1928) hasta desembocar en otra cuestión capital en la obra del malagueño: la revisión de la mitología clásica que toma la sexta sala, a su vez dividida en dos apartados. En el primero de ellos surge el minotauro, alter ego recurrente de Picasso, que de nuevo retuerce los cánones no sólo en la estética, sino en el propio relato para presentar al hombre-toro y a Teseo en la misma figura. Frente a ellos, la carpeta 'Sueño y mentira de Franco' (1937) ofrece los alrededores del 'Guernica' hasta llevar al visitante hasta un conjunto de retratos donde piden una parada detenida 'Hombre con sombrero de paja con cono de helado' (1938) y la singular escultura titulada 'Mujer con follaje' (1934).

Superado el ecuador físico del paseo estalla 'La anatomía del terror', título de la séptima estancia, dedicada a obras fechadas entre 1936 y 1948; es decir, entre la guerra civil española y la segunda guerra mundial. 'Busto de mujer' (1948) y 'Bodegón con jarra, vaso y naranja' (1944) destacan entre las novedades más suculentas de esta sección previa al bestiario picassiano que campa por la octava sala. Aquí dos maquetas de sendas esculturas de gatos sorprenden al espectador junto a las características lechuzas que fascinaron al malagueño y que surgen tanto en piezas de cerámica como en 'Lechuza en la jaula' (1942). Esta última forma un potente trío junto a 'Naturaleza muerta con tres erizos' y 'Búho sobre silla', ambas de 1947.

Gira entonces el paseo de las bestias a los «paisajes carnales» bautizados así por Karmel para dar cuenta de nuevo del desnudo femenino en la obra de madurez de Picasso. Ecos de Lucas Cranach, de Cezanne y Manet, incluso del barroco español, suenan frente a 'Desnudo acostado con gato' (1964), 'Bañista' (1971) y 'Susana y los ancianos' (1955), que regresa al MPM justo en la misma pared donde brilló hace ya algunos años.

Faunos, centauros y otros seres de la mitología mediterránea acompañan al visitante en el tramo final del paseo donde llegan los retratos familiares y las obras seminales de un Picasso anciano, pero rabioso y libre en el uso del color y las texturas. Ahí están 'Torero', 'Cabeza de hombre' y 'Niño con pala', firmadas en los primeros años 70, para dar cuenta del vigor creativo de un artista camino de los 90 años. Un autor en mutación permanente. Porque siempre hay un 'Picasso después de Picasso', como escribía Carmona en aquel texto que abrochaba: «Ante sus amigos y admiradores internacionales, Picasso dejó siempre claro que su talento provenía de su talante y que su talante se endeudaba, indeleblemente, con su origen».

Y ese origen no está en La Coruña, Barcelona o París que, como en la novela de Enrique Vila-Matas, como el propio Picasso, «no se acaba nunca». Ese origen espera en Málaga.

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