Paloma de la Cruz cose en barro el tapete de su abuela Anita
La malagueña, experta en tejer la cerámica, recrea bordados antiguos en una exposición en la Casa Sostoa que remite a los cuidados entre abuelos y nietos
Cuando era niña, su abuela Anita le ponía una lucecita naranja en la habitación para que no tuviera miedo a la oscuridad. Cuando creció, era ... ella la que le encendía a su abuela en el cuarto una luz azul para que descansara tranquila. El círculo de los cuidados. Paloma de la Cruz modela esos recuerdos en su nuevo proyecto, un conjunto de obras tejidas en barro que remiten a su hogar y que ahora toman otro: la Casa Sostoa. La galería de la Carretera de Cádiz, y también residencia de Pedro Alarcón y Cristian Mellado, inaugura 'Y como nunca tuve amores', un homenaje a la matriarca de su familia y, por extensión, a esas mujeres que sacaban adelante a los suyos con sus manos. El título, de hecho, remite a un verso del tango 'Tabernero' con el que Anita brindaba en las celebraciones.
La memoria de su abuela, siempre con un bordado o un remiendo pendiente, impregna toda la exposición. Era la mayor de cuatro hermanas, nacida en Monda en 1922, y desde pequeña se acostumbró a tirar de los suyos. Vivió hasta los 98 años, los últimos ocho en la casa familiar de Paloma de la Cruz, donde le pudo devolver las atenciones que ella le había dedicado en su infancia.
Repartidos entre el comedor y el estudio de Casa Sostoa, están el tapete que cubría su mesa camilla, el camisón que le hizo a su nieta o el pañuelo que siempre llevaba consigo. Lo están a la manera de Paloma de la Cruz, con sus tejidos de cerámica, con esta técnica tan suya que hace parecer tela lo que en realidad es barro. Lo artesanal elevado a arte contemporáneo. Pero aquí, en esta propuesta tan personal, la artista malagueña se sale de su zona de confort: incorpora la luz y va más allá en su afán de coser literalmente el barro.
Casi 300 piezas, todas hechas a mano, todas diferentes, se unen con puntadas de rafia para componer una de las dos obras centrales de la muestra, la que representa a su abuela, inspirada en el bordado del paño que cosió para cubrir su mesa camilla ('Luz de noche para la abuela'). Se disponen en semicírculo alrededor de un flexo azul que potencia la instalación desde dentro. Por la mañana, con la claridad del día, presenta un aspecto más tenue y delicado. Por la noche, cambia totalmente y gana intensidad. Lo mismo sucede con la composición que la representa a ella, la nieta, con los motivos vegetales del camisón que le hizo su abuela y la luz naranja de fondo ('Luz de noche para la nieta'). Preside el estudio, con sus 2,35 centímetros que cuelgan de un hierro de la pared y tocan el suelo, como el faldón de un vestido blanco. Cada uno está una estancia diferente, como representación de la habitación de los cuidados de cada una en diferentes momentos vitales.
«La luz ha sido el auténtico desafío», asegura frente a la obra. Porque la técnica ya la domina, controla a la perfección las formas y los tiempos en el horno de apenas 30 centímetros de diámetro y 40 de alto que tiene en el estudio de su casa de Madrid. Pero la luz cambia radicalmente la obra, le aporta sombras, resalta unas partes y oculta otras, por eso ha invertido horas en elegir el tipo, el tono, la posición… Y el resultado final impacta a primera vista.
El proyecto se completa con una performance y un tema de Bronquio que toma como base una grabación de la abuela
Sobre la estantería del estudio, como un elemento más de la casa, se descubre un pañuelo arrugado con un hermoso bordado. Y, por supuesto, tampoco es tela. Es probablemente la pieza más reconocible del estilo de Paloma de la Cruz, que ha llevado sus paños y ropajes a espacios como el Pompidou de Málaga y la Casa Natal de Picasso.
Por la casa, se distribuyen otros elementos diseñados como recursos para la performance de Delia Boyano que pondrá el broche a la exposición en septiembre: dedales de cerámica y una rodillera a modo de alfiletero. «Mi abuela se clavó una aguja en la pierna de pequeña. Nunca se la quitaron, le tocabas y se notaba», cuenta al explicar el sentido de esa pieza. Paloma de la Cruz se dejará guiar por Delia Boyano en esa acción, donde cada una llevará una rodillera de cerámica y se colocará los dedales para bailar, moverse por la casa y hacerlos sonar con el roce entre ellos.
De fondo se escuchará una canción creada ex profeso por Bronquio, músico y productor jerezano que firmó junto a la cantaora Rocío Márquez uno de los discos más transgresores de los últimos años. En esta ocasión, Bronquio toma como base la voz de la abuela Anita en una grabación antigua cantando por Carlos Gardel. «Era muy fiestera y en todos los eventos siempre ella levantaba la copa y cantaba: 'Como ya no tengo amores, y los que tuve murieron, placer encuentro en el vino que me brinda el tabernero'», dice mientras entona el tango. Su cante se combina con el de la propia Paloma de la Cruz, envueltos ambos de los ritmos electrónicos y atmosféricos que caracterizan a Bronquio.
Con esta exposición, la malagueña regresa a la galería que le dio una de sus primeras oportunidades en 2017, casi recién salida de la universidad. «Desde entonces hasta ahora hay una gran evolución, pero lo maravilloso de Paloma ya estaba ahí desde el principio», asegura Pedro Alarcón.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión