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La cerámica no fue su primera opción; de hecho, nunca se apuntó a esa asignatura en la facultad. Y, sin embargo, el barro es ahora su lenguaje, el elemento que la ha convertido en una artista destacada de su generación. Paloma de la Cruz reinventa la técnica con tejidos de barro que envuelven cuerpos invisibles, piezas de cerámica con texturas, pliegues y hasta movimiento. Ella y su obra 'De aquella masa corporal II' estarán el 10 de abril en 'Rebelión en la Fábrica', la primera exposición efímera de artistas malagueños que organiza el Aula de Cultura de SUR en la Fábrica de Cervezas Victoria, con el patrocinio de Cervezas Victoria y Fundación Unicaja (19.00 horas, entrada libre previa inscripción en forossur@diariosur.es).
–La cerámica no fue tu primera opción, ¿cierto?
–No, cuando empecé en Bellas Artes lo que más me llamaba la atención era la pintura, hasta que descubrí la cerámica en cuarto con Carmen Osuna. Iba a sus clases de oyente porque yo no cogí la asignatura, no sabía que me iba a interesar. Pero otro profesor, Carlos Miranda, me recomendó ir por el proyecto que estaba haciendo. El máster ya sí lo dediqué a buscar un lenguaje propio dentro de la cerámica.
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–¿Y cómo llegas a coser el barro?
–Probando y lanzándome un poco. Al principio empecé con elementos que pertenecen a lo arquitectónico, como las losas de suelo, pero modeladas con apariencia textil. Y luego ya me planteé, ¿qué pasa si eso de verdad tiene cierto movimiento? Fue un proceso de investigación. Yo termino el máster en 2017 y la primera vez que coso la cerámica es en 2021.
–Pero lo cierto es que desde el principio le ves unas características textiles al barro que no tiene de forma natural.
–Sí, eso sí. Realmente son piezas que aluden al cuerpo, pero no de manera literal. O sea, tú no ves el cuerpo presente, pero lo ves a través del textil que ha pasado por el cuerpo. Porque para que eso se haya plegado, ha tenido que pasar un cuerpo por ahí.
–De forma inconsciente, llevabas a la cerámica el mundo de la costura que habías vivido en casa, a través de tu madre y tu abuela.
–Sí, son cosas que te llaman la atención desde pequeña, que siempre han estado ahí. Yo siempre me he comprado ropa que tenía encajitos; y a mi madre y a mi abuela las he visto siempre con los encajes de bolillos. Son cosas que están en tu memoria, en tu retina, y que hasta que no las ejecutas, no las haces conscientes. Por eso yo siempre digo que trabajo de una manera muy visceral.
–Es un trabajo artesanal, pero no es artesanía. ¿Te ha costado que se entienda esa diferencia?
–Creo que no por los circuitos en los que me muevo y porque he tenido la suerte de que he empezado a trabajar la cerámica, de manera totalmente genuina, cuando se ha empezado a poner de moda. Hay mucha cerámica dentro del arte contemporáneo. Y también está muy de moda el arte textil, que proviene igualmente de la artesanía. Al final lo que hago es usar la cerámica como un lenguaje.
–¿Has encontrado tu lenguaje o sigues en la búsqueda?
–Yo quiero pensar que sigo en la búsqueda, porque si no… ya está, ¿no? (risas). Al igual que vamos aprendiendo y que en el lenguaje se agregan expresiones y formas de hablar, también la obra tiene que ir mutando. Por ejemplo, ahora he introducido las performances.
–¿Se te queda corta la cerámica?
–Hablando de cuerpo y espacio, es algo que ha surgido de manera natural. Ha sido una necesidad: necesito hacer una performance con esta pieza. Todos mis proyectos no van a tener ahora una de repente, pero algunas me invitan a desarrollar un discurso con el cuerpo.
–Es curioso cómo en este mundo digital y virtual que vivimos, se ha puesto de moda algo tan tradicional como la cerámica.
–Sí, estamos en una época supertecnológica, pero la gente está en lista de espera para ir a clases de cerámica. Hay una necesidad de hacer cosas con las manos dentro del ser humano, es algo primitivo. Da satisfacción decir «esta taza la he hecho yo». Hay algo satisfactorio en usar las manos que me alegra que no perdamos, que no sea todo digital. Es algo visceral. Para mí tiene mucho sentido hablar de cuerpo y trabajar con el barro, al final esa masa que modelas es como un trozo de carne al que voy dando yo la forma.
–Eres perfeccionista, pero no buscas la perfección en la técnica.
–Soy muy perfeccionista con mi obra, pero no con la técnica, porque si hablo de cuerpo lo interesante es que cada pieza tenga su personalidad. Soy perfeccionista a la hora de la instalación y del resultado. Pero el hecho de no ser ceramista y no conocer la técnica al 100% me permite jugar con ella. Si yo supiese que hay cosas que no se deben hacer, quizás no me hubiera atrevido a experimentar. No he tenido el miedo del ceramista que sabe que si la pones a una cierta temperatura va a salir mal, porque a lo mejor a mí me interesa que le salgan pompas al esmalte porque le da otra factura.
–¿Qué balance haces de tu paso por la Casa Velázquez de Madrid (donde ha desarrollado durante los últimos diez meses una residencia artística de la mano del Ayuntamiento de Málaga)?
–El 28 de mayo inauguramos. Es un balance súper positivo. Solo tener que preocuparte de producir es fantástico. Me ha dado también la posibilidad de expandir la mente porque, al tener un espacio más grande, he podido plantearme una serie de piezas que antes no podía haber hecho por cuestiones de logística. Y luego está la sinergia con compañeros que vienen de otros lugares. Si de Málaga a Madrid cambian los discursos, imagínate de España a Francia.
–Perteneces a una generación que ha crecido con la Málaga de los museos. ¿Influyó en tu formación de alguna manera?
–Sí, totalmente. Quedábamos con los compañeros para ir a ver exposiciones y después hablábamos de lo que habíamos visto. Yo recuerdo ver a artistas que estaba estudiando en ese momento, eso es una suerte. Me da pena que no haya más galería, porque creo que hay artistas y un contexto que podrían invitar a que hubiese más. Pero me siento superorgullosa cuando me preguntan qué pasa en Málaga, porque está saliendo gente superbuena. Y creo que se debe principalmente a la labor de la facultad, de los profesores, porque lo han hecho superbién.
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