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Rocío Molina, en un momento de 'Grito pelao' junto a Silvia Pérez Cruz.

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Rocío Molina, en un momento de 'Grito pelao' junto a Silvia Pérez Cruz. Migue Fernández

Rocío Molina, en estado de gracia

Valiente, atrevida, flamenca y desconcertante. La malagueña baila su embarazo de casi cinco meses rompiendo convencionalismos en el Cervantes

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Miércoles, 8 de agosto 2018, 00:20

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En su barriga y en su danza, manda ella. Rocío Molina baila su embarazo en solitario a su manera, rompiendo convencionalismos, en un 'Grito pelao' por otras formas de maternidad y de flamenco. La danzaora está en estado, sí, pero de gracia. Porque con un «churumbel» de casi cinco meses en su vientre –del tamaño «de un coco»–, sigue siendo ella, la Molina que arriesga y llega hasta el límite, aunque ahora no sea el físico. Valiente, flamenca, atrevida y desconcertante. Ella en estado puro. El Teatro Cervantes se lo agradeció y, lleno hasta la bandera, se puso en pie para despedirla con una de esas ovaciones que indican que aquí ha pasado algo único.

Porque si todo espectáculo en directo es irrepetible, este lo es aún más. 'Grito pelao' durará lo que una gestación, el tiempo que esa barriga que ya se hace notar atrape toda la atención de la escena. Después, Rocío Molina seguirá bailando. Pero no esto, no así.

La malagueña –que se describe como «bailaora y boquerona» nada más empezar– ha aprendido a dosificar su fuerza. Se contiene aunque a veces le pueda la garra flamenca en el taconeo de un taranto o en la intensidad de una soleá. Pero ahora Molina encuentra la energía en el gesto, en el movimiento de las manos, en el baile en el suelo... Sentada en una silla o sobre el agua de una charca instalada en el centro del escenario (abierto al máximo y cubierto de arena). Sin duda, dos momentos cumbres de la obra. El primero, por la velocidad que cogen sus pies sin levantarse del asiento. El segundo, por lo sobrecogedor de la escena, desnuda en cuerpo y alma, rompiendo las aguas ante el público.

Pero el desnudo va aquí mucho más allá que el integral. Molina pone mucho de ella, de su vida, en este canto a la aceptación, a vivir la vida como uno quiere, a ser completa por una misma sin necesidad de un «amor mochilero». El 28 de marzo se sometió al proceso de inseminación que la convertirá en madre a finales de diciembre, pero ese bebé del que se puede ver su ecografía y escuchar sus latidos, ya le ha cambiado. Le ha devuelto la ilusión, pero también le ha llenado de miedos –que no oculta– por ese «hijo sin padre».

Silvia Pérez Cruz.
Silvia Pérez Cruz. Migue Fernández

Un camino que afronta sola, pero con apoyos. Ayer le acompañaba su familia en el patio de butacas y su madre en escena. Lola Cruz, que nunca antes había bailado profesionalmente, lo borda con su naturalidad y su saber estar. Jamás sale de plano, está en todo momento ahí, junto a su hija. Como hacen las madres. Aunque a veces parece que es Rocío quien lleva y dirige sus pasos, es Lola quien le aporta la calma que ahora necesita y la mirada cómplice que Rocío busca a cada instante. Ambas se mueven acariciadas por la voz de Silvia Pérez Cruz, su amiga y la perfecta comadrona de este parto escénico. También la cantante consigue ser ella aunque suene una guitarra flamenca o Molina se marque un taconeo de los que hacen contener la respiración. Por momentos, sin embargo, se intercambian los papeles y Rocío canta y Silvia baila. Una frontera más que se saltan estas dos mujeres que, junto a Carlos Marquerie, firman la dirección artística de la obra.

'Grito pelao' desmitifica la 'dulce espera' y su escuchan palabras como probeta, follar, semen, coño... Desmitifica el flamenco, rebelándose Rocío contra el rol femenino que le impone mover las caderas –ella lo hace «como los hombres», dice– y hasta se coloca una barba por si quedan dudas. Con ella, paradójicamente, las manos toman el protagonismo que normalmente tienen sus pies. Y lo mismo baila al compás de una guitarra que con una distorsión sonora de fondo o a golpe de percusión.

Con una escenografía visualmente muy potente, Molina construye imágenes bellas e inquietantes a partes iguales. Porque así es ella. Así es su arte.

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