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Pocos artistas generan reacciones tan encontradas. Maluma, o gusta o se detesta. Sin término medio. En plena polémica por sus controvertidas letras, anoche le tocaba levantar la voz –y de qué manera– al primer grupo, a esa legión de seguidores que enloquece con cada movimiento del ídolo latino y corea hasta el último verso. El Auditorio Municipal de Málaga rozó el 'sold out', casi 7.000 personas dispuestas a demostrarle su apoyo (un aforo reducido por las dimensiones del escenario). Y el colombiano les dio lo que querían, una batería de canciones pegadizas, mil veces escuchadas en todas las plataformas posibles, interpretadas a golpe de cadera y con una potente puesta en escenas: audiovisuales, efectos de humo y fuego y ocho despampanantes bailarinas. Ni un solo bailarín. Y todo ello sin despeinarse, con gafas de sol y con esa pose de tipo de duro que siempre sale ganando, le pese a quien le pese. Como el guaperas rebelde de la pandilla que a todas encandila. Y ahí reside su éxito.
«¿Qué por qué me gusta? ¡Es muy guapo!», repetían sus fans. «Es la música que se lleva, está en todas partes», apuntaban otras. Algunas admitían que era mejor no reparar en lo que decía, pero la inmensa mayoría salía en su defensa: «El machismo está en el resto de la sociedad que aún no entiende que las mujeres podemos hacer lo que nos dé la gana».
En el centro del debate no está el reguetón, un ritmo con más historia de lo que muchos creen, que engancha, divierte e invita a bailar. Lo cuestionable son sus letras, frases que banalizan al extremo las relaciones sexuales y que –como han denunciado diversos colectivos– 'cosifican' a la mujer, que suspira por un beso del 'pretty-dirty boy'. Una de sus fans se lo llevó. Invitada a subir al escenario, Maluma le dedicó sentado en su regazo 'El perdedor' a voz y guitarra, para terminar plantándole un beso. «Creo que las mujeres más guapas están en Málaga», dijo.
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Para un adulto, escucharle entretiene, imposible no saberse sus letras, y hasta provoca una sonrisa. Ya sabe de sobra cómo va esto del chico conoce a chica y que no todo (o casi nada) es como se canta. Pero en la cabeza de un adolescente en pleno descubrimiento de su cuerpo y del sexo, la cosa cambia. Y el concierto estaba plagado de ellos, muchos menores de edad. A base de repetirlo quizás ellas empiecen a no ver tan extraño que te compartan con otras 'tres babys' («Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo. Ninguna me pone pero» canta en 'Cuatro babys'), que haya que beber para desinhibirse («Te dije mami, tómate un trago y cuando estés borracha pa mi casa nos vamos», en 'Borro cassette') o que si no es contigo será con otra, lo mismo da («Si conmigo te quedas. O con otro tú te vas. No me importa un carajo. Porque sé que volverás», entona en 'Felices los 4'). Todas se bailaron y aplaudieron anoche.
El comienzo del concierto fue una declaración de intenciones. A Maluma la crítica le 'pone' tanto como el halago. Sonó '23': «Unos me lo maman, otros me difaman; mientras las gatas me pagan pa' hacerles conciertos privados en su cama. Hablan de mí, buscando fama». Le siguieron 'Corazón', 'Venta pa'ca', 'Clandestino' y, por supuesto, 'Mala mía': «Así es mi vida, es solo mía. No importan lo que digan. En el fondo me quieren y por eso me imitan». Maluma gusta y se gusta, no cabe duda.
También tuvo su momento sensible, cuando se emocionó cantando 'Marinero', su canción favorita del último disco, con la que agradeció el «cariño y el amor» del público español. También tiene letras románticas, sin más. Pero lo que calentaba al Auditorio eran bombazos (con los que todo retumbaba) como 'El préstamo', 'Borro cassette', 'Cuatro babys'… Con ellas 'Maluma baby', su grito de guerra, triunfó en Málaga. Consiguió animar a su público, en el bolsillo desde el minuto uno, y hacerles pasar una noche divertida sin parar de bailar. Diga lo que diga. Y digan lo que digan.
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