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La noche del sábado el Auditorio de la cantera de Nagüeles lucía lleno hasta los topes, y es ya la cuarta vez que Starlite se marca este tanto. Las gradas estaban ocupadas por un ejército ecléctico aunque mayoritariamente femenino que se mezclaba con la farándula habitual, todos encantados de estar allí, acomodándose en sus asientos pero conscientes de que durarían poco rato sentados. Un enorme telón cubría el escenario con la imagen de Maluma, el título del disco y de la gira '11:11', y ese ritmo mecánico que ya no se nos despegaría en toda la noche.
Tras quince minutos que el público aprovechó para aclimatarse, las luces se apagaron y sonó 'Dirty Diana' de Michael Jackson, que es la canción elegida para abrir los conciertos de esta gira. La elección no es casual. Si el Rey del Pop alzó la música negra al 'mainstream', Maluma se designa como el encargado de hacer lo propio con el reguetón. La música que sale de los guetos latinos está dispuesta a dominar el mundo y sus seguidores se cuentan por millones, por más que incordie a un sector de la crítica musical o a lo que las clases dominantes entienden por buen gusto. Maluma, que según dos chicas que estaban sentadas detrás de este redactor «está para ponerle un piso», tomó el escenario con fuerza y dispuesto a «darle un pedacito a cada nena». El eslogan 'Maluma baby' se ha convertido en su grito de guerra a la altura del 'It's Britney, bitch'.
Empezó con 'Mala Mía' y siguió con 'Corazón'. Sobre el escenario, un buen puñado de músicos, coristas y la portentosa presencia de doce bailarinas capaces de catapultar una inmobiliaria. El impresionante montaje audiovisual ayudó a subir la temperatura junto a una presencia protagonista del láser, humo, chispas y unas pantallas de una definición suficiente como para que el sudor del colombiano se viera en su cara como si fuera purpurina. No todo fue tan bonito, porque primero hubo que pasar el shock de ver a este 'sex symbol' vestido como un operario de pista de un aeropuerto. Luego, para alivio de nuestras retinas, hubo cambios de vestuario pero el flúor fue parte indisoluble de su descaro.
Con un artista tan dado a emprender colaboraciones, cayeron versiones completas de 'Vente pa'ca' de Ricky Martin, de 'Chantaje' de Shakira o de 'X' que firmó junto a Nicky Jam y J Balvin además de su baladón con Carol G, 'Créeme', que fue una de las pocas concesiones a la lentitud en un espectáculo que mezcla la música electrónica con ritmos urbanos. Se trataba del último concierto de su gira europea («ya tengo ganas de ir a mi casa y ver a mis perritos y a mis caballos») y quizá el agotamiento se notó por algunos momentos en su voz, pero el impresionante montaje de luces y un sonido impecable en agudos y graves disimuló cualquier tipo de carencia. Preguntó como siempre «dónde están las mamacitas solteras» pero a cambio nos ahorró el bochorno de subir a una fan al escenario para dejarse manosear. Cayeron sus canciones más icónicas como 'Hola Señorita', la polémica 'Cuatro Babys' y por supuesto 'Felices los 4', supuesto himno poliamoroso, que vino extendida y con un ritmo salsero tan irresistible, al parecer, como todo lo que Maluma toca.
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