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Luis Miguel, durante su actuación en Starlite.

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Luis Miguel, durante su actuación en Starlite. Josele-Lanza -

Luis Miguel: el Sol de América vuelve a calentar Marbella

El cantante llenó el auditorio del Starlite en una noche larga mancillada por los problemas de organización

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Jueves, 12 de julio 2018, 17:12

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Como un Ave Fénix que emerge de las profundidades de una playa de Acapulco, Luis Miguel llegó a Marbella resucitado por el fenómeno que está generando la serie que Netflix está emitiendo sobre su vida. Parece que van quedando atrás los continuos rumores sobre su salud, los directos erráticos y la imagen de artista solo apto para la más rancia melancolía. El miércoles no cabía un alma en la cantera de Marbella y el variadísimo público disfrutó de más de dos horas y media de concierto para dar la bienvenida a la quinta edición del festival Starlite, pero también sufrió incomodidades provocadas por cierto descontrol organizativo y por falta de previsión.

El milagro de la supervivencia

Como marcan los cánones de las grandes divas de la música, Luis Miguel salió al escenario con unos 40 minutos de retraso en el que la gente se entretuvo viendo a los famosos que pululaban por el recinto. Poco después, advertiríamos que la espera sería recompensada con creces gracias a un repertorio generoso y a la frenética presencia del Sol de América, que lucía algo más delgado de lo habitual, con un traje a medida y un moreno radical matizado por unos dientes deslumbrantes y por una tez estirada cual sábana que dejaban ver que, a sus 48 años, el cantante ha sobrevivido al éxito infantil, a un padre diabólico, a los excesos y a sí mismo, que no son poca cosa.

El concierto comenzó con una sucesión de éxitos que ilustraban un proceso de maduración mediante el cual las canciones que un día sonaron a Disney ahora saben a tequila. El sonido fue espectacular gracias a una orquesta formada por una decena de músicos excelentes. Resultaba impresionante comprobar cómo Luis Miguel conserva su presencia escénica y una potencia vocal que permitía escuchar sus agudos con nitidez aunque alejara el micrófono hasta la altura de sus rodillas. Empezó con 'Si te vas', luego vinieron 'Tú solo tú' o 'Devuélveme el amor'. El primer 'medley' de la noche vino con la fusión entre 'Por debajo de la mesa' y 'No sé tú', especialmente celebradas junto a los pases de 'La incondicional' o 'Tengo todo excepto a ti', ambas dentro de sendos bloques de remezcla. El astro apenas paró quieto durante todo el recital, no dejó de sonreír y se mostró muy comunicativo aunque para ello apenas hicieran falta más palabras que las letras de 'Culpable o no', 'Te necesito', y de su repertorio clásico revisitado con canciones como 'Reloj' o 'La mentira', esta última interpretada con un piano junto a 'Contigo en la distancia', todo esto coreado por el público.

Mariachis y confeti

Cuando los más pesimistas pensaban que el concierto rozaba el final, dimos paso al aterrizaje de 14 mariachis que recordaron que estábamos en una gira de un disco de rancheras, 'México por siempre', y que nos introdujo sin remedio en una verdadera fiesta azteca. A Luis Miguel se le veía cada vez más cerca del éxtasis y, después de varias rancheras improvisadas, la orquesta volvió para regalarnos otra tanda de canciones como 'La bikina' y un caluroso final con 'Los muchachos de hoy' y 'Cuando calienta el sol', con lluvia de confeti. Luis Miguel, ya en camiseta y chaleco, parecía no querer irse y se dedicó a recoger y a repartir flores blancas. Había chicos de veinte años llorando junto a señoras que un día fueron niñas y que se acercaban a los pies del artista para tocarle la mano y lanzarle besos que fueron recogidos como un coleccionista que, ahora lo sabemos, parece tener mucha energía para dar y tomar.

Problemas de organización

Lo que debía ser una cita musical para el recuerdo se vio truncada por problemas de organización que fueron acusados desde el principio. Después de superar un atasco de unos 45 minutos, el selecto público asistente tuvo que aguardar colas para ir al baño, acceder al auditorio y para pedir comida y bebidas a precio de oro. Hubo que sortear un enigmático olor a estiércol y, lo que es peor y más peligroso, padecer un colapso humano de más de media hora para salir del recinto en autobús. La sensación de sentirse atrapado en el lugar se vería enriquecida después con la imagen de señoras en Chanel andando desesperadas por el descampado que hace las veces de aparcamiento. La organización de Starlite debe tomar nota de estas circunstancias si quiere seguir ofreciendo la experiencia de exclusividad y lujo que sugiere el precio de su entrada.

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