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- El grupo británico Judas Priest, durante su actuación en la segunda edición del Download Festival que se celebra en los exteriores de la Caja Mágica de Madrid. Víctor Lerena (Efe)
Judas Priest y Ozzy Osbourne cierran un gran Download entre dioses y demonios

Judas Priest y Ozzy Osbourne cierran un gran Download entre dioses y demonios

Por el escenario también ha aparecido Glenn Tipton, forzosamente apartado de esta gira por el párkinson

Javier Herrero (Efe)

Madrid

Domingo, 1 de julio 2018, 01:15

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'Dioses del metal' como Judas Priest y 'príncipes de las tinieblas' como Ozzy Osbourne han incendiado la tercera y última jornada del segundo Download Festival madrileño, la de reclamos más veteranos y probablemente la mejor, con el carisma que solo las leyendas vivientes atesoran.

Ellos han arrastrado hasta aquí a 36.000 personas, el máximo de esta edición, que ha cerrado sus puertas por encima de los 105.000 visitantes y con un buen sabor de boca, que no de olfato, de nuevo por culpa del hedor procedente de una planta de aguas residuales.

De la oferta de esta jornada, que ha abierto entre otros con los estadounidenses Shinedown, la primera propuesta llamativa y capaz de hacer frente al reclamo paralelo de los octavos de final del Mundial de Rusia ha corrido a cargo de los carismáticos The Hellacopters, en su primera visita en una década a Madrid.

Recuperados para la escena rock mundial tras un largo paréntesis de 8 años entre su disolución en 2008 y su retorno a la actividad, los suecos fueron los últimos grandes confirmados de esta edición y su hard rock guitarrero, sucio y muy vívido no ha pasado desapercibido para el gran público, que lo ha aplaudido como uno de los mejores del día.

A la misma hora, además de partidos de fútbol, había una tercera opción para contentar los paladares ávidos de descubrimientos, la del 'metalcore' salpicado de electrónica de los japoneses Crossfaith, una de las propuestas más jóvenes y actuales de la jornada.

De vuelta al escenario principal, ha llegado el turno de los daneses Volbeat, nacidos de las cenizas de una banda de 'death metal', detalle sorprendente dado su gusto actual por combinar 'heavy metal' y 'punk' con 'rockabilly', 'rock and roll' y querencia por la 'power ballad'. En su actuación, muy accesible para el oyente ajeno a los géneros más duros y centrada en su último trabajo, 'Seal The Deal & Let's Boogie' (2016), no ha faltado ni su versión del clasico 'I Only Want to Be with You', ni un pequeño guiño al 'Ring of fire' de Johnny Cash ni un homenaje a Vinnie Paul, el histórico batería de Pantera fallecido inesperadamente a los 54 años.

Justo después, con un show algo más breve que el ofrecido hace dos días en Bilbao, Judas Priest ha vuelto a la región tres años después de su actuación en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid. A diferencia de otros, no hablan de despedidas estos veteranos obreros del metal que empezaron a repicar sus instrumentos en 1969 y que este mismo año publicaron un nuevo disco, 'Firepower', con cuyo corte titular ha abierto su espectáculo de forma incendiaria.

El repertorio, no obstante, ha estado trufado de los clásicos que los convirtieron en imprescindibles del género entre los años 70 y los 80, como 'The ripper', 'Sinner', 'Grinder' o, ya hacia el final, 'Hell Bent For Leather'. Entre medias, con unos graves y un volumen criminales que hacían vibrar el pecho del más indolente, han sonado cañonazos como 'Bloodstone' o 'Turbo lover' que han hecho menear las cabezas incluso de los sanitarios del festival.

No queda nadie de la formación original, pero casi, y ahí aguantan aún el tipo tanto Ian Hill (bajo) como Rob Haltford, con canas, más chaquetas que una vedette (entre ellas una de cuero plateado) y bastante más voz y actitud que la que mostró Axl Rose ayer mismo en este recinto con 10 años menos.

Por el escenario también ha aparecido Glenn Tipton, forzosamente apartado de esta gira por el párkinson, lo que no ha impedido que se uniera a la banda en los bises, entre el reconocimiento unánime del público por su esfuerzo. Así han acometido el final acostumbrado con 'Metal Gods', 'Breaking the Law' y 'Living After Midnight' para demostrar, como indican esos títulos capitales de su obra, que hay «vida más allá de la medianoche» para estos 'dioses del metal'.

Había que ceder el testigo al otro gran nombre del cartel, Ozzy Osbourne, de nuevo a solas, tras el último disco que publicó junto a Black Sabbath hace 5 años, '13', y comprobar en qué estado musical se encuentra una de las figuras más controvertidas, castigadas y a la vez influyentes del rock global. «¡Ozzy! ¡Ozzy!», exclamaba una audiencia entregada, incluido el vocalista de Hellacopters, después de un vídeo introductorio que narraba su conversión de pequeño querubín a príncipe de las tinieblas, irrumpiendo entonces en el escenario algo enjuto pero animoso, embutido en una camiseta que no ocultaba sus kilos de más y que lucía su animal totémico, el murciélago.

Que a nadie le engañe su psicomotricidad caricaturesca. Osbourne, que ha sido adicto a prácticamente todo en esta vida, es un milagro de la vida, o de la muerte, y desde esa óptica ha provocado adhesiones desde que ha clamado su habitual «Can you hear me?».

Sobre todo, no va falto de voz y lo acompaña una banda que respalda maravillosamente, como el guitarrista bárbaro en aspecto y destreza Zakk Wylde, quien se ha marcado un solo de más de 15 minutos, rasgando las cuerdas hasta con la barba, con el que no solo ha engordado la duración del concierto, sino también su carácter de show hasta prácticamente robarlo.

Para el anecdotario extramusical quedará también el cubo de agua que se ha arrojado Osbourne encima, una nimiedad ahora que ha dejado de zamparse mamíferos sobre las tablas, así como la gigantesca cruz de leds ante la que ha desgranado cortes como el inicial 'Bark at the moon', 'No more tears' o 'I don't want to change the world'.

«Hacemos una cosa, si os volvéis muy locos, toco dos canciones más en lugar de una», ha prometido antes de acometer 'Crazy train' y, en deuda con el público por su entrega, tanto 'Mama, I'm coming home' como el 'hit' de Black Sabbath 'Paranoid', dejando así entornadas una vez más las puertas del infierno.

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