Del Albaicín a Marte pasando por Cádiz: María del Tango y su fuego flamenco
La Molinera de Caniles entrega su alma en Sala Marte presentando Los Caminos del Corazón, la primera gira en solitario de esta flamenca entre dos mundos. Tradición y experimentación vanguardista recibieron abrazadas el desgarro de la vida, de lo humano y lo divino, bombeando luz a borbotones
Sebastián Arteaga
Domingo, 7 de diciembre 2025, 09:13
Que en ocasiones se producen situaciones dignas de película o de relato es algo que ya nadie duda a estas alturas, dados los peregrinos tiempos ... que nos ha tocado vivir, en los que parecemos estar curados de espanto. La ironía, no obstante, regala a veces poesía para quien agudice la percepción. Y es que no pudo ser otro día sino en el deseado «puente de la Constitución», cuando una artista que vive en Cádiz precisamente constituyera un puente que alegró el corazón de muchos. Fruto del azar, sí, pero también de la magia de María Esperanza García Martínez, de María del Tango. Un hada. También una bruja. De seguro, un bellísimo embrujo.
Decía Kandinsky que la música es el arte que de forma más directa toca las cuerdas del alma humana. Pero cuando ésta se crea y aprende desde la total libertad, alejada del excesivo ruido de la maquinaria economicista y la estrategia empresarial de sal gorda, su esencia y verdad permanecen intactas. Y es eso precisamente lo que consigue María del Tango y su banda. En cada sonido hay un homenaje y respeto a la calle, al pueblo llano, al más puro sentimiento, venga de la alegría o la pena, la plenitud o la pérdida, la certeza o la duda. María domina ese fuego caminando sobre las ascuas de la ortodoxia en forma de saetas, soleares, alegrías, pero también de la rumba, el pasodoble, el pop y la electrónica.
María comienza por soleares, sentada junto a la excelentísima guitarra de Pablo Heredia. Llega también el aroma de 'Nuevo Día' de Lole y Manuel. La sala está casi a oscuras y la atmósfera invita al recogimiento, a lo familiar. Ella porta una corona reluciente, y un bastón que la convierte en la matriarca que protege a los suyos. Nos mira con los ojos de quien sabe lo que hay dentro de cada uno. Magnetismo y misticismo zíngaro, tribal y arquetípico por partes iguales. Advierte con cierta dulzura que ella canta con el alma. Nadie lo duda, desde luego. Ni los alemanes que sostenían su cerveza, ni las jóvenes que tomaban vino bailando en la primera fila. Tampoco las personas mayores, ni el par de niños que allí estaban. Comunión es la palabra.
¡Hágase la luz! Así como la heterodoxia folclórica, pues es momento de dar la bienvenida a la batería y el teclado, mientras María saludaba a la audiencia con un cariño inolvidable. «¡Ole los valientes! Gracias por darle sentido a esto», expresaba entre los aplausos de toda la sala. «Vamos a pasarlo bien, que a eso hemos venío'».
Dos invitados de excepción
Esta juerga flamenca alrededor de la hoguera tuvo dos invitados de excepción. Por un lado, Bachi demostró un virtuosismo con el bajo tal que la propia María no podía dejar de sonreír y bailar al son de su melodía, que se adaptaba como un guante –o sus tatuajes– a su espectacular voz. El impacto y seguridad de su cante rezuma una dedicación obsesiva al estudio de diferentes palos, evidencia del amor y respeto sagrados que María tiene por el flamenco. «Me quiero morir cantando», sentenciaba antes de cantar 'Versos Olvidados', junto a la emotiva 'Mi Estrella', tratando la pérdida desde una visión iluminadora, desde el continuo acompañamiento y rendir culto a nuestros seres queridos. Una cosa es morir, y otra desaparecer, pues la diferencia es abismal. Ella lo sabe y nosotros lo sabemos.
La bailaora originaria del Arroyo de la Miel, Carmen Beltrán, acompañó a la banda y a María del Tango colocando el broche de oro a esta extraordinaria juntera. La potencia y aura de cada uno de sus movimientos desde ese vestido rojo flamígero, junto a la voz y presencia de María, más el sonido de la guitarra, bajo y teclado, hicieron de temas como 'Soleá de la Otra Orilla' o 'Andalusí' una auténtica catarsis colectiva. Arriba el arte mayor, el 'break-beat' y todas 'Las Molineras'.
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