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Francisco Griñán
Viernes, 20 de febrero 2015, 01:00
Nunca ha pisado un conservatorio. Ni se ha pasado horas haciendo escalas. Pero la música suena en su cabeza. De pequeño hacía los deberes corriendo porque, si terminaba antes de la hora, la profesora le dejaba sacar su órgano Casio PT-1 y ponerse a tocar. Fueron sus primeros conciertos, interpretando composiciones propias y adaptaciones de bandas sonoras, como la de la serie Norte y Sur. «Mis compañeros se me quedaban mirando y callados», recuerda Roberto Herruzo (Málaga, 1977), que sigue igual que entonces. Componiendo y tocando. Aunque lo que ha cambiado son los instrumentos. Ya no los compra, como aquel Casio de juguete al que le sacó tanto partido. Ahora los construye. Con la vajilla de su abuela montó un sonoro idiófono, con unos tubos de obra y una chancla se fabricó lo que denomina un traquetófono de percusión, con barras de aluminio improvisó un xilófono y de un monopatín roto sacó una guitarra eléctrica. El último invento también va sobre ruedas. Es una bici-arpa en la que igual va a hacer un recado que le sirve de para dar un concierto en plena calle.
Si con su I+D aplicado a la música Herruzo siempre se ha ganado la complicidad de su público, con su último invento ha desatado auténticas pasiones. «No había tocado un arpa en mi vida, pero le conté mi proyecto de crear este instrumento a partir de una bicicleta vieja a Ariel Cruz, que tiene un taller, y nos pusimos manos a la obra», señala el músico que explica que tardaron dos meses en completar el arpa rodante que también incluye una flauta en el manillar y percusión en las ruedas.
Viendo y, sobre todo, escuchando la música que brota de las manos de Roberto Herruzo se entiende que lo de músico total se acuño para definir a este artista que todos los días dedica horas a crear, componer y «avanzar». «Es un trabajo lento porque tengo que construir los instrumentos, aprender a tocarlos, componer con ellos y ensayar mucho para que suenen bien en directo», explica este autor al que es difícil pillar sin algo en las manos.
Su último juguete, es una baglama, un laud turco. Se va a buscarlo y vuelve con el instrumento. Se lo acomoda y comienza a rasgar las cuerdas, pero la música no suena oriental, sino de aquí cerca. Sonido flamenco por tango y por bulerías. «¿Mi estilo? No sé, no tengo ni idea. Últimamente me gusta la música de la India y hago una especie de raga adaptado. Cuando me escuchan los gitanos me dicen que les suena a flamenco, mientras que otras personas me dicen que lo indentifican con el jazz, pero eso son palabras mayores», comenta Roberto Herruzo, cuya casa-estudio en El Sexmo es también un museo de instrumentos. «Lo último que me han dejado es este contrabajo», explica mientras abraza con cariño el violón y lo toca con una soltura que hace dudar de sus palabras. «Es que sobre todo soy guitarrista y todo lo que tiene cuerdas se parece mucho», dice como buscando una explicación a la soltura con la que se maneja.
Del lado oscuro a la música
De las manos de Herruzo sale talento. No solo para tocar lo que se le ponga por delante, sino también para crear instrumentos impensables. Una afición que le viene de 2005 y que se transformó en su día a día después de ganar en 2007 el Festival Mundial de Músicas Minúsculas, que organizó el presentador de El hormiguero, Pablo Motos. Acompañadodo de Alexander Pantchenko se plantaron en Madrid con instrumentos nada convencionales como una puerta, cuchillos de cocina, un tonel metálico con líquido refrigerante, un tubo de cobre, unos vasos de cristal con agua, una palangana y una raqueta de tenis. «Nos lo llevamos del tirón», recuerda con emoción el luthier, compositor e intérprete que no cree que lo suyo sea talento, sino «simplemente trabajo».
Lo cierto es que este músico total ha despertado la atención de muchos. Y como a sus últimos instrumentos, le va sobre ruedas. Acaba de ponerle música a los ingredientes del último perfume de Hugo Boss en una multitudinaria presentación en Madrid, la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) lo ha convertido en la imagen de su nueva campaña de emprendimiento y, además, ha protagonizado el documental Banda Sonora Original, dirigida por Hipólito Vidal y que se ha presentado al Festival de Málaga Cine Español.
El filme muestra cómo siente la música Roberto Herruzo, que confiesa que a los 15 años «podría haber tirado para el lado oscuro, pero la guitarra me salvó la vida». Entonces se levanta, coge un trozo de cerámica con una inscripción y vuelve. «El día que mi padre me regaló esto, me hizo llorar», asegura sin ocultar la emoción que le produce leer el mensaje que también lleva «tatuado en la cabeza»: «Quien ama la música, ama la vida».
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