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José Mercé es uno de los cantaores de renombre que visitan este verano la provincia.
Los festivales cambian el compás

Los festivales cambian el compás

Las noches grandes del flamenco evolucionan hacia formatos más cortos y con menos nombres en cartel. Obligan los gustos actuales y también los presupuestos

Regina Sotorrío

Domingo, 29 de junio 2014, 04:32

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Hace no mucho el aficionado se jactaba de regresar a casa con el sol dándole bien fuerte en la espalda. Los más veteranos recuerdan acabar la fiesta rozando las once de la mañana... ¡desde las once de la noche! Cuanto más tarde, mejor. Eso daba categoría al evento. Pero los tiempos cambian y los festivales flamencos también. Las noches grandes del arte jondo evolucionan hacia formatos más breves, con menos nombres en cartel y con un regreso a la ortodoxia del cante. Obligan los gustos actuales... y también los números. Los festivales flamencos resisten en el calendario del verano malagueño con la mitad del presupuesto que en sus buenos años y sin las figuras más mediáticas del circuito. Pese a todo, esta temporada pasarán por la provincia José Mercé (Alcaucín, Ronda), Marina Heredia (Ronda, San Pedro Alcántara), Esperanza Fernández (Casabermeja), Estrella Morente (Ojén), Arcángel (Ojén) y El Cabrero (El Burgo).

Cuentan los expertos que Málaga llegó a ser la provincia con más festivales flamencos al calor del verano. A finales de los 60 y a lo largo de los 70, se multiplicaron los eventos en cada pueblo de la Costa o de la Serranía. De hecho, los más longevos cumplen 46 ediciones y son muchos los que superan la treintena. Los más jóvenes están próximos ya a la mayoría de edad. Ha sido desde hace décadas la fiesta mayor de los municipios y todos los grandes del arte jondo se han subido a esos escenarios enclavados en la plaza de la iglesia, frente al ayuntamiento o al lado de la muralla histórica. Hoy continúan desde Rincón de la Victoria hasta San Pedro Alcántara, desde Ronda hasta Canillas de Aceituno, en Antequera y en Guaro. No desaparecen pese a las dificultades, siguen prácticamente los mismos que entonces aunque recortados, pero no se incorpora ninguno nuevo a la agenda.Así las cosas, Sevilla y Córdoba han tomado la delantera en número de eventos.

Financiados en su mayoría por los ayuntamientos, con la colaboración de la Diputación (que da ayudas y cede artistas), la Junta de Andalucía (que abre una convocatoria anual de subvenciones) y en algunos casos con el patrocinio de una entidad bancaria, detrás de cada festival flamenco hay una peña que trabaja durante meses para confeccionar el mejor cartel y dar más por menos. No se han librado del tijeretazo, que en la mayoría de los casos ha dejado a la mitad los presupuestos. Así por ejemplo Casabermeja, una de las citas más veteranas de la agenda, destina 30.000 euros a su encuentro flamenco con cinco cantaores, baile y toque. Hace unos años, sin embargo, se podían permitir pagar cachés de hasta 18.000 euros a un solo artista. Era lo normal, «pero hoy es inviable», apunta el alcalde Antonio Domínguez.

Se aprietan el cinturón los grandes y también los modestos. Para Cartaojal, el festival es la principal actividad cultural del verano. Como anejo de Antequera con algo más de mil habitantes, supone un foco de atracción para vecinos de zonas cercanas y un empujón para su hostelería. Allí recuerdan que hace más de una década un joven Miguel Poveda actuó casi «por un puñado de higos, como se suele decir», rememora José Pozo, presidente de la peña flamenca del pueblo. Algunas ediciones el coste de la producción ha rondado los 20.000 euros, hoy lo hacen todo hasta el poner y quitar sillas por 3.000. «¿Alguien da más?», ironiza Pozo.

Otros como Ronda, el hermano mayor de los festivales con 45 ediciones a sus espaldas, se mantiene sin muchos cambios, con alrededor de 40.000 euros con los que acerca a Málaga a pesos pesados del cante como José Mercé y Marina Heredia. «Hemos recortado las partidas en muchas otras cosas, pero no en el Cante Grande», asegura el concejal de Fiestas de Ronda, Vicente Becerra, que recuerda que el certamen tiene el patrocinio de la Fundación Unicaja Ronda. Desde Espectáculos Rosa, promotora de varios certámenes en la provincia, hacen hincapié además en que cada festival genera numerosos puestos de trabajo entre personal técnico, de seguridad, montaje, servicios de catering, alquiler de sillas, carpas...

Los festivales flamencos se hacen por mucho menos, pero también los artistas han reducido considerablemente sus cachés. «Y eso hace que se mantenga una calidad importante en nuestra Noche Flamenca», indica Rafael Pérez, concejal de Fiestas de Canillas de Aceituno. Aún así, un Miguel Poveda es prohibitivo para las arcas de la inmensa mayoría de los municipios.

Artistas locales

Pero esta realidad tiene su lado positivo: se abre la puerta a artistas locales y jóvenes valores. Alo mejor no son los más populares del star system flamenco, «pero muchos cantan o bailan mejor que los que lo son», reflexiona el flamencólogo Gonzalo Rojo. De un extremo a otro de la provincia, se subirán a las tablas jóvenes y veteranos de la tierra: Cancanilla, Virginia Gámez, Isabel Guerrero, Ana Fargas, Paqui Corpas, Antonia Contreras, Bonela Hijo y el guitarrista Chaparro de Málaga, entre muchos otros. El baile en más de un festival lo pondrá el incombustible Carrete con su cuadro flamenco. Compartirán escenario con valores en alza de más allá de la provincia, como Jesús Méndez, Rancapino Hijo y el pequeño Raúl El Balilla, que con apenas 8 años saltó a la fama en La Voz Kids. Y no faltará la experiencia de Curro Lucena y El Cabrero al cante, y de Paco Cepero al toque, entre otros.

Mucho arte repartido por Málaga en el que predomina la ortodoxia, el cante antiguo sin florituras ni inventos. La fusión ya pasó de moda y el público pide ahora una vuelta al arte jondo por derecho y sin más instrumentos que la guitarra y el cajón. No obstante, Gonzalo Rojo aprecia un cierto «estancamiento» en el cante. «Las grandes figuras se van retirando y muchos jóvenes repiten los mismos modelos. No sé qué va a pasar en unos años», analiza el presidente de la Peña Juan Breva. El baile, en cambio, vive un «momento magnífico» y sin embargo es el que menos presencia tiene en los festivales. En muchos casos es así por cuestiones económicas:una bailaora o un bailaor actúa arropado por su cuadro flamenco. Son unos 1.500 euros como mínimo, una cantidad por la que se puede contratar a varios cantaores de la zona.

Renovación

En cualquier caso, en el formato actual de los festivales se impone un máximo de cuatro voces. Se trata de acortar la duración de los encuentros, acercarlos a un público del siglo XXIcon poco tiempo libre y acostumbrado a ir al teatro a ver espectáculos que, como mucho, se alargan tres horas. En algunos festivales se adelanta el inicio a las 22.00 horas para acabar alrededor de las dos de la mañana. En el de Casabermeja, por ejemplo, la segunda vuelta se ha sustituido por un fin de fiesta con todos los artistas en el escenario, al modo de los cafés cantantes. «No queremos que nadie se aburra ni se duerma», comenta también el concejal de Fiestas de Ronda. Y, desde el año pasado, en el de Canillas de Aceituno la actuación de los grupos de baile del pueblo se traslada a la noche siguiente como un evento propio para aligerar la gala flamenca. Atrás quedan ya veladas como las que cuentan de Ojén en las que el mismo cantaor tenía que invitar al público a marcharse porque estaba amanciendo. En esta edición, la número 40 del Castillo del Cante, solo habrá dos voces. Eso sí, dos de las mejores del momento: Estrella Morente y Arcángel.

Hay quien piensa que los festivales son encuentros obsoletos que se acabarán borrando de la agenda... pero la mayoría confía en que simplemente se adapten. Para Gonzalo Rojo, una buena solución sería repartir las actuaciones en dos días y acompañar los recitales de explicaciones y charlas didácticas. Por lo pronto, citas como la Noche Flamenca Villa de Alhaurín el Grande completan la gala con masterclass en los días previos de La Lupi, Virginia Gámez y Andrés Cansino. Lo importante, ya se sabe, es renovarse para que entre los festivaleros se escuchen menos quejíos y más jaleos.

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