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De izquierda a derecha y de arriba abajo, Diego Medina Poveda, Isabel Bono, Jorge Villalobos, María Eloy-García, Sonia Marpez, Ignacio Pérez Cerón, Sora Sans y Francisco Ruiz Noguera. SUR

Las cien vidas de la poesía joven malagueña

Colección 'Monosabio' ·

Alcanza el centenar de títulos como escaparte privilegiado para dar a conocer la obra de los nuevos talentos literarios

Domingo, 11 de julio 2021

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Todo era diferente. Rudimentario, lento, artesanal. Pero la maquinaria se ponía en marcha movida por la misma fuerza: el entusiasmo. Y también por el amor a la letra impresa. La poesía. A ella quería dedicar una nueva colección el entonces concejal de Cultura Antonio Garrido Moraga y llamó a Diego Medina y Andrés Gómez Miranda. Les dio libertad total. Lo recuerda la escritora malagueña Isabel Bono, partícipe de aquel alumbramiento: «Nunca he pertenecido a grupos (poesía de la experiencia, de la diferencia...), pero me juntaba con el grupo de Diego Medina. Éramos amigos antes que grupo o tendencia poética (cada uno escribía con su estilo) y yo, en broma, les decía que como mucho éramos poesía de la interferencia».

Pero aquella interferencia compartía longitud de onda. Y así, el impulso cuajó en papel y pinta. Bono llevaba los libros «en un disquete» a la Imprenta Dardo. Ella propuso a Javier Rodríguez y Andrés Gómez Miranda, a María Eloy-García. Corría el año 1997 y salían a la luz los dos primeros números de 'Monosabio': 'Tenemos que hablar', de Rodríguez, y 'Diseños experimentales', de Eloy-García. «Aquella época fue increíble, a algunos de los poetas jóvenes de entonces nos dio la oportunidad de editar nuestro primer libro«, comparte ahora Eloy-García sobre las primeras entregas de 'Monosabio', la colección que acaba de lanzar su título número 100, mantenida en la brecha literaria durante un cuarto de siglo como escaparte atento y privilegiado de los jóvenes talentos literarios de la tierra.

Recuerda Eloy-García aquella publicación inaugural, personal y colectiva, y sus palabras bien podrían firmarlas muchos de los que componen el catálogo de 'Monosabio': «Para mí supuso mucho. Supuso el pudor primero de editar, las primeras lecturas sin red y la primera vez que podía soltar todos los folios. De alguna manera me puso en el mundo literario, al que llegaba yo como el que llega a un país extranjero y no sabe el idioma«.

Toma la palabra el catedrático de la Universidad de Málaga, Francisco Ruiz Noguera, que tras la muerte de Medina en 2015 también tomaba el relevo al frente de la colección, junto a Diego Medina Poveda, poeta e hijo del precursor de 'Monosabio': «El que la colección haya sido punto de partida para nombres que después han ido destacando en el panorama no ya local o provincial, sino nacional, es clara muestra de su importancia y de la labor que se ha vendido llevando acabo. Tanto en poesía como en narrativa, se han dado –y no de forma aislada– esos casos. Autores y autoras que empezaron en 'Monosabio' han visto, más adelante, publicadas sus obras en, por ejemplo, Alianza Editorial, Anagrama, Galaxia Gutenberg, Siruela, Tusquets, Visor, Hiperión, Bartleby, Pre-Textos, Adonáis o la Fundación Lara«.

Incursión narrativa

Habla Ruiz Noguera de «poesía y narrativa» porque en estos 24 años 'Monosabio' ha vivido varias vidas. Tras su apuesta inicial por los nuevos talentos poéticos puso luego el foco en la narrativa y en autores más consagrados, luego mezcló ambas vertientes y, en su etapa más reciente, ha recuperado su interés inicial por lo más novedoso de la poesía hecha desde Málaga.

Un viaje en el que 'Monosabio' «ha seguido manteniendo sus señas de identidad como una colección ecléctica, abierta siempre a descubrir nuevas voces en el panorama literario de Málaga«, en palabras de Medina Poveda.

«Cada publicación es un sello en el pasaporte literario. Miras por dónde has pasado y eso guía tus futuros pasos. En prosa pasé de 'Monosabio' a Siruela, y hace poco, a Tusquets. He tenido muchísima suerte. Pero, lo digo en serio, sin esa 'mijita' de seguridad que me dio publicar aquella casi-novela en 'Monosabio', muy probablemente seguiría sin publicar prosa«, ofrece Isabel Bono, que ya era una de las poetas más personales de la literatura española cuando publicó 'Ciego montero ¿dónde te metes?' en la colección municipal.

Ese «empujoncito» representa un denominador común en los autores de 'Monosabio'. «Es un estupendo punto de partida. Tener un libro editado con tanto mimo, cariño y trayectoria es una carta de presentación estupenda, una forma de reivindicarte como poeta, casi como un currículum«, brinda Ignacio Pérez Cerón, uno de los últimos autores incluidos en la saga con 'Restos de sal', el libro previo a 'Márgenes de error' (Rialp, 2020) que le ha valido el accésit en el último Premio Adonáis

El Hiperión, el Premio Ucopoética y el de la Universidad de Málaga figuran en el currículum de Jorge Villalobos, otro de los 'hijos' de Monosabio: «Dentro del mundo literario lo que quizás es más difícil, lo que más cuesta, es conseguir una primera oportunidad, un voto de confianza que abra alguna puerta, por grande o pequeña que sea. 'Monosabio' ha sido y es eso, una puerta para toda la poesía joven malagueña de modo que no se pierda ni el más mínimo talento de la ciudad. Es más, si esta ciudad tiene tantos poetas talentosos, es gracias a este tipo de propuestas«.

Un legado

Talento como el que destilan las palabras de Sonia Marpez y Sora Sans. La primera presentaba en 'Monosabio' el magnético poemario 'Demolición'. «Supuso debutar en un formato precioso y sentirme parte de un colectivo en el que estaban algunos de mis referentes», recuerda Marpez. Apenas dos números antes de aquella 'Demolición', Sora Sans firmaba 'La hebra amarilla' con ilustraciones del Sr. García: «Para mí 'Monosabio' ocurrió años antes de 'Monosabio', cuando tuve la suerte de ser galardonada con el primer premio de MálagaCrea de Relato Breve y Diego Medina, que era jurado, se me acercó y me dijo que le habían gustado mucho mis relatos, y que si hacía más, le avisara para publicarlos en la serie«.

«Recuerdo –continúa Sans– que apuntó su 'e-mail' en un papelito verde y que ese gesto, esa esperanza, me hizo seguir soñando con las letras. Nunca me atreví a escribirle, quizás sentía que mi material no era suficientemente bueno, y Diego murió unos años después. Le escribí mi despedida en una columna de Diario Sur y su hijo, Diego Medina Poveda, me contactó al leerlo, y fue de su mano como llegué a publicar una colección de relatos en 'Monosabio', comenzando por aquel que tanto le había gustado a Diego padre. Así que para mí 'Monosabio' es algo que trasciende al tiempo y es un legado increíble en el que he tenido la suerte de estar«.

Un tiempo condensado en 'Yo y mi sombra, libro abierto', la antología que marca el número cien de 'Monosabio', cerrada con un poema inédito de una autora nacida con el siglo XXI, Cristina Angélica. Se titula 'Cómo explicar el amor': «Cómo explicar que no es otra cosa / que juntar las pocas monedas que tengáis / renunciar a comprar algo / hacer un plato caliente, más barato / que no falte el dinero para libros / para cuantos envíos hagan falta / cancelar planes alguna tarde de verano / escribir mucho, corregir, eliminar, / preguntarse si vale la pena todo esto / si algún día querrán publicarlos, / compartir el insomnio con alguien / esperando que no se canse de esta vida / contando monedas, ajustando la compra / retrasando los recibos, esperando una llamada / que os dé buenas noticias / que convierta todo esto / en el recuerdo de cuando erais jóvenes / y creíais en lo que hacíais».

Y parece hablar de 'Monosabio', de las cien vidas que ha dado a la poesía joven malagueña desde hace un cuarto de siglo, cuando todo diferente. O no tanto.

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