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Sábado, 24 de agosto 2019, 23:02
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Santiago Messa Poulle
La paloma blanca no quiso salir de la chistera.
Mara Marley
La observo cada noche, cuando abre su ventana y se desnuda frente a mí. Somos cómplices de un juego que solo ella y yo comprendemos. No resulta obsceno. Me seduce su elegancia. La exquisita cadencia de sus manos al desabrochar su blusa. El modo en que su cabello oculta sus hombros regordetes. En otro tiempo fue una gran soprano. Me mira, sueño. Y es entonces cuando unos destellos de magia convierten el patio de vecinos, en patio de butacas. Y recuerda sus años dulces como primera figura. Y yo alzo mi voz con gusto y le aplaudo con fervor... ¡Qué fraseo, qué modulación, qué musicalidad y potencia en la voz! ¡Qué interpretación más completa!
Y ella inclina suavemente su cabeza a modo de reverencia, y abotona de nuevo con pericia su blusa. Desapareciendo de la escena, tras cerrar las dos hojas de su ventana y de mi alma.
Regina Asunción Ramos Espíldora
Te fuiste discreta, en silencio. Como anochece Abril en agosto. Arena y mar sobre fuego y cenizas. Y tu mirada lejana, buscando el modo. Porque volverás. No sé cómo, pero lo harás. Si es que te fuiste.
Fernando Ávila Jiménez
«Cuando acabes la dejas fuera» ¿Pero qué se había creído? Siempre dándome órdenes. Y peor ahora que vivía con ellos. Yo había perdido el trabajo, mientras que a él le iba perfecto. ¡Maldita la hora en que compró el restaurante! Era casi su criado.
Y, sí, la dejé fuera. Saqué la basura, no sin antes limpiarlo todo. Y, sí, entré en casa con mi hermano envuelto en una alfombra. Suerte que la mujer y los niños no estarían aquella noche. Y sí, su señoría, solo me arrepiento de haber cumplido años ese día. Cuando abrí la puerta, la familia me tenía preparada una fiesta sorpresa.
Alejandro Robles
La abuela abre sus grandes ojos apesadumbrados. Levanta sus brazos y dice 'Ven'. Me abraza. Me acurruco en su regazo y comienzo a contarle mis penas, mis miedos e ilusiones. Mientras tanto ella tararea una viejísima canción de cuna para tranquilizarme. De pronto se calla. Sus brazos me sueltan y sus ojos se cierran. Habrá que echar otra moneda por la ranura que tiene en la cabeza.
Lucía Morales Ramírez
La hija de mi vecina Leocadia nació llorona. La llevaron a varios médicos y decían que eran gases, a los diez meses la niña no paraba de llorar. El padre era marino mercante y venía poco a casa; Leocadia paseaba todo el día a su hija por la calle para intentar calmarla pero con su paseo desesperada a los demás. Se hizo mayor y la niña fue al colegio, incluso allí, una vez que empezaba el llanto ya no podía parar. Pasaron los años y no tuvo ni un novio, ningún chico se quería aventurar. Murieron sus padres y se quedó sola, comenzó a cuidar a la Virgen de su pueblo, una imagen con la cara llena de lágrimas hasta que un día le cogió manía por llorona y ya no volvió más.
Asun Rubio Visiers
Todos los días voy, pido mi café, siempre solo, en la diminuta barra, y observo. No me sirve cualquiera. Unas veces depende de los artículos que van amontonando en el carro, otras me atraen sus movimientos, la forma de mirar las estanterías. En este pequeño mundo pulula una gran variedad de seres y yo puedo escoger. Los estándares se están volviendo cada vez más exigentes. Hoy el material es bastante corriente y yo necesitaba algo especial. El tiempo de otro café y, si no, mañana será otro día. Mi espera ha sido recompensada. Me interesa el hombre que acaba de entrar. Con qué facilidad se puede obtener la confianza de la gente. Una cervecita de camino, en el kiosko del parque, un rodeo para mostrarle el árbol centenario junto al estanque y, en un instante, ya tengo un nuevo bocado para la deidad que habita en el fondo.
Jorge Jiménez
Los dos, frente a frente, esperábamos que el semáforo se pusiera en verde. De improviso, ella sonríe y me guiña. Entonces decidí no cruzar, esperarla desde mi posición de macho cabrío apostado. Cruzó y nos dimos el beso de los desconocidos, el ritual iniciático de lo que habría de venir. Una conversación corta con acuerdo verbal: sexo sin ataduras. Descartamos toda corresponsabilidad afectiva, social, moral o de cualquier otra naturaleza. La única contraprestación era la ilimitación de los placeres, carnales, por supuesto. Teníamos un problema de infraestructura: el dónde. Hacía falta un picadero para el instinto, la solución habitacional de los amantes supitaños. Así, quedamos emplazados para el día siguiente en el mismo vector de concurrencia: el semáforo. Yo acudí ahíto; ella, con gesto de repliegue. Dijo:
-Sé quién eres. Te conozco desde la escuela.
Hoy, comprendo que había letra pequeña en el acuerdo: tardé en eyacular cincuenta años.
José Francisco Jiménez Trujillo
Cuando se vieron después de veinte años, no cruzaron una palabra. Carmen la miró desde una vida gastada y de huellas violáceas. Ella le devolvió el gesto contando aquel principio que aventuraba tanto. Decidida, Carmen tiró un anillo al inodoro, apagó la luz y salió del cuarto de baño.
Edgar R.
Sus sueños fueron tan violentos, que despertó con una granada en la mano. La granada no tenía el segurillo puesto.
Ricardo Rubio Carmona
Mientras daba vueltas en la cama, se me ocurría esta madrugada que ya no estaba seguro de que Úrsula y yo nos besáramos aquel invierno en la playa del Cemento y que sería interesante que ella sacara el tema, como de broma, en alguna ocasión si llegamos a juntarnos los cuatro en un futuro no demasiado lejano. Me gustaría confirmarlo… o no. Pero igual a ella le resulta doloroso o, simplemente, no se acuerda. O no ocurrió nunca, aunque a mí me haga ilusión pensar que sí. Cosas del paso implacable del tiempo.
José María Rubio
Isa era una chica muy guapa y tenía un buen tipo. Tan linda era, que destacaba entre todas las chicas de su edad. Le gustaba ir a la feria con su novio y con sus amigas y sus respectivas parejas. Ella no bebía alcohol. Un día que decidieron ir al recinto ferial, su novio se tuvo que marchar sobre las diez de la noche, pero ella decidió quedarse con su grupo de amigas. Eran las once y cuarto de la noche y uno de los novios de una de sus amigas le agredió sexualmente cuando Isa fue al baño de la caseta donde se encontraban e incluso intentó violarla. Ella se fue directamente a la policía y denunció los hechos. Era la segunda vez que le ocurría en su vida.
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