Microrrelatos SUR II Premio Pablo Aranda: tercera entrega
Envía tus microrrelatos a microrrelatos@diariosur.es. No existe límite de edad ni ninguna temática obligatoria, sólo hay que cumplir un requisito: no superar las 150 palabras
Domingo, 24 de julio 2022, 00:00
SUR renueva su apuesta por el microrrelato, y le reserva un espacio este verano cada fin de semana tanto en las páginas del periódico como ... en la web, el sábado y el domingo. El certamen recibe el nombre de II Premio Pablo Aranda en memoria del genial escritor malagueño y columnista de este periódico, fallecido en 2020. El ganador recibirá un premio de 1.500 euros y además habrá dos menciones especiales dotadas con 500 euros cada una. Los originales se pueden mandar a microrrelatos@diariosur.es.
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Puede consultar aquí las bases
Ángel Saiz
Una de romanos
El pasado condiciona, puedo dar fe de ello. En buena medida cargamos con los errores o aciertos de quienes nos precedieron. Los miembros de mi familia, desde generaciones, compartimos un gen exclusivo que nos castiga con terribles migrañas, localizadas en un círculo alrededor de la cabeza, a la altura de las sienes. Nuestro calvario, para el que no existe remedio, tiene su origen en el lamentable proceder de cierto antepasado, un hombre de armas encargado de custodiar a un condenado a muerte, ajusticiado a pesar de su inocencia. A nuestro ancestro se le ocurrió, además, torturarlo de forma innecesaria y cruel. Cada año, sobre todo durante el aniversario de aquellos hechos lamentables, en primavera, los dolores se recrudecen. Solo cuando ayudamos a personas humildes, que atraviesan necesidad, sentimos alivio frente a las punzadas. Algún día, quizá, expiaremos la culpa por aquella maldita corona de espinas.
Donald Navas Zeledón
Extraños
Esta situación es muy confusa: no sé qué hago en el asiento trasero del vehículo de un extraño. Avanzamos por una carretera en medio de la oscuridad —por su estrechez y lo desolada que está, diría que es un camino rural—, pero, lo más perturbador de todo es que, este camino, me resulta familiar. Por más que lo intento, no consigo moverme ni articular palabra alguna. Tampoco logro ver el rostro de mi secuestrador.–¡Venga, mira hacia el espejo!–; me digo a mí misma. Y, como si me hubiera escuchado, lo hace. ¡Es un extraño! Al descubrirme, a mí me sale un alarido bestial desde las entrañas. Él se asusta con mi presencia, y da un volantazo que nos saca de la carretera en vuelta de campana. Realmente no entiendo nada… Esta situación es muy confusa: no sé qué hago en el asiento trasero del vehículo de un extraño...
Luis Felipe Romero
El centro comercial
El impávido semblante de Andriy y Oleksiy, viéndonos partir hacia el cálido sur de Ispaniya, apenas reflejaba el miedo que sentían. A nosotras nos esperaba un nuevo hogar, una nueva familia. De ángeles de la guarda, pues no tiene otro calificativo. Ángeles sí, pero angustiosamente babélicos. En los barrios de esta ciudad, la algarabía es desbordante, pero apenas consigue entrar a cuentagotas en nuestras vidas. A sus vecinos, los tambores en Kremenchuk les suenan cada vez más lejanos. A nosotras, en cambio, su redoble nos partía el corazón. Estaba con mamá en un centro comercial cuando nos avisaron. Mis hermanos también, pero a ellos, un misil les truncó la juventud.
Rocío León Padial
La libreta en blanco
Había una vez una libreta donde nadie escribía en ella. Iba de un lado a otro, en el escritorio sobre la mesa de la cocina, en el sillón, pero nadie escribía en ella y se sentía fatal. Su dueño, un viejo escritor, no se acordaba de escribir ni una sola palabra. Quizás, no le viniera la musa en estos tiempos. Las demás libretas se burlaban de ella, tan solo cuando llegaba el atardecer al guardarlas las colocaba todas en la librería de su estudio. Dormían de un tirón satisfechas, ajenas a la preocupación de la falta de inspiración.
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Socorro Retamero Olmos
La marcha
Sabía que no era él porque no dio varios toques de timbre, ni oí sus largos pasos acercándose a la puerta. Sabía que no era él porque el perro no corrió alegre, moviendo la cola, hacia la puerta. Por el contrario, gruñó lastimero, como el que no quiere ver ni oír, sino que quiere que se aleje quien sea. No obstante, acudí a la llamada y abrí sin preguntar. Alguien igual que él dijo, sin mirarme a los ojos, que venía a recoger sus cosas. Alguien igual que él se llevó en media hora mi vida entera.
Toñi Medina Salazar
Iris
En la oscuridad de su hogar, las paredes que hasta ahora la abrazaban se contraen latiendo a un ritmo constante. Provocan una fisura en su escudo protector y su medio de vida se derrama, como la arena de un reloj, dando comienzo a la cuenta atrás. No era su momento. Tiene miedo, se resiste. Allí, se siente segura, amada y protegida. Al otro lado, lo desconocido y la incertidumbre de no saber si allí te encontrará, la asustan.Todo tiembla y el temor se acentúa. Escucha crepitar, cortar y separar buscando sacarla por la fuerza de su primer hogar. Aún no respira y su mente grita que no quiere esos brazos fríos. Llora y se retuerce. La acercan a ella y, buscando su calor, la acaricia con la suavidad y calidez del primer rayo de sol. Entre lágrimas, solo un beso y un «Bienvenida al mundo, mi vida».
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José Román Cortés Criado
No sé cómo decirlo, pero sí, tengo poderes especiales
Ya me lo decía mi abuelita cuando yo apenas tenía uso de razón. «Antoñín, tú encantas a las sirenas» y yo, sin saber qué significaba eso, le decía que sí, y seguía contándole las películas que había visto ese domingo en la sesión doble del cine de mi barrio. Se las contaba con mis palabras, ella se reía, me miraban, se echaba hacia atrás en la mecedora, volvía a reírse o a ponerse seria, según fuese la historia; y yo seguía con la trama, con mis gestos, con mis movimientos, mis saltos y mis ojos que querían explicarlo todo. «Antoñín, tú tienes unos poderes especiales». Hoy, que me acerco a la edad de mi abuela, sigo contando películas a mis nietos, pero aún no he descubierto esos poderes especiales que ella me otorgaba, pero, si ella lo decía, seguro que los tengo.
Mireya Jimena Ruiz
Así sin más
Una calurosa mañana de verano por fin entendió que soltando era la única forma de no perder a alguien.
Baldomero Dugo Navarro
Pros y contras
Con aire triunfal, el físico por fin entró en la cabina y cerró la compuerta herméticamente. Mientras descontaba los segundos de la cuenta atrás, iba rememorando los desvelos de cientos de experimentos fallidos; aunque sonrió de oreja a oreja al anticipar las muecas de estupefacción de sus colegas cuando, tras realizar su viaje instantáneo, le viesen salir incólume del telépodo situado a diez mil millas de distancia... Justo antes del destello con el que daba comienzo el proceso de desintegración, vio a través de la ventanilla, con estupor, que la mosca se había escapado de la trampa.
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David Carreras
La pesadilla de Edipo
Estaba en esa fase de sueño tan profunda que, cuando escuchó, una noche más, la llamada angustiada de su hijo, se despertó malhumorado. Se levantó y siguió el hilo de la madeja que le permitía sortear toda clase de objetos tirados en el comedor y llegar a salvo a la cama del pequeño. Papi, hay un monstruo dentro del armario, le dijo el niño asustado. Él, antes de guiarlo de nuevo al mundo de los sueños, quiso convencerlo de que tan sólo era una pesadilla y para demostrárselo nada mejor que abrir las puertas del mueble. Cariacontecido e incrédulo, el niño esperó a su padre hasta que vio cómo éste era abducido. El pequeño comprendió que ese monstruo seguramente iba a estar ahí para siempre; pero se dijo, mientras cerraba con fuerza los ojos, que, tal vez, esta pesadilla no era tan mala si tenía ahora a mamá sólo para él.
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