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Microrrelatos de SUR (21/07/19)

Microrrelatos de SUR (21/07/19)

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SUR

Sábado, 20 de julio 2019, 22:46

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Mónica García Rodríguez

Relación espacial

ATENCIÓN: Estamos siendo invadidos por extralunáticos. Se ruega simular ser cráter. Si tras doce horas, persiste la alerta, por favor, ocupen la cara oculta. Si hay alguien que quiera abandonar la luna que hable ahora o calle hasta la siguiente intervención.

—E..e…ella tenía el cuerpo cubierto de tatuajes, diferentes a los nuestros, que revertieron mi gravedad. Su piel de símbolos y textos me incitó a dar vueltas a la tierra para poder descifrar el significado de esas curvas. Mareado, sucumbí y me introduje en su entraña de fuego. Acabé vertiendo mi luz en ella. Ahora, me busca por las noches con un telescopio. Es inofensiva. Lo juro. La amo. Me haré cargo de la mentira. Bajaré y le confesaré que solo soy una mancha iluminada por el sol. Una de tantas. Y si ella me acepta, criaré a su lado a nuestros pequeños satélites tatuados.

María Eugenia Pereiro Barbero

La casa vacía

Al volver, mi casa no era mi casa.

Alfonso Cajigas

Día para haberse quedado en casa

Ya tengo los pies fríos, pero sigo arrastrándolos por la nieve en busca de ayuda. Empiezo a preocuparme porque la nevada es cada vez más espesa y no sé hacia donde voy. Me faltan referencias, un árbol, una casa, un poste eléctrico.

Veo un coche a lo lejos. Acelero con gran esfuerzo mis pasos y cuando lo tengo cerca me parece que es el mío. –¿He andado en círculos?–, me pregunto más asustado que extrañado.

Está volcado y de su interior sale débil el pitido de una alarma. Me asomo; dentro hay alguien. Le volteo y con asombro veo que soy yo mismo.

Tengo los pies fríos. Tengo las manos frías. Mi cuerpo parece tiritar de frio. Todo yo estoy frio.

Salvador Rivas

Supervivientes

Repasaba el índice del grueso volumen cuando oí el abejorreo del helicóptero, cada vez más intenso. Pasó varias veces sobre el edificio y se alejó. No podían haberme localizado tan pronto, de eso estaba seguro. La bibliotecaria golpeó el mostrador con el puño cerrado y la pantalla tembló. «¡Sí, sí!», gritó con semblante triunfal. Me levanté intrigado y me acerqué a ella: se había conectado en directo a un popular canal de televisión. En el castillo, a pocos kilómetros de allí, una chica saltaba de alegría, rodeada por las cámaras y vitoreada por la multitud. Susana, mi archienemiga, había ganado aquella maratoniana carrera a través de la literatura. Sentí que me fallaban las piernas. La bibliotecaria se volvió hacia mí: «¿Acaso pensabas que podías ganarle? Ni siquiera has elegido el libro adecuado». Al fondo, en un rincón, una anciana rió con desprecio.

Alejandro Barrón

Por la mañana

Fuera la cafetera chisporrotea. Escucho los cambios bruscos de una estación de radio a otra. Y después un canal de tv a otro. Exasperación supongo, pasos que van y vienen por el pasillo. Yo me revuelvo un momento en la cama, tratando de evadirme. Te escucho silbar la canción que tanto me desagradaba –ahora no tanto–, y del silbido pasas al tarareo. Miro hacia la ventana y está nublado, ha comenzado a llover. Me pareció escuchar que decías algo, pero no supe el qué. Salgo y miro hacia un lado y hacia otro. Nadie. En la fregadora se acumulan las tazas y los platos, las costras cada día se endurecen más. En el baño sigue la revista de hace ocho meses que tanto te gustaba hojear. Y en la sala –amor mío- siguen marchitándose los nardos y los lirios que me traje de tu funeral.

Pepa

Cuentas

Durante el embarque conté pies y dividí por dos, el número de maletas por el de cabezas, el de botellines de agua por el de niños y así cálculos infinitos que templaran los nervios de las vacaciones que arrancaban.

Inma Jurado García

Fábulas

Las noches en las que se escuchaban gritos, se tapaba con su manta. El tejido mágico que la componía era capaz de callar todos los ruidos, hacer el invierno verano y la pesadilla, un sueño precioso. Se la regaló una enfermera del hospital en el que nació que ya, por aquel entonces, sabía que la necesitaría. Lo había acompañado toda su vida, y era lo único que sentía como suyo. Verdaderamente suyo. Los gritos se perdieron, y los párpados le pesaron tanto, que se cerraron con candado. Necesitaba parar. Necesitaba un respiro y, puestos a pedir, una vida normal. Pero, la mano que llevaba la manzana envenenada, la hizo añicos un día cualquiera, y su capa de invisibilidad se perdió en la basura, junto con la esperanza de ser otra persona. O se convertía en el villano de la historia, o terminaría como las casas de los tres cerditos.

Claudia Sánchez

DJ Badi

Era una especie de Forrest Gump mochilero. Un Shazam andante que identificaba al momento cualquier melodía que sonase. La base de datos del Spotify era una jukebox a su lado.

Trabajó durante años de profesor de Filosofía hasta que hace unos años, en un concurso de la tele sobre temas musicales se llevó el bote acumulado y mandó al carajo a todo el claustro de profesores cantando aquellos versos de 'Platero y tú' de «este maldito, maldito trabajo…»

Siempre andaba sólo porque interrumpía cualquier conversación cada vez que la música cambiaba, ya fuera en un coche, en un bar, en una comida…

La última vez que lo vi le dije que los alumnos del instituto querían hacerle una comida. Me dijo: ¡Ahora es demasiado tarde, princesa!.

Me dio un beso, cruzó la calle, fuese y no hubo nada.

Paloma Luengo Pérez

Maquillaje

Me levanté con el feo subido. El maquillaje tampoco hizo mucho,sólo cambié el color de tono de la cara. Detrás de la máscara se escondía una mujer triste. La sonrisa forzada se notaba a la legua. Me paró una mujer y me preguntó donde podía comprar tabaco. Le indiqué y seguí mi camino. Una lágrima se deslizo por la mejilla. Acababa de dejar de fumar y había vuelto con mi novio.

Luis Martínez Valcabado

Envidia

Por largo tiempo el otro piso de su rellano estuvo vacío, pero no en venta. Fantaseaba con hacerlo suyo, pero debía hipoteca en el propio. Un adverso día alguien lo compró. Ella elogiaba a esa familia que había hecho el sacrificio que la suya no. Admiraba la facilidad con la que la pareja había realizado la mudanza, los dos soles de sus hijos en calle y ascensor, la alegre terraza llena de plantas, flores y una tomatera con frutos cherry enrojecidos, el 4x4 plateado del aparcamiento y sus salidas para celebraciones, el mimo con el que el hombre trataba a su anciana madre y por cuya necesidad se habían comprado este de cuatro habitaciones. Fascinación. Pero desde que el piso estuvo vacío, lo único que ella realmente envidiaba, porque su piso carecía, era la luz solar  y la ventilación natural de la ventana al exterior del cuarto de baño.

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