Ñito Salas

María Victoria Atencia, Premio Nacional de las Letras

Su poesía contenida e impecable la hacen merecedora del galardón concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 50.000 euros

Martes, 28 de octubre 2025

María Victoria Atencia nació hace 93 años en el número uno de la calle del Ángel. Pronto quiso volar, haciendo honor a su destino. Y ... lo consiguió, primero al convertirse en la primera mujer en obtener el título de piloto de aviación («¿Dónde hemos de asentarnos si hay cinco orientaciones / cardinales y elijo con pasión la del vuelo?») y luego con sus poemas, una aspiración continua a la altura formal sin desatender la emoción que ahora le ha valido el Premio Nacional de las Letras Españolas, concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 50.000 euros. Con este galardón, María Victoria suma su nombre a los de figuras como Caro Baroja, Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Emilio Lledó y Paca Aguirre.

Publicidad

  

Los años de guerra y posguerra marcaron su infancia, entre mujeres a las que entendería poco después: «Si alguna vez pudieseis volver hasta encontrarme, / mujeres de la casa, / cómo os recibiría, ahora que os comprendo. / Quebraba vuestro sueño con sobresalto súbito, / y espantabais mi miedo deslizando las manos / por mis trenzas tirantes, me limpiabais los mocos / y endulzabais mi siesta con miel de Frigiliana».

En el colegio El Monte adquirió su gusto por la pintura, que explota en muchos de sus poemas, cercanos al síndrome de Stendhal. Luego estudió piano y armonía en el Conservatorio, aficiones que también volcó en su obra, marcada inicialmente por sonetos impecables de versos alejandrinos y endecasílabos, una musicalidad evidente ya en sus dos primeros libros: 'Arte y parte' y 'Cañada de los ingleses'. Después de su publicación entró en un periodo de silencio poco explicado que los críticos achacan a la muerte de sus padres y la maternidad, aunque parece que no fueron las únicas razones.

Pérdida y adversidades

Por entonces ya había descubierto a autores como Shakespeare, Dante o Rilke, cuyo impacto tardó en procesar, y se sentía lejos de la poesía social que practicaba la mayoría de sus coetáneos. Solo un «desequilibrio en mi vida amorosa», según confesaría años después, le devolvió el impulso de la escritura. El resultado fue 'Marta & María', uno de sus libros más poderosos, zarandeado por la pérdida y la necesidad de recomponer el gesto ante las adversidades: «Y aunque un frío finísimo paralizó mi sangre, / estuvo a punto el té, como todos los días».

Era 1976. Atencia llevaba quince años sin publicar, pero su vuelta desbordó cualquier expectativa: «Ahora que quiero hablar, dame todas las fuerzas / de las que he carecido. Pues se te fue la mano / en amor y dulzura». Reapareció dotada de una intensidad asombrosa, tambaleante por la orfandad y por la despedida de Blanca, una de sus mejores amigas («El árbol de las venas bajo mi piel se pudre / y una astilla de palo el corazón me horada»), pero también firme, renacida en sus propios hijos y con la fuerza suficiente para mantenerle, cuando resulte preciso, la mirada a la muerte, como escribió en 'Con la mesa dispuesta': «Porque tengo hecho el ánimo y no ha de notar nadie / ningún cambio en mi rostro. Las risas de los niños / seguirán sobre el blanco mantel de los bordados / aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos. / Tragar ya me es difícil. La garganta está helada. / Marcharé sin protesta allí donde me lleves».

Publicidad

Generación del 50

Jorge Guillén la definió como «María Victoria Serenísima». Ya contaba con el respeto y la admiración de colegas como Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o María Zambrano. Casada con Rafael León, editor y también poeta, que trasladó a sus libros su característica elegancia tipográfica y con quien trabajó en la mítica revista Caracola, Atencia fue abriéndose hueco como una de las voces más influyentes y reconocidas de la Generación del 50, aunque su década y media de silencio la convierta en un caso peculiar, alejada de las inquietudes comunes de su grupo poético.

En 'Los sueños' y 'El mundo de M. V.' resuena el eco de los acontecimientos presentes en 'Marta & María: «Madre está enferma. Madre va enseñándome cosas / del armario con quieto silencio entristecido, / hasta que llega al traje color de rosa pálido, / y entonces se incorpora, renovada, a ponérselo / delante de mí misma, me coge de la mano / y saltamos felices. Su cara de muñeca / inglesa antigua evoca la cera levemente».

Publicidad

Cascada de distinciones

En los noventa comenzó una feliz cascada de distinciones, como los Premios Andalucía y Nacional de la Crítica en 1998 por 'Las contemplaciones' («Se prohíbe la nostalgia. No hay más contemplaciones. / Atendedme sin embargo este canto final, y ya de abatimiento»), que continuó con el cambio de milenio. En 2014 se convirtió en la cuarta mujer, la primera española, en ganar el Premio Reina Sofía. Antes, en 2010, le habían concedido el Federico García Lorca, dotado también con 50.000 euros. Fue postulada al sillón N de la Real Academia Española tras la muerte de Valentín García Yebra y en 2011 fue investida doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga, horas antes del fallecimiento de su marido.

Ahora, cuando lleva años sin publicar, consolidada ya como una de los mejores poetas de la segunda mitad del siglo XX, su nombre suena con insistencia como candidata a premios como el Princesa de Asturias de las Letras. «Tengo algunos achaques», confiesa escuetamente cuando le preguntan cómo está, antes de repartir en la casa, como en sus poemas, «amor y pan y fruta».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad