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Junko Takahash, autora de 'Do. El camino japonés a la felicidad'. Sonia Narang
«En la vejez hay pequeñas felicidades»

«En la vejez hay pequeñas felicidades»

Periodista y escritora, Junko Takahashi descubre en 'Do. El camino japonés a la felicidad' los secretos para ganar en armonía y plenitud. «Nunca decimos que no, y eso nos estresa»

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Miércoles, 16 de octubre 2019, 01:16

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Japón está de moda. Nunca antes tantos españoles habían viajado hasta el país del ikebana y los origamis. En los primeros ocho meses de este año lo han hecho 87.200, el 10% más que en el mismo período de 2018. Una cifra de récord que se traduce en un creciente interés por la ancestral cultura nipona, y en libros que desgranan sus costumbres y su gastronomía. El último de ellos se llama 'Do. El camino japonés a la felicidad' (Planeta), de la periodista Junko Takahashi (Osaka, 51 años), que se dio a conocer con 'El método japonés para vivir 100 años', un éxito de ventas traducido a una decena de idiomas. En esta última incursión literaria, la escritora desbroza el camino ('do' significa camino) hacia un aprendizaje que ha de llevar a la plenitud y la armonía. Aborda todas esas disciplinas tradicionales japonesas relacionadas con el Do: el kodo, la ceremonia del incienso; el sado, la ceremonia del té, cuyo espíritu reside en agasajar a los demás; el kado, el arreglo floral, también conocido como ikebana; o el shodo, la estética de los espacios, que incluye la caligrafía, una práctica profundamente arraigada en la vida cotidiana de los japoneses. De todos ellos habla y cuenta jugosas anécdotas Junko, cuyo consejo se resume en un proverbio zen: 'Nichi nichi kore kojitsu' (Cada día es un buen día). La escritora responde a las preguntas desde Tokio, donde trabaja y reside.

– ¿Hay más felicidad en la vejez o en la juventud?

– Creo que el receptor de felicidad es más grande en la vejez. Los jóvenes tienden a buscar la felicidad completa o perfecta, pero en la vejez es más fácil encontrar las pequeñas felicidades.

–En su libro habla de plenitud, armonía, paz interior, pero en el metro de Tokio todo el mundo va mirando el móvil... ¿es que ustedes, cuando llegan a casa, se transforman y se ponen en 'modo zen'?

– No, no nos ponemos en modo zen, pero, por eso, tratamos de buscar la paz interior.

– ¿Qué le estresa a un japonés?

– Las relaciones personales. Nosotros nunca decimos 'no', ni nos hablamos de manera directa. Nos resulta difícil saber qué piensan los demás y eso nos causa cierto estrés.

– Un beso puede encerrar la mayor de las felicidades, pero ustedes se besan poco... al menos en público.

– Es que eso está basado en su cultura. Nosotros tenemos otra cultura y no pensamos así.

– En su libro detalla su experiencia con las flores a través del ikebana… dice que las flores le proporcionan seguridad, esperanza, cariño y que practicar el ikebana es como agua para su corazón... ¿Puestos a elegir entre una pareja y una flor, casi que se queda con la flor, no?

– Elegiría una pareja porque prefiero que me contesten con palabras.

– También cuenta que le han sorprendido las propiedades terapéuticas del ikebana con ancianos con demencia...

– Sí, en el libro hablo de una anciana que se quejaba siempre de dolor de espalda y estaba de mal humor. Cuando ella empezó con el ikebana, se olvidó del dolor y dejó de estar enfadada. Otro ejemplo es el de un anciano que se tiraba el día durmiendo sin pronunciar una palabra y que recuperó el vigor gracias al ikebana. La gente respira hondo, se concentra y mueve las manos cuando coloca las flores. Las flores, además, estimulan los sentidos con sus aromas, sus formas y sus colores.

– Otro 'do' del que habla es el 'sado', el camino a la felicidad agasajando a los demás con lo que verdaderamente necesitan, y pone el ejemplo de que si un invitado dice que no tiene mucho apetito hay que darle poco de comer aunque te hayas tirado cocinando todo el día… en España eso se vería poco menos que como una falta de respeto…

– Es la diferencia de culturas. En la nuestra, cuando el anfitrión ofrece los platos, el invitado tiene que comer todo sin dejar nada porque dejar la comida es una falta de respeto. Así que ofrecer poca comida es una consideración del anfitrión para que el invitado no se sienta presionado de comer mucho si no tiene apetito.

– Tener un ikigai, una motivación vital, ayuda a ser feliz. ¿Cuál es el suyo?

– Mi trabajo, mi sobrino de once años y las series españolas 'Amar es para siempre' y 'Servir y proteger'.

– El shinrin-yoku es sumergirse en un bosque y disfrutarlo con los cinco sentidos para liberar el estrés. Es curioso que se promueva esa práctica en un país donde está bien visto el exceso de trabajo, la competitividad y donde casi nadie se coge un mes de vacaciones…

– Precisamente por eso, por el exceso de trabajo y la competitividad, los japoneses necesitamos el shinrin-yoku. Pero esto fue promovido por el Gobierno hace más de 30 años y me sorprende que ahora esté de moda en Europa.

– ¿Por cierto, cuántas vacaciones tiene usted?

– Como soy 'freelance', puedo tomar vacaciones cuando quiero.

«Los japoneses agachamos la cabeza incluso cuando hablamos por teléfono con otra persona»

– Su país es el más longevo, pero también está entre los primeros del mundo en suicidios. ¿Qué reflexión hace?

– No soy una experta, pero los que lo son dicen que las razones principales hay que buscarlas en la pobreza, en la soledad y en que hay niños y estudiantes que se sienten mal tratados en las aulas y trabajadores que les pasa lo mismo en sus trabajos.

– Ustedes hacen de la floración del cerezo una fiesta, les encanta contemplarlos...

–Para mí, un cerezo es la realización perfecta de la mutabilidad. Al mismo tiempo que está en plena flor, ésta empieza a caer. Es el momento más espectacular con todos los pétalos volando. Es muy bonito, pero siento tristeza porque ese momento no volverá, pero no queda otro remedio que aceptarlo.

La limpieza en las calles de Japón

– La limpieza de las calles en Japón impresiona, ni un papel en el metro, ni una colilla en las aceras, ni una caca de perro. Por no haber, no hay ni papeleras en la vía pública… supongo que eso les chocará cuando vienen a España...

– He escuchado a muchos españoles que dicen eso mismo. He ido varias veces a España y no veo las calles tan sucias. Sí me sorprende que en los bares la gente tire cosas al suelo, pero aun así, no pienso que sea algo malo, sino que es una cultura particular... y me gusta.

– ¿Por qué les cuesta tanto aprender idiomas? No muchos japoneses hablan inglés...

– Porque el japonés es completamente diferente de los idiomas occidentales. El alfabeto, la gramática y también la cultura que forma el idioma son distintos.

– Los japoneses son muy amables y serviciales con los turistas; constantemente agachan la cabeza para saludar o despedirse… ¿son también así en privado?

– Sí, entre nosotros más todavía. Muchos japoneses agachan la cabeza incluso cuando están hablando por teléfono.

– Los Juegos Olímpicos de Tokio serán un gran escaparate de Japón ante el mundo. ¿Qué les gustaría transmitir?

– La amabilidad de la gente.

– ¿Es Japón un país machista? ¿Ha llegado allí el #MeToo?

– Pienso que sí, Japón es un país machista. Pero en Japón, las mujeres no luchan tanto como en España. El #MeToo llegó a Japón pero fue muy pequeño.

– ¿Qué le gusta y le disgusta de España?

– Me gusta la gente, que es muy cariñosa. Hace casi treinta años, cuando viajé allí por primera vez, me robaron mi dinero, el pasaporte y la tarjeta de crédito, pero mucha gente me ayudó. Todavía no puedo olvidarme de la amabilidad de esas personas. Lo que menos me gusta es la poca seguridad.

«Sueño con ver una Semana Santa»

Portada del libro.

Junko Takahashi es periodista y nació en Osaka hace 51 años. Sus primeros pasos para aprender español los dio en la universidad de Ohio (EE UU), donde estudió, y más tarde en las delegaciones en Tokio de Televisa de México y la Agencia Efe. Junko (que significa pureza) está soltera, no tiene hijos y adora a Riku, su sobrino de once años. Se considera muy supersticiosa (en el libro lo cuenta) y ha visitado España varias veces, pero tiene pendiente asistir a una procesión de Semana Santa. «Es mi sueño», dice. 'Do. El camino japonés a la felicidad' es su segundo libro tras el exitoso 'El método japonés para vivir cien años'.

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