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Francisco Griñán
Málaga
Jueves, 22 de febrero 2018, 00:36
En su país natal, Perú, le dicen que habla como un español, pero aquí nadie le pregunta de qué parte de la Península es. Con esa nacionalidad cosmopolita que le hace de todas partes, el escritor Fernando Iwasaki (Lima, 1961) ha buscado las conexiones entre ‘Las palabras primas’ que se pronuncian a ambas orillas del Atlántico, pero con significados distantes o cercanos. Una suerte de divertido manual para andar por el mundo hispanohablante de la mano de este autor personal e intransferible, que también habla en esta entrevista de la polémica de ‘portavoza’ o del acento andaluz, a la vez que confiesa que le falta tiempo para escribir a «desconocidos» en redes sociales.
–¿Usted es de acá o de allá?
–Como en ‘El Aleph’ de Borges, estoy en todas partes y en ninguna. Ser de un lugar es algo que tiene que ver con una convicción íntima y personal. Nací en Perú y allí está mi infancia, pero mi esposa es andaluza y mis hijos han nacido aquí. Y siento que no solo me incumbe lo peruano, sino todo lo latinoamericano. Y al mismo tiempo me interesa lo andaluz, pero también lo que ocurre dentro de España y Europa. Esto ya lo inventaron los griegos con el concepto de cosmopolita. Lo que pasa es que los medios de hoy han creado una sensación de cosmopolitismo que los griegos nunca pensaron.
–¿Su intención en ‘Las palabras primas’ es sofardar el idioma, levantarle la falda?
–Ja, ja, efectivamente. Hay que sofardar en todas las hablas, porque debajo de las faldas, las alfombras y las cortinas, se esconde muchas veces lo que no se quiere que se vea.
–¿Tenemos defensa para los anglicismos, sobre todo los tecnológicos?
–Lo que podemos hacer es pensar en palabras de nuestra lengua que evitan que utilices un anglicismo. ‘Internet’ no se puede omitir, pero en lugar de un ‘attachment’ puedo decir que me envíen un documento adjunto, que no suena mal.
–¿Cuidamos lo suficiente nuestro idioma?
–Una persona que utiliza su propia lengua con descuido da igual que sea anglohablante, francófono o hispanohablante. Cualquier usuario que tiene una curiosidad o ambición intelectual, siempre va a expresarse de manera correcta. De todas formas, la pobreza del lenguaje les aflige más al inglés que al español.
–¿Por qué?
–Al sentirse hablantes de una lengua hegemónica, la pobreza no viene marcada por impregnaciones, sino por una degeneración o decadencia del mismo inglés. Muchos profesores y maestros de secundaria de EE UU lo reconocen, lo admiten y lo padecen.
Autor. Fernando Iwasaki. Premio Málaga de Ensayo.
Editorial. Páginas de Espuma. 256 páginas. España. 2018.
Precio. 18 euros
–Se ha organizado un gran debate sobre el acento andaluz a raíz de la serie ‘La Peste’. ¿Todavía cuesta aceptar la diversidad?
–Los problemas que se han dado en ‘La Peste’ son técnicos ya que se ha grabado con un sonido ambiente en el que se ha perdido la voz. Y también hay un problema vocalización de los actores. Mientras a María Barranco o a Antonio Banderas se les entiende todo, hay producciones en las que para ahorrar costos contratan a gente que no es profesional de la interpretación y lo digo con conocimiento de causa porque dos hijas mías estudiaron Arte Dramático y son actrices. Las dos dificultades importantes que hay en la serie de ‘La peste’ no tienen que ver con su acento andaluz. Ese problema lo ha encarnado más bien el exportavoz catalanista de la CUP Antonio Baños que menospreció el acento andaluz en una suerte de supremacismo trasnochado.
–¿Es curioso que esa mirada coincida con un personaje supuestamente en sus antípodas como Trump?
–Sí y lo digo con todas las consecuencias. Noto entre este señor Baños y Trump un vínculo supremacista.
–¿Portavoza tiene alguna palabra prima?
–Podría convertirse, porque las palabras se van creando. Lo que no puede ser es que tú obligues a todo el mundo a usar esa palabra o que la RAE la acepte sin que exista un uso certificado y popular. A lo mejor ‘portavoza’ termina siendo una palabra afortunada como toballa, que está admitida y lo dice gente que va a la playa con la toalla. Aunque a mí me parece una pobreza admitir esas palabras.
–Tal vez solo hay un sentido provocador con el uso de ‘portavoza’.
-Sí. Es provocador decir ‘portavoza’ o ‘miembra’ para quejarme de que no existe el femenino de esas palabras. Y hay muchos que abusan del señores y señoras, autoridades y ‘autoridadas’... Pero si uno piensa en una canción como ‘La Internacional’ es completamente machista porque no hay visibilidad de la mujer. «Arriba los pobres del mundo» no se podría cantar, sino que habría que decir: «Arriba los pobres y las pobras del mundo». Pero entonces no cabría en la melodía. Estas polémicas son muy vertidas.
–Eso de premio de ensayo suena a sesudo... pero usted rompe con esa imagen.
–El ensayo nace con Michelle de Montegne que descubrió un género que era conversar con los lectores. Pero en algún momento, se convirtió en un texto muy serio, campanudo, riguroso y solemne que iba en contra de la esencia del propio ensayo.
–En su caso, es incluso compatible con diversión. ¿Se imagina un mundo sin humor?
–No, aunque conozco personas sin humor. Pero lo terrible sería un mundo en el que el humor estuviera prohibido. Una pesadilla.
–Según el modelo de Umberto Eco, usted intenta ser un integrado en lo tecnológico, pero conservando su parcela de apocalíptico.
–No se puede estar al día con los avances y las nuevas versiones de todos los programas. Se ha avanzado tanto en este terreno que el ‘Word Perfect 5.1’ que aprendí a usar a principios de los 90 no tiene nada que ver con el ‘Word’ que tenemos hoy.
–Veo que graba videoblogs, pero renuncia a las redes sociales.
–Los vídeos me parecen muy interesantes porque no solo le sirven a mis alumnos, sino a cualquiera que quiera conocer la literatura. Aunque en redes sociales no estoy porque me falta tiempo para escribir a los conocidos. Como para añadir también a los desconocidos.
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