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Ana Aguilar, Jesús Otaola y Paco Puche, rodeados de los libros en la veterana y rehabilitada sede de Proteo. Francis Silva
Medio siglo a pie de página

Medio siglo a pie de página

Proteo-Prometeo cumple 50 años desde su origen como librería antifranquista. Hoy también es editorial

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Domingo, 21 de abril 2019, 00:10

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«Eso de 'Málaga, la ciudad de las mil tabernas y una librería' nunca fue verdad». El que lo dice habla con conocimiento de causa. No niega que conoce los bares, pero su pasión son los libros. Comenzó con una cooperativa de libros de la que, junto a tres socios de clara ideología antifranquista, surgió una librería a la que le dieron una impronta griega. Les gustó eso del titán que le robó el fuego a los dioses y bautizaron al establecimiento con su nombre, Prometeo. Aunque tras ese clasicismo mitológico también escondían un aviso: iban a arrebatarle algo del fuego de la libertad a la dictadura... y algún incendio avivaron. «Traíamos todos los libros prohibidos que podíamos engañando a la censura», recuerda Paco Puche, cofundador de la librería que abrió sus puertas en 1969 en la tercera planta de un edificio de calle Juan de Padilla.

En un año ya se habían trasladado a un local de la Plaza del Teatro. «Estábamos bien situados, aprovechamos la llegada de la universidad a El Ejido, y la gente tenía muchas ganas de leer», resume Puche sobre aquellos inicios fulgurantes que provocó que dejara su trabajo remunerado y se pusiera a trabajar a pie de página. «Esto comenzó como un juego porque ninguno de los socios nos dedicábamos profesionalmente a esto», rememora el cofundador, que añade que, precisamente por ello, Prometeo era una «librería utópica e idealista», aunque el éxito les obligó a aprender a manejarse no solo en las letras, sino también el los números.

Desde su despacho en la última planta del edificio de calle Puerta Buenaventura –cuartel general de la librería desde 1977–, Puche rememora todos esos comienzos como si fuera ayer. A sus 79 años lleva ya una década retirado, aunque pasa todos los días por la que sigue siendo su casa. Antes de subir se paró en el mostrador de entrada para ojear las últimas novedades que han llegado, 'Un invierno en el paraíso' y 'Cuentos de corazón', y dar unas instrucciones. Ya arriba, mientras esperamos a que llegue Jesús Otaola, su sucesor y gerente actual –una llamada lo retiene–, Paco Puche charla sobre la que dice que es una profesión «gozosa y agradecida», la de librero. Incluso cuando tocaba desafiar la lista negra de títulos vetados.

«Importábamos libros de Miguel Hernández, Sartre o Gerald Brenan, que estaban prohibidísimos y logramos engañar a la censura hasta que se aprendieron mi nombre y nos denegaban los permisos para pasar la aduana», relata Paco Puche que le buscó las vueltas para seguir con su labor subversiva. Crearon otra empresa para traer los libros y consiguieron burlar de nuevo la frontera. «Por seguir con la influencia griega llamamos a la nueva compañía Proteo y el truco nos funcionó», señala el librero que también aprovechó su pertenencia a los «movimientos cristianos progresistas como tapadera» de ese tráfico de títulos clandestinos.

Entonces Proteo solo existía en los papeles, pero la librería adoptó esta segunda denominación cuando volvió a crecer con la apertura a finales de los 70 de una segunda sede en el edificio en el que se hace esta entrevista. «Y al final es el nombre por el que la gente nos conoce porque Proteo es más corto y todo lo breve triunfa», sostiene Puche que para entonces ya había comprado su parte el resto de socios, entre ellos un joven Carlos San Juan que todavía no se dedicaba a la política.

Lectores, no clientes

El diálogo se convierte en charla a tres bandas con la entrada de Jesús Otaola –ha dejado su insistente teléfono fuera del despacho– y la conversación se va hacia las singularidades de esta firma cultural. «Tenemos muchos clientes que todavía vienen para que les aconsejemos novelas... de hecho en la entrada tenemos la selección 'Tu librero te recomienda'», afirma el actual gerente sobre esta librería que, pese a tener de todo –desde libros especializados a literatura infantil–, siempre ha cultivado lectores más que clientes.

Jesús Otaola ha pilotado el éxito de Ediciones del Genal, que publica ya 125 títulos anuales

Una filosofía que sus promotores tuvieron clara desde un principio. «Eliminamos los mostradores y la gente podía consultar los libros en las estanterías, lo que fue una revolución», recuerda Puche que por esta y otras muchas razones fue elegido Librero del Año en 1998. Aquella novedad tan accesible para los lectores también tuvo sus riesgos. «Nos decían que nos iban a robar los libros, pero siempre me negué a protegerlos porque desconfiar de la gente me resultaba muy penoso», admite Puche, que incluso disculpa los extravíos. «Si la gente se los lleva es porque los necesita y hasta ahora hemos podido hacer frente a las desapariciones, así que el balance ha sido bueno», considera Puche, que también ha llevado esa política de la confianza a su plantilla.

El propio Jesús Otaola lleva treinta años en la librería y ha pilotado la revolución más reciente de la empresa: la creación de la editorial. Bueno, en realidad, Ediciones del Genal nació hace 20 años pero su catálogo era testimonial hasta hace un lustro. «Aparecieron Eloísa Navas y Carmen Enciso con 'El hotel del inglés' y el éxito de ventas fue tan espectacular que a partir de ahí vino el despegue», explica el gerente, que añade que ya están en 125 títulos anuales de autores y/o temas malagueños, que incluye éxitos como '7LR', que fue finalista del Premio Planeta, o la reedición de 'La desbandá'. «Hemos cubierto una parcela que las instituciones dejaron de atender por la crisis, aportando además una mejor distribución a estas publicaciones», apunta Otaola, que recuerda con orgullo el Premio Librería Cultural de España en 2017.

En la conversación entra la época de la depresión económica que en el caso de las librerías suma además la de los «papelistas», como llama Puche a los negocios que todavía viven de la imprenta. Por eso asegura que cumplir medio siglo es un «milagro». «En los últimos diez años han cerrado muchas librerías, ha aparecido Amazon que se lo come todo y vendemos pocos 'ebook' porque casi todo se piratea, pero aquí seguimos», sostiene el librero que considera que el momento actual es «más difícil» que aquellos comienzos nadando a contracorriente contra la dictadura.

Paco Puche no pasa página de la situación y sabe que el «papel se va al carajo». Pero también recuerda que ese Apocalipsis lleva sonando desde hace una década. «Lo que no pensaron es que el libro de papel es adictivo», augura el prometeico librero que piensa seguir robándole a los dioses algo del fuego eterno para continuar con sus páginas abiertas.

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