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Juan Francisco Ferré, ganador del Premio Herralde 2012, publica con Anagrama ‘El Rey del Juego’.
Juan Francisco Ferré: «La literatura tiene la exigencia de enseñarle al lector a no creer»

Juan Francisco Ferré: «La literatura tiene la exigencia de enseñarle al lector a no creer»

El autor malagueño mezcla thriller, fantasía y humor para analizar la España contemporánea en su nueva novela, ‘El Rey del Juego’

PPLL

Lunes, 19 de octubre 2015, 00:21

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El Rey del Juego (Anagrama) se publica justo en el cuarto centenario de la «genial» segunda parte del Quijote y en el 40 aniversario de la muerte de Franco. Y para él, que se confiesa «muy cervantino» y con la capacidad de hablar de su país sin tabúes, «porque ya somos mayorcitos», esta es la fecha ideal. Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962) aborda la España contemporánea la de Podemos, el nuevo Rey, la derrotada en el Mundial, la mediatizada, la absorbida por la tecnología... en su nueva novela, la primera tras recibir el Premio Herralde 2012 por Karnaval. Un thriller atrevido por los lenguajes que emplea y por los temas que aborda, como la planificación de un atentado contra el Rey o la existencia de un maestro de marionetas que nos manipula a todos. Pero para eso, defiende, existe la ficción, para escudriñar la realidad desde otras perspectivas.

¿Quién es Axel Bocanegra?

Es un escritor de éxito de novela juvenil que lleva viviendo a la deriva mucho tiempo, y que de pronto un día unos supuestos fans de su literatura le invitan a participar en una de las aventuras más extrañas que su imaginación pudiera concebir.

En Karnaval plantaba cara a la crisis económica, en La fiesta del asno al terrorismo etarra, en Providence a los efectos políticos del 11-S. ¿Y en El Rey del Juego?

En este caso he querido hablar de la España contemporánea. Esta novela se escribió en 2014, en la España en la que apareció Podemos; un tiempo también de cambio en la monarquía con la sucesión de Juan Carlos I, que terminaría resignándose a desaparecer porque su figura era cada vez más impopular;y también la España de la derrota del Mundial. Esa España, con todas las salvedades, me recordaba al desastre del 98;un país que se enfrenta a una imagen en el espejo donde no se ve atractivo ni interesante.

Dice la reseña de Anagrama que el Rey del Juego es quien maneja los hilos y convierte a Axel en un títere. Parece que podríamos ponerle nombre propio, y que Axel podríamos ser cualquiera.

Claro, el Rey del Juego es la encarnación de esa especie de maestro de marionetas que desde siempre en la historia ha sido capaz de llevar a los países, no solo al nuestro, a donde quería. Al final yo he querido escribir un thriller en el cual un escritor, que es un ingenuo y un bobo, termina descubriendo una realidad que nunca hubiera sospechado. Y en ese sentido, Axel es un prototipo del ciudadano de nuestro tiempo, en el que me incluyo: estamos continuamente recibiendo fogonazos de información y no acabamos de entender en qué estamos metido. Y, por otro lado, es una novela en la cual quiero afirmar la fuerza del humor.

Una constante en su trabajo.

Sí. Es una forma de resistir a la realidad, es una respuesta de la inteligencia a una realidad que es intolerable, que es antipática.

La novela empieza en su apartamento y el protagonista es un escritor. ¿Tiene Axel algo de usted?

Hago un juego en ese sentido. Pero no soy yo, no se parece en nada a mí, solo que le he prestado el apartamento donde vive. Quería empezar en Málaga para luego hacer un viaje en coche por todo el territorio hasta la España más profunda. Además, es una novela que participa también de la fantasía y la ciencia ficción. Me parece que la única forma de acercarse a la realidad es desde una perspectiva que no sea trillada ni trivial sino original. Y eso nos lo da poder mirar el mundo desde una perspectiva fantástica. Por ejemplo, Juego de tronos. Cuando Pablo Iglesias regala a Felipe VI Juego de tronos es un gesto que yo tengo en cuenta, y la novela tiene también su propio juego de tronos: el nuevo Rey es finalmente el objetivo de un atentado terrorista.

Esta forma de hablar de lo contemporáneo, ¿es una manera de buscar una línea de fuga respecto de la literatura española de hoy?

A mí me interesa una realidad muy concreta, que está definida por los medios y no solo por lo que vivimos a diario. Y en esta novela a partir de un momento determinado se produce un apagón electrónico y ya no hay radio, no hay Internet... A partir de ahí la realidad se transforma. Eso acelera el vértigo del thriller, porque los personajes se mueven en una realidad que ya no pueden encontrar en pantallas ni en información mediada por Internet. Por eso hay que utilizar otros géneros que no son realistas para aproximarnos a esa realidad.

Anagrama define la novela como «un thriller alucinógeno, un cómic sin viñetas o un videojuego literario». ¿Cabe todo eso?

La literatura de hoy tiene que reinventarse. Los medios, tanto audiovisuales como escritos, nos dan ya una visión de la realidad. El creador de ficciones literarias no puede quedarse al nivel que los medios marcan. Tiene que inventar nuevas estrategias, inventar un lenguaje y una forma de hablar de la realidad que sea distinta.

Y además, como ha dicho alguna vez, no puede ser inofensiva.

Y en una época como la nuestra tiene todavía menos sentido. En otra se podía pensar que la literatura podía servir para entretener, pero hoy en día cualquiera ve mejor una película, un telefilme o una serie antes que leer un libro.El libro tiene que tener un significado distinto, tiene que darle algo al lector que no le da ningún otro medio narrativo o artístico.

¿Se siente totalmente libre de escribir lo que quiera?

El gran problema español es que muchos escritores que se llaman de izquierdas escriben conforme al programa de ciertos partidos. Otros que se confiesan más centrados escriben versiones oficiales que no molestan a nadie. Y yo, sinceramente, creo que un escritor se define por tener su propia versión y trabajar con la entera libertad que te da la ficción. La ficción es una forma soberana de creación y no tiene por qué responder ni a los criterios de los partidos políticos, ni de los periodistas. El escritor se puede equivocar, pero al ser ficción tampoco se le puede culpar de nada como a un historiador o un ensayista.

Es una medida de protección.

Sí, la impunidad de la ficción existe. Pero hay novelistas que tienen miedo del poder de la ficción, porque lleva mucho más lejos de lo que uno cree. Lo que yo pienso es desbordado cuando escribo una novela, no soy el ciudadano que soy el resto del tiempo.

¿Piensa en el fondo que todos somos unos títeres?

La literatura tiene la exigencia de enseñarle al lector a no creer, a no dejarse engañar ni manipular. En definitiva, darse cuenta de que incluso aquello que más le atrae puede estar siendo objeto de manipulación.

Fuera de la ficción, ¿quién es para usted el Rey del Juego?

Los Reyes del Juego no son los que aparecen, viven en la sombra y no necesariamente tienen cara. Son poderes, alianzas, corporaciones... o se sabe bien quiénes son.

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