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Picasso, en una de su residencia en la Costa Azul © VEGAP Sucesión Picasso 2014.

El posadero que aprendió a pintar con Picasso

Paul Roux y su pequeño hotel de la Costa Azul protagonizan uno de los relatos periodísticos de Claude Lanzmann, director del documental 'Shoah', reunidos por la editorial malagueña Confluencias

Antonio Javier López

Domingo, 24 de agosto 2014, 01:12

Una comida nutritiva también puede (debe) ser apetecible. Una conjunción feliz encontrada en algunos platos y casi en cada página de 'La tumba del sublime nadador', el volumen editado por el sello malagueño Confluencias que reúne los trabajos alimenticios de Claude Lanzmann, autor de 'Shoah' (1985), el documental de culto sobre el Holocausto nazi. Desde la introducción del libro, inédito hasta la fecha en español, el autor presenta sus credenciales: Durante veinte años, entre 1950 y 1970, antes de empezar a hacer películas, viví de mi pluma, practicando lo que se conoce como periodismo 'alimenticio', mirado con desdén por los periodistas 'serios', esos que tienen las espaldas bien cubiertas y al menos una idea por semana.

Y una idea barruntaba Paul Roux cuando en 1918 regresó de la guerra con siete años de vida militar tras él. Hijo de campesinos, no veía su futuro en la milicia ni en la azada. Su abuela le había dejado en herencia un pequeño café en Saint-Paul y pensaba convertirlo en lugar de parada y fonda. Y en aquella recacha de la Costa Azul acabaron arribando algunos de los mayores artistas del siglo XX. Autores que intercambiaban sus creaciones por alojamiento y pensión en La Colombe d'Or (La paloma de oro), que así se fue convirtiendo en un pequeño museo de las vanguardias artísticas de los primeros años del siglo XX... que durante la madrugada del 1 de abril de 1960 sufrió un robo de obras de arte peritado en 200 millones, como escribe Lanzmann en su relato 'La Colombe volaba, su tesoro voló', donde narra la historia de Paul Roux, el posadero y coleccionista que aprendió a pintar junto a Picasso.

El autor de 'La tumba del sublime nadador' relata la relación secreta y profunda entre Roux y Picasso: ... Al decir de quienes asistieron a ello, era un espectáculo bastante conmovedor ver, ciertos mediodías, al más grande pintor del siglo seguir al pintor aficionado a la habitación de La Colombe donde éste había instalado su estudio. Paul Roux, tan pudoroso, mostraba sus obras a Picasso, le pedía consejos y éste le hablaba como a un igual....

Abre un paréntesis Carlos Pranger, editor de Confluencias, para glosar la figura del autor incorporado al catálogo del sello a caballo entre Almería y Málaga: Lanzmann demuestra en este libro su gran versatilidad como escritor. Hay perfiles; retratos que van de Marceau a Jacques Tati, pasando por Serge Gainsbourg o Jean Paul Sartre; crónicas de sociedad o escritos sobre el Holocausto. Además, Pranger aborda la faceta de Lanzmann como polemista en escritos como los dedicados al escritor y activista político Arthur Koestler -opiniones que luego matizó el propio Lanzmann- o sus reflexiones sobre la visión edulcorada del Holocausto que, en su opinión, ofrece 'La lista de Schindler', el filme de Steven Spielberg, a quien no le sirvió de mucho su declaración como admirador de 'Shoah' para librarse del severo juicio de Lanzmann.

Este libro reúne tanto la visión más hedonista de Lanzmann como sus textos más duros, resume Pranger sobre un volumen que ofrece desde el pulso de la actualidad tomado por el cineasta y escritor en 'Les Temps Modernes', 'France-Observateur' y 'Le Monde', hasta perfiles y reportajes publicados en 'Elle'. Como la historia de Paul Roux y La Colombe, aparecida en el número 749, lanzado el 29 de abril de 1960, donde Lanzmann se asoma a la particular relación entre el propietario de aquel pequeño establecimiento y algunos de los principales artistas del siglo pasado: Los grandes pintores no están locos y, si hacen regalos, es con discernimiento. Si Paul no hubiera sido un verdadero amante de la pintura, ni Picasso ni Braque ni Miró ni Buffet le habrían dado sus cuadros. Ahora bien, lo hicieron: Braque le ofreció una de las tres telas que han sido robadas y Picasso, su famoso ramo de flores. Picasso adoraba a Paul Roux y sabía que éste siempre había soñado con tener un Picasso, una tela de verdad, y no dibujos; pero Roux siempre se echaba atrás ante el precio. Cuando supo que Paul Roux iba a morirse -hacía muchos meses que ya estaba condenado-, Picasso hizo que Titine (la mujer de Paul) fuera a su estudio y le dio el ramo: 'Déjale muy claro a Paul que no es un regalo, que me lo cobraré en comidas', escribe Lanzmann, que sigue: Solemnemente, el Picasso fue colgado en el comedor, al lado de las demás obras maestras. Paul Roux tenía lágrimas en los ojos. Durante tres días casi ni se movió de su silla, perdido ante el cuadro en una fascinada contemplación. Y, el tercer día, falleció. El gran Picasso, solo, solitario, silencioso, acompañó al cortejo fúnebre de su amigo Paul Roux....

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