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El tubo de ensayo del holocausto

El tubo de ensayo del holocausto

Ángela Armero rastrea en ‘Oliver y Max’ la semilla del exterminio nazi a través de los ojos de un niño

Miguel Lorenci

Domingo, 25 de mayo 2014, 07:14

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La solución final que derivó en el holocausto que aniquiló a millones de seres humanos se coció a fuego lento entre 1938 y 1942. Su terrible semillero fue el macabro, salvaje y casi desconocido programa Aktion T4 para eliminar enfermos incurables, niños con taras hereditarias o adultos improductivos. La escritora y guionista Ángela Armero (Madrid, 1980) lo revela en la novela Oliver y Max (Nube de Tinta), en la que contrapone la atemorizada e inocente mirada de un crío del terrorífico «tubo de ensayo del holocausto» con la de sus padres, «un nazi convencido de la bondad del régimen y una enfermera crítica con la barbarie que reconoce». Guionista de cine y televisión, presidenta del sindicato del gremio, Armero reivindica la visibilidad de su oficio. «Más en un momento dulce, con las series de televisión en una edad de oro y con una excepcional calidad literaria muy superior al cine», subraya.

Armero descubrió en Berlín el rastro de las salvajes prácticas del programa eugenésico y en su cabeza se armó «con estructura de cuento gótico» la conmovedora historia sobre el amor entre un padre y un hijo en medio del horror. Un relato íntimo y esperanzador «sobre los miedos más profundos del ser humano, que un niño encarna en la pérdida de los padres, en lo desconocido y en la muerte». Un relato que los editores y la autora sitúan en el territorio mixto de la literatura juvenil y adulta crossover y que evidencia cómo, «en los peores momentos, el ser humano es capaz de dar lo mejor de sí mismo». También cómo «en una época oscura y terrible, nos habla de la capacidad de amar y redimirse del ser humano».

Con ocho años, Oliver no recuerda otra cosa que el ruido de las sirenas y el zumbido de los aviones sobrevolando el cielo de un Berlín devastado en el que llegará a ver a Hitler. Su madre es enfermera y muy crítica con los nazis. Su padre, Max, cocinero del Reich, parece no advertir la magnitud del horror cultivado por el régimen. Una bomba dividirá irremediablemente sus destinos y acabará con el pequeño incluido en el programa eugenésico Aktion T4.

«Fue el tubo de ensayo de la solución final cocinada en la desgraciadamente célebre reunión de Wansee de 1942. Se cobró la vida de más de 250.000 personas, que fueron eliminadas por el bien de la sociedad alemana, para la que buscaban progreso y un beneficio económico acabando de la forma más barata posible con unas vidas que consideraban indignas de ser vividas», explica Armero. Un asesinato en masa para la «higiene étnica y social» en el que también se eliminó a disidentes políticos o religiosos, homosexuales, judíos y gitanos. «Buscaron la manera más barata de aniquilarlos y fueron probando con diversos venenos, con morfina, hasta llegar al monóxido de carbono y los sistemas que se utilizarían en las cámaras de gas». «Reclutaron médicos, enfermeras y miembros de las SS. No toleraron ninguna crítica y a la menor señal de disidencia o debilidad, tambien se los eliminaba».

Tras dos años de investigación decidió abordar la historia desde el punto de vista del crío abandonado en uno de los centros «porque era el mejor enfoque para mostrar la inocencia de todas las víctimas de todas las edades que fueron asesinadas». El padre, con su respaldo al nazismo, «me servía para mostrar el viaje de un ciudadano medio del relato oficial al corazón del horror».

Ángela Armero es diplomada en guión por la ECAM y lleva una década larga escribiendo para cine y televisión. Guionista de series como Hospital Central, MIR, Ciega a citas o Galerías Velvet, es coautora del largometraje El diario de Carlota y ha escrito y dirigido los cortos La Aventura de Rosa y Entrevista. Lamenta que «el guionista deba aún luchar por su visibilidad». «He hecho varias entrevistas como directora de cortos y ninguna como guionista, de modo que en este oficio aún luchamos por no ser invisibles», asegura.

Y eso que los guionistas son el soporte de la edad de oro que viven las series de televisión en España, «donde hasta hace nada te tildaban de chiflado si planteabas hacer una serie sobre una familia de musulmanes españoles en Ceuta, y ahí está el bombazo de El Príncipe». No todo el mérito es de los guionistas y de la «excepcional calidad literaria» que hay en muchas serias. «Los ejecutivos de televisión también han cambiado el chip y son mucho más receptivos y audaces con las propuestas más arriesgadas que les llegan», resume.

Presidenta del sindicato de guionistas ALMA, la primera incursión en la literatura de Armero fue la novela infantil Alexandra y las siete pruebas (2012). Imparte además clases en la ECAM y en la escuela creativa Hotel Kafka, y colabora con diversos medios.

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