Letraversal, poesía a cara de perra
La editorial malagueña firma su nuevo doblete con el regreso literario de Cristian Alcaraz y el potente estreno de Natalia Velasco en su nueva colección Letra Canina
El logotipo de la editorial es el tallo de una rosa cortado por un puñal. La propia cubierta de los libros deja un tacto áspero como de papel de lija, capaz de arañar la yema de los dedos y las solapas de los otros compañeros de estanterías. Porque estos son libros que duelen, que a menudo sangran, que dejan una huella emocional, pero también física en una ampliación del campo de batalla de la poesía desde los territorios de la intimidad hasta las aceras. A pie de calle. Porque esta es una poesía a cara de perro.
De perra, quizá, porque esa es otra de las dentelladas secas y calientes que da cada título de Letraversal: la reivindicación de la igualdad desde la diversidad, el femenino plural como arma de lucha política en el combativo catálogo de esta joven editorial malagueña que saca libros a pares y que ahora lanza una nueva colección, bautizada con una polisemia gozosa y crítica: Letra Canina. Porque de ahí saldrán los primeros libros de jóvenes poetas en un negocio con una rentabilidad tan canina como el hambre de buenos versos.
Poemas pegados en 'El cielo de la boca', título del libro de la joven malagueña Natalia Velasco (1998) que inaugura esta aventura en la que Letraversal ha encontrado la complicidad del Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Málaga (UMA). Junto al deslumbrante hallazgo de Velasco, la editorial levantada por Ángelo Néstore y Martín de Arriba entrega el regreso literario después de casi una década de otro talento local: Cristian Alcaraz (1990) y su 'Individuo armado'. Y pese a sus notables diferencias en fondo y forma, ambos títulos abordan cuestiones comunes como la identidad, las relaciones afectivas y el incierto tránsito hacia lo que se suponía que iba a ser la madurez.
«Los hombres de este territorio me han construido / como hombre de este territorio. / Ellos son los hombres / porque llenan por completo sus pulmones. / Ellos son hombres / porque dinamitan el cercado», escribe Alcaraz en el poema que pocos versos después, remata: «Un hombre es / un límite».
Después de recibir el III Premio de Poesía Joven Pablo García Baena por el potente 'Turismo de interior' (La Bella Varsovia) y el Premio Desencaja por 'La orientación de las hormigas' (Renacimiento) Alcaraz regresa a la poesía con un libro articulado a partir de cuestiones como el deseo, la soledad, la violencia y la noción de masculinidad.
Porque 'Individuo armado' «sostiene una experiencia del mundo conflictiva para una generación hipertecnificada«, como escribe Ramón Gázquez en el epílogo, que añade: «Y es hermoso este retrato paradójico que Cristian Alcaraz realiza sobre el sentimiento de fondo de una generación, quizá la millennial, donde la hiper-mediatización, la fragilidad de las relaciones afectivas y el desarraigo vitalista han provocado una despersonalización del 'yo' que, al mismo tiempo, produce una lejanía con el estado actual de las cosas».
El desarraigo
Desarraigo, errático, destierro. Las tres palabras sobre las que se apuntala el poema inaugural de 'El cielo de la boca', unido por un hilo invisible a ese 'Individuo armado' a través de la reflexión crítica y poética sobre el presente y el futuro de los nacidos entre la última década del siglo pasado y la primera de este. «perder la lengua materna debe ser / como quedarse ciega por dentro / como quedarse sin piel / sin bordes / debe ser liberador / que las cosas dejen de tener nombre / que pierdan la forma / y se vuelvan líquidas / poder bebérmelo todo / y que me sepa para siempre la boca / a ningún sitio«, abrocha Velasco, traductora y partícipe del taller de poesía impartido por Violeta Niebla en el Contenedor Cultural de la UMA.
Y así las zonas de sombra del lenguaje (nada hay menos inocente que las palabras) conviven en 'El cielo de la boca' de Velasco con la violencia hacia las mujeres, la preocupación de una madre, la presión de ser madre, el sentimiento de pertenecer a ninguna parte y el horizonte –quizá más aprendido que asumido– de tener que echar raíces bajo un techo con hipoteca a plazo fijo.
«Pared blanca. / Pared blanca con gotelé blanco. / Pared blanca con gotelé blanco del que no pincha . / Las fotografías o los fósiles / y las banderas o las conquistas ficticias en un mapa», comienza el poema 'Deshabitar es un verbo pronominal', que termina: «Si preguntan, me encojo de hombros / y respondo que no sé, que son rachas / que hay algo que me aprieta«.
Porque los versos de Alcaraz y Velasco recuerdan que cada libro de Letraversal aplica la receta de las madres cuando echaban el agua oxigenada sobre la herida abierta: si escuece, cura.
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