Javier Vilató, el artista que supo salir de la alargada sombra de Picasso
La Casa Natal reivindica el lenguaje propio y singular del sobrino del genio universal en una gran retrospectiva por su centenario
Creció rodeado de los cuadros de su tío en la casa de su abuela. «Sus cuentos de pequeño eran todas las tablitas que ahora hay ... en el Museo Picasso de Barcelona», cuenta su hijo Xavier. Fue su tío quien le rescató del campo de concentración francés en el que acabó tras la derrota republicana. Él le introdujo en los círculos artísticos de París, le mostró el mundo de los talleres de Montmartre, le enseñó la técnica del grabado e incluso juntos firmaron cuadros a cuatro manos como 'Naturaleza muerta' (1947). Pero Javier Vilató era mucho más que el sobrino del gran Pablo Picasso. El artista supo salir de la alargada sombra del genio universal y construir una obra propia y original, un lenguaje singular que ahora se reencuentra con la Casa Natal de Picasso al cumplirse los cien años de su nacimiento.
'Vilató. 100 obras para un centenario' ofrece en las salas temporales de la plaza de la Merced una completa retrospectiva del artista, desde su primera pieza expuesta en público con tan solo 11 años hasta sus últimas creaciones. Es el «epicentro» de un homenaje que se reparte por cinco sedes diferentes con obras de Vilató en el Pompidou de Málaga, el Museo del Grabado Españól Contemporáneo de Marbella, el Picasso de Barcelona y la sala municipal de exposiciones de Almoradí (Alicante), donde se refugiaba durante semanas para pintar en soledad.
Un «maratón vilatoniano» que reivindica el valor artístico de Vilató más allá de la fama universal de su tío. «Es complicado ser un 'Picasso'», reconocía su hijo Xavier Vilató en un recorrido por la exposición que él ha comisariado y donde se suceden las preguntas sobre su tío abuelo. Tuvo la enorme «suerte» de nutrirse del rico universo picassiano de forma natural, pero «en los ojos de los otros» siempre existen las comparaciones. Pero Vilató logró un estilo propio que empieza a cobrar dimensión a partir de los años 50.
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Su obra es un reflejo de su vida. Junto a la pieza de adolescencia, se suceden dos cuadros de 1939 de clara inspiración cubista, la primera vanguardia, que descubre cuando Picasso le libera del campo de concentración y pasa un tiempo en un hotel donde también se alojaba Frida Khalo. Cuando regresa a Barcelona, con poco más de 20 años, se une a un grupo de pintores que busca un lugar donde exponer sus obras y su arte se vuelve neoclásico, con retratos como el de su hermana, 'Muchacha de las violetas'. Pero las figuras vuelven a romperse cuando obtiene una beca para ir a París y por primera vez expone en la ciudad piezas como 'Composition' (1946).
En los años 50 es cuando Vilató «construye su lenguaje». Decía que él había nacido en un mundo donde el cubismo ya existía, así que su aportación fue «dar curvas al cubismo», explica su hijo. Es el post-cubismo. Frente a la abstracción con la que algunos artistas respondieron a esa primera vanguardia, en Vilató la figura sigue teniendo una enorme presencia en la obra. Las formas se redondean y se alargan en extrañas pero reconocibles composiciones. Fantástica 'La Fuite avec le chien', donde con una técnica puntillista retrata a una niña que corre descalza junto a su perro.
Sus mujeres se convierten en el centro de su inspiración. Primero Germaine, madre de Xavier Vilató. Después Marianne, que este martes volvía a verse en las paredes de una sala de exposiciones. «Ya me he acostumbrado», dice su viuda frente a varios de sus retratos ('Portrait aux couettes', 'La blouse blanche', 'La Cheminée'). Asegura que nunca posó para él: «Estaba en su cabeza».
Sus raíces andaluzas también están en obras llamativas como 'Guitarrista'. Todo lo que «oliera a España» atraía a quienes se habían visto obligados a vivir lejos de ella. Vilató, que mantenía su vínculo con Barcelona, era la conexión española de Picasso en Francia, quien le traía noticias de su familia y vino de Málaga. «Su relación ha sido muy intensa. Françoise Gilot me decía que cuando estaba con Pablo, la persona más próxima a él era mi padre», recuerda.
La exposición, que se mantendrá abierta hasta el 20 de marzo, cierra un círculo que empezó cuando Vilató viajó con su familia a Málaga a finales de los 90 y conoció la Casa Natal y a su director, Eugenio Chicano. Entonces era el «único sitio en el que se mantenía la llama» de Picasso en Málaga, un «museo sin obra» que funcionaba «solo con las ganas de saber y de hacer un centro documental, la base de todo». Décadas después, cuando Picasso ha marcado un «antes y un después» en la ciudad, Vilató regresa a la Casa Natal.
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