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Imanol Arias interpreta al coronel de García Márquez R. C.

Imanol Arias y Carlos Saura ya no esperan ninguna carta

El actor y el director defienden la vigencia de 'El coronel no tiene quien le escriba', la obra de García Márquez con la suben a escena en Madrid, en una conversación improvisada en los camerinos

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Lunes, 6 de mayo 2019

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En un camerino del teatro Infanta Isabel, Carlos Saura, con una cámara Fujitsu digital colgada del cuello, llama a Imanol Arias. «Imanol», alza la voz hacia el pasillo. Le espera de pie, algo intranquilo, quizás todavía con la sensación del atasco que le esperaba en la entrada a la ciudad, mientras el actor posa para la cámara entre las paredes verdes del recinto madrileño.

-Estás muy elegante -le dice Saura cuando el actor entra y elige una silla de madera de espaldas a la puerta. Detrás, el atrezzo de alguna obra de época.

-Me visto así porque después vamos a ver a Concha Velasco -la responde Arias, vestido con camisa clara y americana azul-. Lo que me tiene nervioso es verla.

-Y el pelo que tienes es tuyo, ¿no es una peluca? -bromea Saura, ya sentados frente a frente, sin mesa intermedia, casi ajenos al contexto, como si tuvieran una conversación pendiente, como viejos amigos que no se han visto desde hace años.

-No, no, es el mío -le responde el protagonista de 'El coronel no tiene quien le escriba', una adaptación de la novela de García Márquez que dirige Saura y con la que sube a escena en Madrid, a partir del 15 de mayo-. Quería cortármelo, pero no me han dejado.

Carlos Saura posa con el gallo del coronel
Carlos Saura posa con el gallo del coronel Sergio Parra

Ambos ríen con complicidad. A pesar de la experiencia que comparten en el mundo audiovisual español, es la primera vez que trabajan juntos y han elegido hacerlo con la adaptación de Saura de la historia de un viejo militar de las guerras civiles que, una vez retirado, espera que el Gobierno, para cuyo bando luchó, cumpla la promesa de darle una pensión. Esa es la carta que espera el coronel, y que no llegará aunque pasen los años, mientras él y su mujer viven en la pobreza, con tan solo un gallo de pelea como capital. Sucede en Colombia pero podría tratarse de cualquier país dividido.

-En la vida se puede ser pobre o estar muy enfermo, pero es muy importante la dignidad, el respeto a los demás, enfrentarse a la vida cada día -reflexiona Saura, nacido en Huesca en 1932, sobre el trasfondo de la obra-. La metáfora de depender del gallo para sobrevivir es tremenda.

-Es un animal que, si no combate, nada vale -completa Arias, mirándolo a los ojos-. Este texto tiene que ver con la existencia. Vivimos en un estado de sitio continuo, alteraciones por todos los lados. Nos hemos olvidado de lo que es vivir en paz. Los valores que tenemos nos alteran y nos alejan de lo simple: crecer, reproducirse, escuchar, leer, amar. Eso no tiene vuelta atrás. ¿Qué te queda al final? La dignidad y resolver las deudas con el pasado. Porque de lo contrario ese estado de sitio se puede convertir también en una guerra. El coronel es un resistente.

-Del coronel tengo los años -dice Saura-. Me siento próximo a él, desde la perspectiva del hombre mayor. La obra se proyecta hacia un futuro posible, que está marcado por la muerte. En las obras de teatro o en el cine se habla poco de la muerte en serio. No digo lo de pegar tiros a cuarenta tíos, sino de la que va a llegar inexorablemente. Todos hemos sentido ese conflicto de que la vida es fútil, que todo pasa. Pero ya nos metemos en metafísica. Y no me apetece mucho.

-Yo no tengo ni la edad del coronel y nuestra vida no se parece, pero quiero encontrar en mí, como intérprete, dónde residen los resortes comunes, para encarnarlo -le dice Arias, nacido en Riaño en 1956-. Si algo tengo del coronel, es la ilusión. Pero me gustaría ser tan digno como él.

-Yo creo que tienes más del coronel de lo que dices. Hay un contagio inevitable entre la realidad y lo inventado del personaje. Esa especie de ficción forma parte de la vida de un actor.

-De ficción y de fricción. Cada personaje se monta de muchos fracasos continuos. Hasta que con el tiempo eso que es literatura empieza a sonar en ti como algo propio. Ese fracaso es el que te hace tener interés por el personaje.

-Yo no hablaría de fracaso sino de preocupación.

-Los ilusionistas decían: de victoria en victoria hasta el fracaso final. Pero a mí me gusta decir: de fracaso en fracaso hasta la victoria final. El logro de haberlo conseguido.

-Es un reto, no un fracaso -insiste Saura.

-Un reto que no siempre se cumple -alerta Arias.

El coronel interpretado por Imanol Arias
El coronel interpretado por Imanol Arias R. C.

-Depende de hasta qué punto asimilas al personaje. No es que vayas a ser el coronel, pero sí una parte de cómo es. Si un personaje es interesante, el actor y el director se lo creen. Cuanta más mentira, mejor.

Mentira y realidad

En este encuentro de lunes por la mañana, Imanol Arias le cuenta a Carlos Saura cómo han ido presentaciones anteriores con esta obra, que estuvo la semana pasada en Zamora, y rememora una función anterior, antes de llegar a Madrid: -Con el sonido del tren fue como si nos vinieran cosas de afuera -le dice-. Era un pasaje a la aventura.

-¿Ves? -le interrumpe Saura-. Tú, que decías que nada tenías que ver con el personaje, y estás lleno de frases suyas.

-Es que yo de pequeño era amigo del hijo de jefe de la estación de los trenes de vía estrecha. Soy muy de trenes.

-Todos los que hacemos cine o teatro estamos metidos en una aventura que no sabes cómo va a terminar. A mí me gusta que se pierda la rigidez, que el texto se interprete de muchas formas y tener el derecho de cambiarlo. El teatro aporta una forma de ver la vida. Le da a la gente una especie de espejo.

-Creo que el teatro permite un encuentro donde la ficción es real porque se produce en ese momento. Otras producciones te empiezan a dar la posibilidad de tener mundos a la hora que quieres, de la forma que quieres, pero en el patio de butacas experimentas lo que te pasa frente a un hecho real con una historia que es mentira. Yo noto la potencia del teatro en la sociedad. Hay una comunión entre la gente va a ver las piezas.

-Van más ahora que antes -dice Saura, que recuerda que su versión de la novela de García Márquez tenía otro final al del famoso «mierda» del coronel. Saura añadía una escena del velatorio del militar, interrumpido por la llegada de la carta-. Se olvida que antes recibir una carta era importantísimo. No había otro medio hace treinta años y había cartas de amor, correspondencias con tu amante. Ahora son inútiles.

-En el sentido simbólico de la carta del coronel, yo no espero ninguna -finaliza Arias-. La vida no me ha negado algo tan importante como a él. Pero sí recibí una que me decía que debía algo. Y ya cumplí. Ahora sólo quiero vivir sin angustias.

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