

Secciones
Servicios
Destacamos
T.L.G. llegó al hospital en 1942 con una hemorragia vaginal provocada por la paliza que le propinó su marido. Estaba en shock, callada e inmóvil. La solución fue aplicarle varias sesiones de electrochoque y dejarla ingresada dos meses en la sala 20 del ... manicomio provincial de Málaga. A otra mujer la llevó directamente su marido, con «mucha pena» porque sabía que su esposa «no es loca como las demás»: «Su enfermedad consiste en que mensualmente, cuando tiene la menstruosidad, es cuando se trastorna un poco y es tan fuerte el estado nervioso que le entra que le da por pelearse conmigo y con nuestra hija».
Celia García-Díaz, psiquiatra y profesora de Historia de la Ciencia en la Universidad de Málaga, ha buceado en cientos de expedientes de mujeres que pasaron por esa sala 20, el módulo femenino del manicomio público, entre 1909 y 1950. Una investigación que dio lugar a una tesis calificada Cum Laude, a un libro editado por CEDMA en 2023 ('Un lugar para la locura de las mujeres. Historia (s) de la sala 20 del manicomio provincial de Málaga 1909-1950') y a una visión de género de la psiquiatría inédita hasta ahora. Este miércoles en el Centro Andaluz de las Letras (CAL) la compartirá en un encuentro titulado 'Una mirada a la locura femenina' con la colombiana Luz Alexandra Garzón, que ha liderado un trabajo similar en Bogotá (19.30 horas). Porque aunque existan singularidades culturales obvias, los estereotipos de la 'mujer loca' son universales.
«Las 'mujeres locas' eran generalmente las que transgredían los roles sociales hegemónicos de la época», relata García-Díaz. Le sucedió a M.S.M., a quien su propio marido llevó en 1935 a la institución –en lo que hoy es el Hospital Civil– por sus «rarezas»: «Se va a la calle. Caprichosa. No quiere estar en la casa. Trabaja cuando le parece». Fue diagnosticada de esquizofrenia, la afección mental de moda en la psiquiatría de principios del siglo XX. A otra de las mujeres que pasaron por esa sala la describen como «caprichosa, expansiva, violenta. Muy independiente. Ha dicho a veces que la pretendían. Rarezas. Fantástica. Su moral algo rara. Siempre ha sido rara, extraña, estrafalaria (...) lleva un mes bebiendo y de escándalos. No come, no duerme, no guisa. Se ha descuidado en el pago. Exhibicionista. Insultaba».
Cualquier reacción de furia o expresión de sufrimiento en la mujer era vista como una patología mental. En su labor de «arqueología documental», Celia García-Díaz rescata el caso de C.C.M. llevada en 1949 al manicomio por la comisaría de vigilancia y acompañada por su marido. Según contó él, su esposa había tenido un bebé que precisaba un tratamiento y no tenían medios para pagarlo. «Le pidió el dinero a un tío suyo 'adinerado' que se lo negó. A los dos meses, el niño falleció y ella amenazó de muerte a su tío, motivo por el cual fue detenida y llevada al manicomio». Allí permaneció algo más de dos semanas, donde fue tratada con electrochoques.
La psiquiatría actuaba así como «brazo ejecutor», como corrector, para ajustar a las mujeres al rol tradicional que se esperaba de ella. «Cualquiera que saliera o no se ajustara era susceptible de terminar ingresada en estas instituciones», añade. Normalmente, además, llevadas por hombres de la familia. De hecho, el 52% permanecía allí menos de un mes, lo que revela que en muchos casos era una herramienta para «reconducir sus conductas» y volver al poco a su medio familiar.
D.G.S., de 26 años, no respondía al papel de madre abnegada inmediatamente después del parto: «El marido la trae por su inactividad», refleja el psiquiatra en 1940. A.T.C. demostraba ser «poco religiosa», además de «terca y obstinada». En otra historia se recoge cómo a pesar de que «su marido le pegaba», no había conseguido «hacerla aborrecer el tóxico», en referencia al alcohol. Ella, añade su expediente, «reconoce el buen comportamiento de su cónyuge y comprende la necesidad que ha tenido de internarla».
Y es solo el principio de esta historia de la psiquiatría en Málaga. Un equipo liderado por Celia García-Díaz revisa ahora los archivos de las Hermanas Hospitalarias, una institución privada incluso anterior al manicomio provincial. El objetivo es añadir a la perspectiva de género el sesgo social. No hay que olvidar que quienes ingresaban en la sala 20 eran mujeres con pocos recursos, en su mayoría del entorno rural. Todo lo contrario de lo que sucedía en las Hermanas Hospitalarias, donde terminaban las hijas de buenas familias. Allí tenían mejores instalaciones y, según las primeras pesquisas, accedían a otros tratamientos específicos, como el uso de sanguijuelas perineales y cauterizaciones vulvares, porque se creía que la locura femenina (no la masculina) estaba relacionada con el aparato genital.
Los relatos de estas mujeres son tan sobrecogedores que darán lugar a un segundo libro, pero a García-Díaz le gustaría ir más allá. Piensa en una novela gráfica o incluso en una obra de teatro con sus testimonios reales, cualquier expresión cultural que devuelva la voz a quienes fueron doblemente silenciadas, por sus familias y por la institución que debía protegerlas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.