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«¡Me gusta hacer cabronadas!»

L. I.

Domingo, 14 de enero 2018, 00:21

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Tenía un nombre tan inacabable como su talento. Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. Así reza su partida bautismal. Poco importa, porque la esencia y la existencia de Picasso están en sus obras. Al completo. Con detalle. Cuadros, grabados, esculturas, cerámica, cuadernos. En 'El fin del camino', alude al entierro pobre y sin lápida de su hermana Conchita, muerta por difteria. Varias veces representa el sepelio de su amigo Carles Casagemas, que se suicida con 20 años. En los lienzos siempre le acompañan sus amantes. Con cada una vive una etapa emocional y artística, que exprime y desecha en busca de la siguiente. Academicismo, etapas azul y rosa, surrealismo, cubismo. Cuando la musa ya no le sigue el paso en su camino, la deja; agotada, consumida.

Su madre aconseja a Olga Koklova no casarse con él. «No creo que haya una mujer que pueda ser feliz con mi hijo. Es capaz de darse a sí mismo, pero no a otra persona». La bailarina del Ballet Diaghilev no le escucha. Contraen matrimonio en 1918. Jean Cocteau y el poeta Apollinaire serán testigos del enlace, sujetando coronas doradas sobre sus cabezas en la iglesia ortodoxa de la calle Daru de París. Ella sabe que él mantiene múltiples y coincidentes romances. Lo aguanta. Pero en 1935, embaraza a Marie Thérèse Walter y le pide el divorcio. Se lo niega. Muere a los 64 años, siendo su esposa. Es una más en la lista. Como Fernande Olivier, Eva Gouel, Geneviève Laporte, Dora Maar, Françoise Gilot, Jacqueline Roque...

Mucho se dice sobre las mujeres de Picasso. Para algunos autores, era un monstruo que destrozaba a quien quería; si es que alguna vez lo hizo. El periodista Antonio Olano defiende que en realidad «las entronizaba» y quería tener «para siempre». Pero, como todo lo definitivo en su vida, ese siempre «tenía límite de tiempo». El escritor gallego le vio una vez sacar por una puerta a Marie Thérèse Walter -entonces compañera oficial y madre de su hija Maya- y por otra a Dora Maar, la nueva amante del momento. Al comentarle el embrollo, contestó: «Ya te lo he dicho una vez. ¡Me gusta hacer cabronadas, que son las travesuras de los que hemos dejado de ser niños! Son nuestras picardías».

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