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Jueves, 28 de febrero 2019, 01:17
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Cada cuadro de una tacada, en una sola sesión, con la pintura muy diluida y, por primera vez, en color. Y cuando el óleo está todavía fresco, María Dávila aplica un paño húmedo. Va «sacando la luz». Y el resultado recuerda un poco a una foto hecha a una pantalla de ordenador, a una leve interferencia en la señal de la televisión, a un fallo en la fase REM del sueño. Llega así una escena difusa sin llegar a ser borrosa. Etérea. Una imagen que sin embargo se queda grabada en la memoria y la retina, merced a un poder de seducción, de inquietud también, cuyas raíces se antojan profundas.
«Me interesa crear relaciones entre las imágenes –ofrece Dávila–. Es algo que no sólo se plantea en el montaje expositivo, sino que trabajo así. En mi proceso de trabajo no elijo las imágenes de partida y luego las pinto, sino que a medida que voy encontrando las imágenes las voy pintando y se van creando las asociaciones a medida que va avanzando el proyecto».
Aquí las imágenes parten del cine para llegar hasta las paredes de La Caja Blanca en la exposición 'Post scriptum', estrenada ayer en el marco del ciclo Málaga de Festival (MaF) previo a la celebración del certamen cinéfilo. «Abordo asuntos como las fronteras entre realidad y ficción, lo que de teatral tienen la realidad y las relaciones interpersonales y lo que hay en el cine de verdad», sigue Dávila (Málaga, 1990) sobre el proyecto nacido hace cuatro años y aquí destilado en nueve lienzos reunidos hasta el 24 de marzo.
«En la exposición 'Dramatis personae' (presentada en Málaga en 2015 dentro del Programa Iniciarte) empecé a investigar el cine surrealista y el cine francés en blanco y negro con la técnica que sigo aplicando aquí de limpiar con un paño la pintura cuando todavía está fresca, lo que permite ir sacando las luces. Ahora, por primera vez trabajo con el color, así que este proyecto tiene una base importante de experimentación, porque con el color todo es más complicado», comparte Dávila, que ha presentado su obra en espacios como el CAC Málaga, la Sala Parés y la Galería Yusto/Giner, entre otras entidades públicas y privadas.
Surgen así los cuadros de Dávila como fotogramas pintados sin vocación de relato cerrado. «No entiendo que haya una sola lectura. Hay más asociaciones entre imágenes que crean relaciones. Hay quizá, una atmósfera», brinda la artista malagueña antes de detenerse en uno de los detalles esenciales de 'Post scriptum': las manos.
«Es un elemento que me interesa mucho, porque las manos están en la frontera entre lo que es cuidar y lo que es manipular y esa tensión, esa ambigüedad, me resulta muy estimulante. Para mí la exposición no establece una lectura clara, una única narración. Me interesa más que sea el espectador el que llegue a sus propias conclusiones», reivindica Dávila.
Y así, como plantea el profesor de la Universidad de Málaga (UMA) Luis Puelles en su texto sobre 'Post scriptum', Dávila actúa como una suerte de «artista-cirujana», practicando secciones en las imágenes y, también, sobre la contemplación tradicional de una obra de arte.
«La pintora –escribe Puelles– concentra su mirada y su bisturí en esta doble acción: en provocar la fijación de la imagen y en traerla a la superficie sin perspectiva posible. Nada habrá de quedar con anterioridad o sucesión respecto a ella, tampoco detrás o al fondo». Sólo la pintura de Dávila. Nada menos.
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