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El diestro Manuel Escribano en su faena la muleta al segundo de su lote. :: efe
Escribano, del     todo recuperado

Escribano, del todo recuperado

Casi dos años después de la gravísima cornada de Alicante, el torero de Gerena recobra su seguridad y facilidad proverbiales

BARQUERITO

SEVILLLA.

Domingo, 15 de abril 2018, 00:16

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Cárdenos los seis toros de una corrida de Victorino pareja, astifina y bien cortada, grande y magra, alta y larga. Pero tan justa de motor que apenas provocó. O solo provocaron los dos difíciles. Segundo y tercero. El segundo, menos toro que los demás, puesto por delante y listo, creó peligro y emoción al revolverse en un palmo y, si no, al frenarse, medir y rebanar. El tercero, degollado y engatillado, muy en Saltillo, picado muy trasero, esperó en banderillas y sacó entonces un punto artero. Fue el único que respiró con el aire felino tan propio de la casa.

Con esos toros problemáticos cumplieron más que bien Manuel Escribano y Daniel Luque, los dos toreros de Gerena juntos en un mismo cartel. La faena de Luque al tercero fue de rica técnica: la muleta trasera o escondida, pasos perdidos, el toque hacia fuera en burla inteligente. Luque se había doblado de partida con rigor y regusto en los únicos cinco viajes claros que tuvo el toro, que enseguida dio en revolverse justo al entrar en suerte. El gobierno del toro fue más que suficiente. Una prueba de madurez.

La faena de Escribano fue más espectacular, de llama prendida desde la aparición del toro, al que esperó de rodillas no a porta gayola sino tres metros más allá de la raya segunda frente al portón de toriles. Una larga librada por los pelos porque el toro le vino midiendo o deslumbrado y, en la vertical, excelentes lances de brazos, largos y limpios, bien tirados. En ese trance primero los dos toros del lote de Escribano, el segundo de Antonio Ferrera -cuarto de corrida- y el sexto se prestaron a floreos con el capote.

Los lances de Ferrera, una cadena de ocho ligados, tuvieron vuelo y compás. Los de Escribano en la vertical, particular desgarro. No solo los que siguieron al primer intento medio fallido a porta gayola. También los que, en situación casi al calco, pusieron broche brillante al saludo del quinto de corrida, que apretó en las tablas de toriles en son muy guerrero. Escribano, ajustado y firme, jugó los brazos en verónicas virtuosas no solo por su arrojo sino por su dibujo y temple. Ese fue el momento de la corrida -de toro y torero- y la banda de Tristán tuvo el lindo detalles de subrayar el trance con esa música que en el clamor del público apenas se puede reconocer, pero destila una carga volcánica.

Los medios viajes del segundo toro los resolvió Escribano sin más problema que un desarme. Supo entenderse con las embestidas gota a gota y al ralentí del toro de la música, el de más serios galopes antes de varas, y el único de todos lidiado sin acierto en el primer tercio. El victorino de embestida agónica tiene a gazapear. Aura, por tanto, de toro incierto. Pese a todo eso, tuvo ritmo propio la faena, que Escribano había brindado a Emilio Parejo, gran currista, relevante crítico taurino en su día del desaparecido Diario 16 de Andalucía y del Canal Sur de la televisión autonómica.

Luque le pegó al sexto de salida media docena de lances buenos. Ferrera tuvo el detalle de quitar el toro del caballo en la segunda vara, y de hacerlo con un largo capotazo por delante.

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