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Un visitante contempla una de las obras de la exposición. SUR
Escenografías parlantes

Escenografías parlantes

Crítica de arte ·

Ana Barriga genera escenografías con objetos desclasados y marcados por lo cursi. Esos bodegones resultantes, que suponen un diálogo con la tradición, camuflan mensajes sobre las relaciones humanas

juan francisco rueda

Sábado, 14 de octubre 2017, 00:57

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La pintura de Ana Barriga (Jerez de la Frontera, 1984), bajo el estridente colorido de los objetos comerciales ‘kitsch’ que pinta tanto como su factura pictórica que evita lo pulcro y sofisticado, posee un innegable engarce con la tradición pictórica. Pareciera como si la pintora no pudiera –ni quisiera– escapar de unos códigos asumidos, pero, sin embargo, se encuentra con la imperiosa necesidad de reformularlos, de actualizarlos, de trasladarlos a su tiempo y al mundo que le rodea. En definitiva, de verter sus preocupaciones bajo símbolos, emblemas y alegorías. Esto es, ‘contar’ usando unos códigos que nos recuerdan a la naturaleza muerta y a la ‘vanitas’, pero que tratan de exponer cuestiones de índole biográfica, de contenido social o sobre cuestiones esenciales del ser humano (amor, muerte, erotismo, matrimonio, relaciones sociales). Éstas laten en composiciones de objetos familiares marcados por un exceso de cursilería y sentimentalismo.

'Ni trono ni reina'

  • Autora: Ana Barriga

  • La exposición: 16 pinturas realizadas en 2017. Aunque por lo general los formatos son medianos, Barriga presenta tres grandes lienzos. Técnicamente ha de destacarse el empleo que hace del esmalte y que resulta capital para transmitir sensaciones ligadas al volumen y la profundidad.

  • Lugar: Galería Yusto/Giner. Madera, 9, Marbella, Málaga

  • Fecha: Hasta el 30 de noviembre.

  • Horario: Lunes a viernes, de 10.00 a 14.00 horas, y de 17.00 a 20.00 horas; sábados, de 11.00 a 14.00 horas.

Esos bodegones de elementos desclasados, que la artista recupera en los lugares en los que los exiliamos o sacamos de nuestras vidas una vez que envejecen, transmiten una poderosa sensación física: las ilusiones de profundidad, gracias a la escenografía o el espacio interior que recrea, y de volumen, mediante la suma de objetos, resultan irrefrenables. El volumen, esa idea de tridimensionalidad, no la alcanza Barriga gracias a la valoración del claroscuro, del sombreado, como podría esperarse dado el engarce con la tradición. Y es que, los objetos que reproduce están iluminados y apenas se genera sombra, sino que transitamos por distintos niveles de reflejos, de intensidades de luz, de ahí la importancia del uso del esmalte, que permite incorporar superficies con brillos. Ha de valorarse, en cierto modo, esa subversión de la tradición a través de la luz, esa suerte de viaje de ida y vuelta a las fuentes para regresar con ellas pero transformadas.

Barriga parece compartir la necesidad de otros pintores por encontrar un modelo para llevarlo a la imagen

Barriga parece compartir la necesidad de otros pintores por encontrar un referente volumétrico (un modelo), incluso de construirlo o generarlo para, con posterioridad, llevarlo a la imagen, pasar de la tridimensionalidad a la bidimensionalidad. Por tanto, se incorpora a un grupo numeroso de creadores de modelos para ser pintados, como Nacho Martín Silva, Pere Llobera o Michaël Borremans –algunos fotógrafos también sienten esa necesidad, como James Casebere o Ignacio Llamas–. Esa opción, la de construir esas escenografías o bodegones, es vehiculada para alumbrar símbolos y alegorías, algunas evidentes y otras camufladas. Muchas están marcadas por la ironía y lo caustico, como las que se refieren al matrimonio, al amor, al desamor y a las incertidumbres que depara la vida.

Sus pinturas son representaciones y ese telón de fondo no es un espacio neutral

La idea de escenografía es llevada hasta las últimas consecuencias. En algunas de sus pinturas, Barriga sitúa una especie de tapiz que vendría a hacer las veces de un telón de fondo, del plano que cierra el escenario de una representación. Ciertamente, sus pinturas son representaciones y ese telón de fondo no es un espacio neutral. La artista aprovecha para, en lo que parece un estampado accidental, incluir símbolos y expresiones que no debemos entender como gratuitos, sino que vienen a aportar sentido al conjunto y permiten articular un mensaje. Hay aquí cierto ejercicio de camuflaje, de inocular un contenido que a veces se vuelve crítico o que propicia, sin más, un juego entre el fondo y las figuras. En una de esas piezas, precisamente la que da nombre a la exposición (‘Ni trono ni reina’) podemos encontrar uno de esos mensajes que nos lanza Barriga. Coincide la exposición de la pintora jerezana con ‘Juan Gris, María Blanchard y los cubismos’, que se celebra en el Museo Carmen Thyssen Málaga.

En ésta, entre otras muchas soberbias piezas, se expone ‘Sé buena / Juana de Arco’, firmada por Blanchard en 1917. En la línea de introducir palabras que Picasso puso en marcha en el cubismo sintético (1912), que atendían a su pronunciación y que servían para introducir mensajes, en muchos casos autobiográficos, Blanchard incluye la expresión «SOIS SAGE», que son las palabras que se le repiten a los niños para que se porten bien: en este caso, «Sé buena».

Ese intento de control y de imponer el orden y el mando que los adultos ejercen sobre los niños mediante frases como ésta, que vienen a intentar coartarlos o frenarlos en sus expectativas, uno de los comisarios de la exposición del Thyssen, Eugenio Carmona, la señala como una «demanda patriarcal» sobre una niña; demanda que pudo ser recordada por Blanchard más tarde, al desarrollar el cubismo entre hombres, al ser prácticamente la única mujer en un grupo de artistas entre los que estaban Gris o Lipchitz. El personaje retratado, además, lleva un escudo en alusión a la heroína Juana de Arco. Justamente, en ‘Ni trono ni reina’, la pieza que comentamos, se desliza una posible crítica y una mirada sobre el control a la mujer y –quién sabe- si a la mujer artista. Esta obra no deja de ser una burlona cita a la icónica ‘El nacimiento de Venus’ (1484) de Botticelli: sobre lo que parece ser una concha de vieira se sitúa una muñeca decapitada y de marcada femineidad, que vendría a ocupar el lugar de la Venus del pintor italiano; sobre la cocha, un animal, en actitud de caza, se sitúa presto a lanzarse sobre la muñeca. En el fondo, sobre el tapiz, incluye una sentencia que puede aludir al control: «Estate quietecita». Por suerte, Ana Barriga no se está quietecita y no cesa de pintar.

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