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La Galería Isabel Hurley acoge esta instalación hasta el 9 de febrero. SUR
Equilibrios y reflejos

Equilibrios y reflejos

Crítica de arte ·

Isidro López-Aparicio convierte sus ensamblajes, instalaciones y fotografías de acciones en metáforas acerca de las capacidades y relaciones humanas

juan francisco rueda

Sábado, 2 de febrero 2019, 00:17

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Entre equilibrios y reflejos, así, como se desprende del título, nos encontramos en la exposición de Isidro López-Aparicio (Santisteban del Puerto, Jaén, 1967). El artista ha generado numerosos ensamblajes de objetos encontrados que, gracias justamente a su naturaleza múltiple y de precaria estabilidad, transmiten constantemente la dificultad, la fragilidad y lo laborioso –nunca mejor dicho– del equilibrio, ése en el que se encuentran esos cientos de reunidos y amalgamados elementos 'vividos' que arrastran una prosopopéyica biografía –la vida adherida, la de sus propietarios– e incorporan un contexto social. Los reflejos proceden de los numerosos espejos que se emplean, de modo que se rompen las lógicas, se añade cierto matiz lúdico y, en ocasiones, la capacidad de doblar los objetos mediante el reflejo permite desarrollar imágenes complejas a partir de sencillas.

Isidro López-Aparicio. 'Between Balance and Reflection'

  • La exposición una suma de instalaciones, ensamblajes y fotografías de su serie 'Invertidos', que se exponen en distinto tamaño, soluciones (cajas de luz) y disposiciones (a distintas alturas)

  • Comisario Javier Sánchez Martínez

  • Lugar Galería Isabel Hurley. Paseo de Reding, 39 bajo, Málaga.

  • Fecha hasta el 9 de febrero

  • Horario de martes a jueves, de 11.00 a 13.30 h. y de 17.30 a 20.30 h.; viernes, de 11.00 a 14.00 h. y de 18.00 a 21.00 h.; y sábados, de 11.00 a 14.00 h

Pero el reflejo no es sólo material. López-Aparicio, quien ha afrontado la creación artística como un comprometido ejercicio con implicaciones sociales, convierte sus obras en testigos y metáforas de los conflictos, desigualdades y de las posibles soluciones a éstos. La metáfora no deja de ser un reflejo enfundado en otra apariencia. O dicho de otro modo, sus obras actúan como espejos que nos devuelven un reflejo, que esquiva lo evidente y la noción de doble, acerca de nosotros como individuos y como sociedad. El reflejo, por tanto, es revelación, descubrir-se en esas imágenes.

Sus obras actúan como espejos que nos devuelven un reflejo, que esquiva lo evidente

El montaje potencia, gracias a la semántica de las piezas y a las relaciones entre ellas, la idea de equilibrio. Pero el equilibrio en López-Aparicio no es meramente estético, no es la imagen de éste sin más. El artista crea obras y situaciones en las que percibimos cómo ese equilibrio es la solución, aunque frágil, a situaciones marcadas por la tensión. Ésta la hallamos en los comentados ensamblajes o en las fotografías de su serie 'Invertidos, aprendiendo a relacionarse', en las que decenas de personas se prestan a ser 'invertidas', a ser colgadas por los pies. En esa amenazante posición, conflictiva en tanto que el individuo siente el riesgo, observamos cómo se generan distintas respuestas, entre ellas la comunión entre los 'invertidos', que desarrollan una profunda proximidad y complicidad. La empatía para con el otro parece brotar, tanto como la concordia y la ruptura de la distancia e incomprensión entre las personas. Otro caso ejemplar de tensión y equilibrio es el de la tarabita, una solución ancestral para mover grandes pesos y derruir estructuras que, como una suerte de torniquete, se fundamenta en una cuerda o cincha que se tensa con un vástago para regular la tensión/tracción que se ejerce sobre aquellos elementos destinados a ser movidos. Como se pueden imaginar, no es gratuita la elección de este recurso, puesto en escena con innegable valor esteticista. Tampoco lo estético puede acallar el sentido por el que la tarabita comparece aquí, sobre nuestras cabezas, recorriendo en altura la galería, ajustándose a los pilares del edificio con el despliegue del ingenio humano, capaz de hacer de la necesidad virtud, capaz de 'ingeniárselas' para que la sencillez, humildad y fragilidad de los elementos se conviertan en una poderosa arma. Y así, asistimos a cómo los elementos encarnan la tensión y el equilibrio, a cómo la vara que permite ejercer la presión sobre las sogas (sogas, como las que soportan a las personas invertidas de sus acciones) se apoya vacilante en la estructura. Hay una alusión a esa capacidad humana, a cómo el Hombre, híper-tecnológico hoy, 'contiene' una dimensión factual que le acompaña casi como llevamos prendido el inconsciente colectivo; cómo puede ser capaz de, sólo consigo mismo y haciendo uso de lo esencial, constituirse como un ser poderoso. Subyace aquí una llamada a la herencia, a la memoria, a la manualidad, al oficio, a los oficios, al 'Homo faber' y al 'Homo ludens'. Los dispositivos de exposición que crea son ejemplares de ello, con materiales sencillos, derrochando pericia y con cierto aire lúdico; éstos sirven para soportar, desde lo artesanal, la tecnología de la imagen en un ordenador portátil. Las maletas que se hallan atrapadas entre las sogas de la tarabita suman una alusión al viaje y al tiempo que, en este contexto, viene a aportar una poética resonancia: viajar con el ingenio encima, cargar con la herencia y con esa capacidad como una suerte de metafórico equipaje. Son brillantes las jarapas que teje con cables de dispositivos tecnológicos, otro canto al oficio, a la tradición y a la facultad humana para el reciclaje y el aprovechamiento.

Arroja un extraño pero imparable flujo de optimismo antropológico

Todo ello arroja un extraño pero imparable flujo de optimismo antropológico, de confianza en el ser humano. Justo en este punto, una fotografía de su serie 'Invertidos' adquiere un sentido especial. En ella aparece el propio artista pendiendo de una soga en el desierto. López-Aparicio la coloca con la cabeza hacia arriba, llevándola hasta el techo en una de las múltiples licencias de montaje que el artista se toma. En la imagen aparece apoyándose sobre el árido suelo desértico, tal vez en ademán de amortiguar una caída o en el propio proceso de 'tomar tierra' una vez experimentado el pender de la cuerda. Debido a ese volteo de la imagen y a cómo es llevada hasta tocar el techo, la fotografía y por extensión la acción, adquieren un profundo y metafórico eco: el ser humano sosteniendo, a modo de un atlante, el mundo: él solo, sin más. Un cierto canto a esa capacidad y poder, aunque no siempre gestionados correctamente.

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