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Eva Hache.
Eva Hache: «Si me tocan los espolones salto, soy más gallo peleón que gallina sumisa»

Eva Hache: «Si me tocan los espolones salto, soy más gallo peleón que gallina sumisa»

Presta su voz a Turuleca, la gallina que cantaron los payasos de la tele y que llega al cine para deleite de las nuevas generaciones de peques

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Domingo, 5 de enero 2020, 20:44

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Eva María Hernández Villegas (Segovia, 1972), se lleva «la mar de bien» con Eva Hache, su otro yo en la farándula. La cómica y presentadora presta su voz a Turuleca, esa rara gallina a la que nadie quiere, que llega al cine para deleite de las nuevas generaciones de peques. Licenciada en Filología inglesa la tele le dio fama con El club de la comedia, Noche Hache y Got Talent. Si le zurran, sonríe y saca espolones.

–Decía Turuleta ¿cómo quienes supimos talludos que es Turuleca?

–Sí. Me enteré por la película que era Turuleca. ¡Glups!

–¿Entrenó mucho para los sonidos gallináceos?

–Podría decir pasé mucho tiempo en corrales, pero mentiría. Doblar es duro y complicado. No tengo escuela en este registro y hacerlo bien exige un esfuerzo terrible. Llegaba a casa baldada. Me agota más una sesión de doblaje que hacer un monólogo en un escenario.

–¿Tiene más de gallina o de gallo peleón?

–No tengo mucho de sumisa. Soy más de gallo que de gallina. Si me tocan los espolones salto, pero de forma fina. Al menos es lo que intento.

–El público infantil es implacable, ¿Más duro que el adulto?

–A los niños no se la pegas. No tienen filtros, son terriblemente sinceros. No funciona el artificio. Si les entretiene, bien. Si no, pasan. Son puros y tienen el cerebro mucho más limpio, sobre todo de prejuicios.

–¿Qué hace un filóloga metida a comedianta?

–Lo que fue un accidente fue la Filología Inglesa. Lo hice por tener una salida homologada. Por si lo 'otro' no funcionaba. Empecé con 14 años a hacer teatro en el instituto y hasta ahora. Es lo que más disfruto.

–¿El humor es una cosa muy seria?

–Definitivamente. El humor es prácticamente matemática. Debes aplicar fórmulas y códigos. En la comedia, mucho mas que en el drama, hay un tiempo casi musical. El ritmo y los silencios son cruciales. Silvio, el roquero sevillano, dice que la música es el silencio bien cortado.

–¿Qué tal se lleva María Hernández con Eva Hache?

–La mar de bien. Prácticamente somos la misma persona.

–Y ¿cómo es ella? ¿En qué ocupa el tiempo libre, que diría Perales?

–En leer, en estar al aire libre y en ver la vida pasar. Soy un fenómeno con el tiempo libre. Disfruto del aburrimiento. Soy capaz de hacer muchas cosas sin ninguna ansiedad.

–¿Son más notables sus virtudes o sus defectos?

–Mis virtudes, espero. La principal es el buen humor; tomarme las cosas sin tremendismo. Mi peor defecto es la impaciencia. Pero lo estoy trabajando bastante.

–¿Ha dejado por imposibles más libros o más guiones?

–No me llegan muchos guiones. Si te dedicas a una cosa y lo haces bien, es difícil que te vean fuera de eso. Por eso me encantó que Víctor Monigote pensará en mí para dar voz a Turuleca. He dejado más libros a medias, pero me cuesta. Quiero terminar todo lo que empiezo. Incluso los libros que no me gustan.

–¿Se queja por estar encasillada?

–No. Soy muy guindilla. Me gusta picotear en todo y hacer muchas cosas diferentes. Por eso querría que me llamarán para otras cosas. Disfruto aprendiendo a hacer lo que no sé. Mi etiqueta me parece perfecta. Me ha procurado una buena vida.

–¿Qué no le hace a Eva Hache ni puñetera gracia?

–Que la gente esté tan manipulada por una enorme precariedad en la opinión. Que las opiniones se conviertan en titulares. Que haya más sitio para la queja que para el halago. Que nos privemos del poco tiempo que tenemos para el placer. Parece que todos vigilamos el fallo ajeno para tener un momento de gloria.

–Tiene una banda musical, 'Vintache', ¿De qué palo va?

–Hacemos versiones de canciones maravillosas de clásicos del Siglo XX en versión electrónica por eso nos llamamos así.

–Los cómicos también lloran ¿Cuándo se le escapó la última lágrima?

–Lloro siempre el día de la Lotería de Navidad, pero por la alegría de esas personas a las que se les arregla la vida de sopetón.

–¿Le joroba que siempre estén esperando que haga la gracieta?

–Es lo normal entre quiénes no me conocen. Demandan una propina de mi trabajo. Los amigos y la familia ya no lo esperan. Pero soy bastante bienhumorada. No me cuesta hacer gracia.

–¿Ser famoso es una bendición o una maldición?

–Nunca ha sido una maldición para mí. Debo evitar las multitudes enfervorecidas, pero incluso en esos ambientes me defiendo bien. No hay nada que deje de hacer por la popularidad que genera mi trabajo.

–¿La gustaría dar las campanadas en la Puerta del Sol y quitarle el puesto a la Pedroche?

–Creo que no. Ella ya lo hace de maravilla. Y además ¡qué frío!... Bueno, a lo mejor a partir de ahora es distinto, porque van a ser unas uvas primaverales. Con esto del calentamiento global vamos a tener que comer albaricoques.

–Las redes sociales ¿las carga el diablo?

–No. Las cargamos nosotros. Pero abundan los elementos diabólicos. Nunca nos habíamos relacionado tanto a través del lenguaje escrito. Es una comunicación diferente. La ira se irá asentando. El hecho de que la gente tenga más gusto por odiar que por pasárselo bien y relacionarse es una jodienda. Las redes sociales son muy importantes en mi trabajo, en mi vida y para aprender. Para toda esa gente que sufre tanto y se desahoga insultando sin límite en las redes quia sea liberador. A lo mejor nos libramos de algún asesinato gracias a eso.

–En 'La paisana' le pagan por pegar la hebra que es lo que más le gusta. Por ser cotilla.

–Sí. Pegar la oreja es casi una obligación en mi oficio. Soy cotilla, muy cotilla. Muy escuchona. Que te paguen por eso es un sueño. Me lo ofrecieron hace 8 años, cuando acababa de ser madre y no pudo ser punto. Ahora lo he disfrutado como una niña. Ha sido una experiencia chulísima.

–¿Ha cambiado su visión del país?

–No. Ha confirmado lo que suponía. Que hay gente formidable en todas partes.

–¿No se harta de la tele?

–Es un trabajo como otro cualquiera. Aunque parece tan vistoso, exige un el mismo esfuerzo que cualquier otro. Hay días dulces y amargos pero en general me satisface. Me gustan los desafíos, pero cuando el reto se diluyen me divierto menos. Todo empieza y todo acaba. Y no está mal que sea así.

–Dice preferir los ejercicios espirituales a los gimnásticos.

–Los gimnasios no me gustan. Y los monasterios, para un ratito. Sudar en público no es una cosa que me seduzca. Prefiero bailar, que también es un buen ejercicio.

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