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Banderas, erguido frente a todo: resaca de un éxito
El actor malagueño se reencuentra con muchos de sus colegas más queridos en el estreno de 'A Chorus Line' y la fiesta posterior en el Hotel Miramar, donde apenas hubo 'selfies': los famosos rara vez se piden fotos entre ellos
Segundos antes de que se apaguen las luces para que comience el espectáculo, cuando en un rito milenario el silencio va imponiéndose en el teatro, ... alguien desde el patio de butacas exclama: «¡Pedro!». Es la voz inconfundible de Rossy de Palma, que ha avistado el canoso pelo espinado de Almodóvar unas filas más adelante. Al llamamiento se suma Loles León, que salta desde su asiento y agita la mano con su habitual descaro dirigiéndose también al hermano del director manchego: «¡Agustín, aquí!». Ambos, padres en régimen de custodia compartida de El Deseo, productora de la que han salido algunas de las películas más icónicas del cine español, giran la cabeza para saludar a las actrices, sus actrices. Hace casi treinta años que coincidieron en 'Átame' con Antonio Banderas. En la recordada secuencia final de aquella película, el actor malagueño rodea con los brazos a Victoria Abril y la propia Loles León desde la parte trasera de un coche antes de empezar a cantar 'Resistiré': «Cuando cueste mantenerme en pie, cuando se rebelen los recuerdos y me pongan contra la pared, resistiré, erguido frente a todo».
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El telón se levanta casi a la hora prevista. Dos horas y cuarto más tarde, después de una ovación que se prolonga durante varios minutos, antes de hacer subir al escenario a todo su equipo artístico y técnico, Banderas confiesa que tomó la decisión de crear un espacio escénico en su ciudad hace dos años, cuando estaba ingresado en un hospital por un ataque al corazón, «vulnerable y asustado». Ahora Málaga celebra la inauguración de su Teatro del Soho, donde el actor permanecerá diez semanas representando 'A Chorus Line', el musical que teje las historias de superación de una veintena de bailarines que aspiran a ser seleccionados para formar parte de una nueva obra en Broadway. El empeño de Banderas, un ejercicio de resistencia física y emocional, sobre todo un canto de amor a su tierra, cristaliza precisamente en el momento más dulce de su carrera, en medio de una feliz cascada de nominaciones por su papel en 'Dolor y gloria', donde interpreta al alter ego de Almodóvar, el hombre que le enseñó a endurecer la piel.
Tocaba brindar por el éxito del debut. En el acceso al Hotel Miramar, donde se celebró la fiesta posterior al estreno, se formó una pequeña caravana de vehículos de alta gama. Las bandejas con quesos y uvas, al filo de la medianoche, acapararon la atención de los invitados que descubrieron que el teatro alimenta el alma pero no el estómago. La mayoría ignoraba que Banderas había evitado los dos salones principales habilitados para el cóctel pero conversaba cerca de la entrada con Juanma Moreno, impresionado por que el actor vaya a participar en todas las funciones que se representarán en Málaga, incluso cuando sean dobles. Luego, en la gira por el resto de España, será sustituido por Pablo Puyol, uno de los hombres más felicitados de la noche, entre otros por Francisco de la Torre, deshecho en halagos con todo el reparto. Sarah Schielke, también protagonista de 'A Chorus Line', desveló que había convivido un mes con Banderas, entre Londres y Málaga, para preparar su papel, el más vinculado al personaje que interpreta el actor malagueño.
Ni rastro de Carmen Calvo, tan ausente en el Miramar como en la rueda de prensa del preacuerdo de gobierno. La vicepresidenta en funciones, fundamental para atornillar el Museo Picasso en Málaga hace ahora dieciséis años, acudió al estreno pero no pasó por la celebración. Quienes sí estuvieron fueron Juan Espadas y Dani Pérez. El alcalde de Sevilla ya trabaja para que la obra sea representada en la capital andaluza. El elenco demostró anoche que tiene cuerda para rato; los actores, de quienes Banderas destacó «su calidad humana», además del talento exhibido, brindaron por el triunfo del estreno hasta pasadas las tres de la mañana pese a que tienen por delante un agitado fin de semana de funciones para las que por cierto hace días que no hay entradas.
El Miramar, como el bar del teatro antes de que comenzase la obra, se convirtió en un desfile de políticos y artistas, también un punto de encuentro para colegas tan queridos por Banderas como Juan Diego, que devolvía así el gesto que el actor malagueño tuvo con él hace diez años, cuando le entregó el Premio SUR del Festival de Cine. La concentración de caras conocidas por metro cuadrado era tan elevada que ni siquiera hubo saturación de 'selfies', uno de los peligros de estas fiestas, porque los famosos rara vez se piden fotos entre ellos: supondría aceptar que son menos populares. Alguien tiñó de vino uno de los manteles de las mesas, rojo como una enorme mancha de sangre, y la escena pareció más propia de una película de Almodóvar, otro de los ausentes a la fiesta. El director de 'Todo sobre mi madre', poco amigo de estos compromisos, padece una fotofobia crónica que lo obliga a ir con gafas de sol incluso de noche. Volverá previsiblemente a Málaga en 2020 para recoger unos cuantos Goya.
En algún momento, entre tanto reencuentro, Banderas pareció abstraerse, quizá volviendo la vista atrás, tal vez echando de menos a quienes ya no pueden estar junto a él. Lejos queda ese joven que, como parte del guión pero también de su vida, confesaba en una película: «Tengo veintitrés años, cincuenta mil pesetas y estoy solo en el mundo». Aquella frase simboliza bien la obligada austeridad con que viajó a Madrid sin más aprendizaje que el adquirido en las tablas de los teatros malagueños por los que deambuló mientras rumiaba un deseo que ha acabado conquistando por encima de lo soñado. Poco después abandonó la fiesta. Banderas volvía a ser José Antonio.
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