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Melania Rojas, en una sala que reserva asientos para personas con movilidad reducida en primera fila, desde donde la visibilidad de la pantalla es distorsionada.
El castigo de la primera fila

El castigo de la primera fila

Una joven pide que las salas malagueñas se adapten y se conviertan en inclusivas para poder ir al cine igual que el resto de espectadores. Su cruzada ha roto fronteras

Francisco Griñán

Lunes, 21 de noviembre 2016, 00:27

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«Ven, siéntante». La invitación es de Melania Rojas para que compartamos con ella la primera fila. Ese espacio tan privilegiado y exclusivo en los espectáculos que no lo es tanto en un cine. De hecho, más que un premio es una condena. Sólo hace falta que pasen unos minutos de trailers nos hemos reído con el avance de Villaviciosa de al lado, en la que tiene una frase desternillante el malagueño Salva Reina para notar que la vista distorsionada de la pantalla desde tan cerca empieza a tener efectos secundarios. Concretamente, cierta sensación de mareo. «Y cuando acabe la proyección te vas con el cuello roto», avanza Melania que ya tiene experiencia en esto de ir al cine y desear que la película se acabe pronto. No porque no le guste lo que ve, sino por la incomodidad de los espacios reservados en primera fila para las sillas de ruedas de personas con movilidad reducida. Por ello, la joven espectadora, a la que un accidente dejó tetrapléjica hace una década, ha emprendido una cruzada para conseguir que, como ocurre en otras ciudades, las salas malagueñas se adapten realmente a las necesidades de los discapacitados con cines inclusivos.

«Ellos te dicen que son accesibles, pero me encantaría que los dueños de los cines vieran una película entera en primera fila para ver que opinan después», reta esta malagueña, que el pasado jueves se fue con SUR a ver una comedia british, Absolutamente fabulosas. «Me encanta el cine porque, cuando me meto en una película, me olvido de todos los problemas», dice con una sinceridad que desarma. Sus ganas de disfrutar en un sala oscura, como lo hacen miles de espectadores cada día, la ha llevado a emprender un lento pero infatigable camino ya ha invertido dos años para pedir un cambio en las salas de la capital y que ir al cine deje de ser un suplicio.

La lucha de Melania Rojas bien daría incluso para empezar a escribir un guión. Un accidente de moto la dejó en una silla de ruedas, por lo que paso casi dos años de rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Allí iba al cine siempre que podía, sobre todo a ver películas nacionales. «Soy del cine español a muerte», asegura Melania, que no le hace ascos a ningún género. «Bueno, veo de todo menos las películas de miedo porque me cago», comenta en confianza. Desde luego, en primera fila las películas de susto tienen que ser un tormento doble. El caso es que la joven intenta evitarlas, como también elude visitar buena parte de los cines de Málaga que, tras volver de Toledo, la decepcionaron. «Fue un chasco», confiesa Rojas, que no tarda en explicar su frustración.

Como un Goya

Para empezar, los cines inclusivos no castigan a los espectadores en silla de ruedas a la primera fila, sino que los sitúan a mediación de la sala. Allí se reserva parte de una fila para las personas con movilidad reducida, los cuales pueden superar el desnivel y las escaleras del patio de butacas mediante un acceso directo a la zona habilitada para ellos. «Lo ideal es que todas las salas de Málaga estuvieran adaptadas, pero al menos pedimos que una sala de cada cine ofrezca esta posibilidad», explica Melania que, a fuerza de práctica, ha realizado todo un master en arquitectura del entretenimiento y discapacidad. Una meta que para los cines es fácilmente alcanzable. Al menos mucho más que para los usuarios de sillas de ruedas. «Eliminar parte de una fila y facilitar el acceso no es un problema económico para los cines, sino de voluntad», sostiene la joven que, junto a sus compañeros de la asociación de lesionados medulares ASPAYM, obtuvo el pasado miércoles una victoria que le sabe igual que si hubiera ganado un Goya.

La Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga debatió, a propuesta del grupo municipal de Málaga para la Gente, una moción para instar a los cines malagueños a colgar el cartel de inclusivos, una propuesta que fue aprobada por unanimidad por todos los partidos. Este apoyo se une a las 13.000 firmas que ya lleva recogidas la petición de ASPAYM en Change.org para que los patios de butacas malagueños se adapten. Unas adhesiones que a Melanie Rojas le suenan a auténtico éxito de taquilla. Además, el Albéniz reformó hace unos meses una de sus salas para el acceso de personas con movilidad reducida, por lo que la joven espera que el resto de cines sigan su ejemplo.

Mientras tanto, Rojas no renuncia a la gran pantalla. Habla de Dani Rovira, Blanca Suárez, Álex García, Adriana Ugarte... no le sale ni un nombre en inglés. Entonces se acuerda de las películas que le gustan y dice que es de lágrima fácil. «Me encanta llorar en el cine porque entonces también suelto mi penas», espeta de pronto y se me olvida la pregunta que le iba a hacer. Pero no hace falta. Ahora cuenta que le gusta ir al Rosaleda porque no hay escaleras en el patio de butacas, aunque tampoco es fácil para ella. «Me pongo en el pasillo a mediación de la sala, aunque siempre hay alguien que me dice que le estorbo», relata la joven. La situación más esperpéntica la vivió precisamente en este cine el día que una espectadora la regañó por molestar con la silla de ruedas, mientras en la pantalla un tetrapléjico y un inmigrante desafiaban al mundo. La película era Intocable.

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