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Alexander S. C. Rower y Bernard Ruiz-Picasso bromean durante la sesión de fotos en la zona de La Malagueta. Migue Fernández
Calder-Picasso, en honor al abuelo

Calder-Picasso, en honor al abuelo

Bernard Ruiz-Picasso y Alexander S. C. Rower, nietos de los artistas, avanzan la ambiciosa exposición que ambos promueven y que este lunes se presenta en el Museo Picasso Málaga

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Domingo, 22 de septiembre 2019, 00:17

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Medio en serio, medio en broma, Alexander S. C. Rower plantea si su atuendo es adecuado para la sesión de todos. «Míralo... Él tan elegante y yo así...», suelta con un guiño de sus ojos claros mientras repasa su camisa estampada. Bernard Ruiz-Picasso responde de inmediato al envite. Se quita la corbata y libera el primer botón de la camisa: «Voilá!». Rower y Ruiz-Picasso despliegan una complicidad labrada durante años en el tránsito de ida y vuelta desde lo personal hasta lo profesional. Porque Rower y Ruiz-Picasso son nietos de dos autores esenciales en la Historia del Arte y desde sus respectivas fundaciones han promovido la ambiciosa exposición 'Calder-Picasso' que mañana se presentará en el Museo Picasso Málaga (MPM).

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«Nadie había pensado en hacer Calder y Picasso, porque no es un proyecto fácil», empieza Rower, presidente de Calder Foundation, antes de añadir: «En esta historia hay dos partes, una más íntima y otra más profesional. Bernard y yo nos conocimos hace muchos años en Nueva York, allá por los 80, teníamos amigos comunes, aunque no habíamos coincidido demasiado. Pero una noche, unos amigos nos invitaron a una cena a la que también acudieron Bernard y Almine...».

Ruiz-Picasso coge el timón del diálogo: «Hace unos años, Almine empezó a investigar sobre las relaciones entre algunas pinturas de Picasso de mi colección y los móviles de Calder. Comprobamos que tenían la misma energía y a partir de ahí, organizamos una exposición en la galería de Almine en Nueva York. El nieto de Picasso empezó a aprender sobre Calder y al nieto de Calder le pasó lo mismo con Picasso y después del éxito de la exposición en Nueva York, pensamos que podríamos hacer aquel proyecto más grande«, brinda Bernard Ruiz-Picasso, presidente del Consejo Ejecutivo del MPM y copresidente de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA).

«La primera parte del proyecto fue muy personal. Compartíamos ideas casi en la intimidad, sentíamos la exposición como una exploración personal, porque, de hecho, creo que allí fue cuando yo conocí a Picasso y cuando Bernard conoció a Calder«, confiesa Rower.

«Para mí fue una revelación –sigue Rower. Cada pintura de Picasso era un autorretrato, un reflejo de sí mismo. En la segunda fase del proyecto, en esta exposición, trabajamos sobre esa idea de cada obra de Picasso como un reflejo de sí mismo, como una manera, en definitiva, de reflexionar sobre el miedo a la muerte. Y en el caso de la obra de mi abuelo, ese asunto también es crucial, pero desde una aproximación totalmente diferente. Porque el trabajo de Calder no es un reflejo de sí mismo, sino un intento de unión con la humanidad«.

Crecer desde la emoción

«Vimos la necesidad de estudiar de una manera más amplia la obra de estos dos artistas. Lentamente, el proyecto creció desde esa emoción, de la mano de la Fundación Calder, del Museo Picasso de París...», apostilla Ruiz-Picasso, que abrocha un «asunto esencial»: «Ni Calder ni Picasso pertenecieron a un movimiento artístico concreto. Fueron muy libres y, al mismo tiempo, muy diferentes, pero no hay que olvidar que también hay similitudes muy fuertes entre ellos«.

Esos vínculos tienen que ver, sobre todo, con la manera en que uno y otro abordaron el espacio y, sobre todo, el vacío. «Un comisario convencional –ofrece Rower– trabajaría en torno al contexto, a las influencias, a las biografías... Pero este proyecto no va de eso, va sobre dos artistas que exploran los mismos asuntos desde puntos de vista muy diferentes«.

«Queremos hablar desde otra perspectiva –cierra el nieto de Picasso. Queremos adentrarnos en dos artistas que fueron muy libres, que hicieron su propio camino«. »Y ese fue, realmente, su principal éxito«, remata Rower. Al otro lado de la mesa, Ruiz-Picasso asiente y desliza, como quien piensa en voz alta: »Sí... Pero es que además, la exposición es muy hermosa...«.

A partir de mañana, espera en el Museo Picasso Málaga.

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