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El paleontólogo Juan Luis Arsuga y el escritor Juan José Millás, en un hotel de Madrid. EFE
Arsuaga y Millás desafían el gran enigma de la muerte

Arsuaga y Millás desafían el gran enigma de la muerte

El paleontólogo y el escritor, dos homínidos curiosos, indagan en el más allá desde ciencia y la literatura y pensamiento «con más telómeros que silogismos»

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Martes, 22 de febrero 2022, 14:02

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«Es imposible hablar de la vida sin hablar de la muerte». Bien lo saben Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, escritor y paleontólogo. Una pareja de hecho de hominídos curiosos que, para fortuna del lector, vuelve a la carga con el libro 'La muerte contada por un sapiens a un neandertal' (Alfaguara). Es la segunda entrega de la saga que comenzó desentrañando los misterios de la vida y que tendrá, seguramente, su continuación escudriñando los de la conciencia.

«Hablamos más de biología que de filosofía para desentrañar el gran problema de la ciencia», anticipa Arsuaga. Precisa que en sus jugosas conversaciones «hay esta vez más telómeros que silogismos» y sabe que «la muerte es el gran enigma, tan insondable como el de a vida». «Cómo nos arreglamos para estar vivos es uno de los grandes desafíos de la biología», agrega Arsuaga (Madrid, 68 años) reiterando que sus encuentros con Millás (Valencia, 78 anos) platean más preguntas que respuestas.

Admite Millás que gracias a este libro y a su carga científica se ha vuelto «más ignorante», pero precisamente «porque ahora sé mucho más de la biología y me doy cuenta de cuánto desconozco». Ahora que sabe que «en la naturaleza no hay vejez ni decrepitud, solo plenitud o muerte», el escritor se atreve a aventurar que «la muerte no existe», y que se puede entender «como una construcción cultural».

«Presumo que la inmortalidad es un eterno domingo por la tarde, y la idea me desasosiega», dice Millás

«Un periodista norteamericano publicó en los años cuarenta una supuesta entrevista con Dios, quien le habría dicho que la muerte son desplazamientos dentro de la vida. Solo Dios podría ofrecer esta definición», dice Millás. Sabe «que si todo se transforma y nada muere, lo único que muere es el yo, que es algo muy vago».

«La muerte tiene su gracia, y este libro está hecho con bastante sentido del humor», agrega del escritor recordando con sorna a los dos únicos resucitados de los que tiene noticia: «Jesucristo y Lázaro, que no se lo tomaron con mucho sentido del humor».

Contra la lógica

Tras sus conversaciones y viajes con Arsuaga a lo largo de 17 iluminadoras excursiones a otros tantos lugares -de una reserva de fauna a un gimnasio o a la consulta de un cardiólogo- acepta Millás que «la ciencia es antintuitiva». Y agrega que «todo está montado para engañar a los sentidos».

«La vida es una lucha contra el segundo principio de la termodinámica», resume Arsuaga apelando a esta ley que establece la irreversibilidad de los fenómenos físicos, especialmente durante el intercambio de calor. «Contra toda lógica, los seres vivos mantenemos una estructura celular ordenada, combinándola constantemente, y lo mismo hace una lombriz que un elefante. Lo sorprendente de la vida es que es una anomalía. Es una rareza cómo nos arreglamos para vivir, para mantener el orden cuando todo tiende al desorden», apunta el paleontólogo y catedrático.

La eternidad les parece a ambos algo «muy teórico». No seduce a ninguno de los autores de este divertido a apasionante libro de conversaciones y reflexiones sobre el más allá y el más acá. «La pregunta no es tanto saber si quiero ser inmortal, como saber si quiero morirme hoy, y la respuesta es que no quiero morirme ni hoy ni mañana, dice un risueño y vitalista Arsuaga, cuya edad biológica es de 66 años.

«A mí tampoco me seduce para nada la inmortalidad. Es una idea que me desasosiega porque presumo que la inmortalidad es un eterno domingo por la tarde», apunta Millás, cuya edad biológica situó en 50 años un estudio de sus análisis clínicos y que tiene por delante 12 años y tres meses de vida, según la siniestra aplicación que calcula cuánto nos queda por disfrutar o penar en este mundo.

El paleontólogo y el escritor son dos homínidos muy curiosos y saben que la curiosidad «es también el motor para la ciencia y la literatura», las dos disciplinas felizmente casadas en los libros de la pareja. «Mostramos curiosidad el uno por el otro, por el tiempo y por el universo», dice Millás. «Sin curiosidad hay dogma y la alternativa a la ciencia es el dogma, lo que sería un drama», dice Arsuaga, dispuesto a curiosear en todos los ámbitos hasta el enigmático final de sus días.

Después de hablar y reflexionar a fondo sobre la muerte tanto el sapiens Arsuaga como el neandertal Millás hablan de su epitafio. 'Eso fue todo', será el del escritor y columnista. El paleontólogo tiene claro que quiere ser ceniza «para fundirme con el universo». No cree que tenga una lápida, pero si le gustaría una despedida entre bucólica y musical: «que sonara la primero el 'Agur jaunak' y después una jota originaria del Espinar titulada 'La respingona'.

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