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Sr. García .
El ajedrez jondo de Morente

El ajedrez jondo de Morente

Cuentos, jaques y leyendas ·

El cantaor que revolucionó el flamenco fue un amante del noble juego

manuel azuaga herrera

Domingo, 2 de febrero 2020, 01:13

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El Candela, en el madrileño barrio de Lavapiés, ha sido y es un templo del flamenco. Por allí desfilaron el maestro Sabicas, Paco de Lucía, Pepe Habichuela, Ketama y una tropa innumerable de artistas e intelectuales entre los que brilló con luz propia Enrique Morente, el ronco del Albaicín, tan asiduo al lugar que celebró su cumpleaños tres días seguidos dentro de aquella cueva de magia y contracultura. El activista flamenco Juan Verdú produjo en 2012 'Morente, la pasión', un hermoso documental en el que podemos poner el ojo en la mirilla de la guarida. «Enrique era amigo, y hermano, de Miguel Candela [el dueño de la sala]», confiesa Verdú. «Se adoraban, jugaban ahí su partidita de ajedrez todas las noches». Entonces la cámara gira y nos muestra el rincón exacto, el tablero de mesa y unas piezas distintas a las clásicas, más altas y elegantes. «La de noches que he jugado a esto en el Candela», exclamó Enrique en una de sus muchas entrevistas. En 2008, poco tiempo después de la trágica muerte de su querido Miguel, le preguntaron a Morente quién jugaba mejor de los dos. «Miguel Candela. Es una putada, nos ha hecho un jaque y ahora es difícil enrocarnos», contestó.

Hace unos años encontré un documento sonoro que atestigua por sí solo el amor incondicional de Morente por las sesenta y cuatro casillas. Se trata de un corte del programa 'Duendeando', de RNE, en el que Enrique reconoce que su gran afición, además del flamenco, es el ajedrez. Nada más oír aquella declaración la edité, incorporé de fondo el tema 'Amante' -un fandango impecable del disco 'Sacromonte' (1991)- y lo lancé al aire en 'El rincón del ajedrez', la sección de radio que dirijo junto a Roberto López. «Juego en Granada con unos amigos, y no estudio más ajedrez porque me da cargo de conciencia no dedicar ese tiempo a la música», reconoce en el audio Enrique. «Pero ¿cuál es su atractivo?», le pregunta el periodista. «Es un juego que te absorbe, te mete dentro de él y lo hace a cambio de nada. No te juegas dinero, solo la pasión. ¿Cómo te puede agarrar un juego si no vas a perder tu casa o tu sueldo? Luego está la relación con el otro: si has perdido, es más bien de odio que de amor [risas], pero cuando pasan cinco minutos, la amistad es inmediata».

En Granada, Morente jugaba en La Tertulia y en el pub Liberia. Si uno de los dos locales cerraba, los clientes buscaban una penúltima copa en el otro, un postrero encuentro de madrugada. Déjenme que subraye que La Tertulia es un espacio único en la historia cultural granadina. Su dueño es el argentino Tato Rébola, un tipo que no ha perdido la melodía, eminente figura de las artes y de la noche literaria, portavoz mundial del tango. Huyó de su país en 1976, cuando el general Videla y el golpe de Estado. Rébola montó La Tertulia y por allí comenzaron a juntarse tertulianos, bohemios y pensadores: Javier Krahe, Paco Ibáñez, Luis García Montero, Mario Benedetti, Javier Egea y Ángel González, por citar solo algunos. Y por supuesto, Morente. Le pregunto a Tato por la afición de Enrique al ajedrez y siento que me responde con la nostalgia de quien recuerda a un verdadero amigo: «Yo era su rival favorito, pero solo porque teníamos un nivel parecido. Bueno, en realidad, de cada tres partidas, me ganaba dos. Jugábamos casi todas las tardes; también movía piezas con su compadre, el arquitecto Felipe Martín Chica, y con Juan Cruz, filósofo, artista polifacético, amante del flamenco y del ajedrez. Lo del juego era una suerte de accidente, un pretexto para sentarse y charlar. Eso sí, en el tablero desplegaba toda su genialidad».

«No estudio más ajedrez porque me da cargo de conciencia no dedicar ese tiempo a la música», confesó Morente

Otro genio poco sublimado, poeta y cantautor, fue Antonio Mata. Compuso el tema 'Del crepúsculo lento nacerá el rocío' para la mítica banda Triana y fue miembro fundador del Manifiesto Canción del Sur. Mata frecuentó La Tertulia y fue amigo de Morente. Gracias a un sobrino suyo, Jesús, hoy conocemos un poema que dice: «Blanco y negro/ yo me juego un ajedrez/ pongo el alfil de balde/ y el caballo a galopar/ La Reina es mía, solo mía/ los peones son y están/ en el rojo amor del ajedrez/ Turquía viene a mis labios/ Granada me hace limpio trigo/ me parece el mar desde Jaén». Antonio improvisó aquellos versos allí mismo, en el bar, junto a Morente, con un tablero de ajedrez sobre la mesa. Quién sabe si estaban en mitad de una partida. Antonio le regaló el manuscrito a su sobrino y a este le gustó tanto que le pidió a su tío que se lo dedicara. También lo firmó Enrique Morente, al que Jesús admiraba, así que su nombre aparece al pie del poema. Corría febrero de 1996, el mismo año en el que vio la luz 'Omega', esa última letra griega que se ha convertido en el mejor disco de la historia del rock español, o quizás del flamenco.

Me cuenta Tato que la maqueta de 'Pequeño vals vienés' sonó por primera vez en La Tertulia. Morente llevaba mucho tiempo sumergido en la obra de Lorca y estudiando los matices musicales de Leonard Cohen. El proceso de creación de 'Omega' fue complicado, de cocción lenta. Era habitual ver a Enrique charlar con los Lagartija Nick sobre el sentido transformador que debían darle a 'Poeta en Nueva York'. «Esto tiene que ser un choque de trenes, no una fusión en plan Triana», le comentó Enrique a Jesús Arias, alma creadora, junto a su hermano Antonio, de la banda punk granadina. Discutían durante horas sobre el enfoque más apropiado mientras bebían whisky y jugaban, cómo no, al ajedrez. Según contó el propio Jesús en una entrevista publicada en 'Efe Eme', el ajedrez y sus partidas con Morente influyeron de forma decisiva en la génesis creativa del disco. Una noche, Enrique pasó con dos botellas de J&B por casa de Jesús. «Saca el ajedrez, Jesusico, que vamos a tener ideas». De repente, durante la partida, Morente dio con aquello que estaban buscando: «Lo tengo. Ya he tenido la 'ideílla'. […] Si un cantaor flamenco clava una seguiriya a la perfección, ya da igual que el acompañamiento sea un yunque, una guitarra flamenca, una orquesta sinfónica o una banda punk. Apúntala». Y Jesús apuntó la 'ideílla' y nunca jamás la olvidó.

Miguel Ángel Malo, buen ajedrecista ya por aquellos años, jugó bastante con Morente en el pub Liberia, donde 'Migue' trabajó como camarero. «A Enrique le gustaba derretir hielos cuando jugaba. Durante años, siempre que tenía una oportunidad, se pasaba y me buscaba para echar una partida, sin importar la hora o el día de la semana. Sentado frente a las piezas, no tenía preocupaciones». Una noche, dejaron una partida a medias y, a la noche siguiente, Enrique regresó para terminarla. «Cuando llegó, me pidió que sacara el tablero y, para mi sorpresa, colocó la posición exacta, de memoria, justo por donde la habíamos dejado, y continuamos jugando». Gabriel, el dueño del local, recuerda que jamás tuvo un gesto desagradable con nadie, «…y mira que hubo veces que se ponían pesados, hasta tuve que hacer de portero, pero Enrique, siempre educado, me calmaba. Si yo de esto ya estoy curado, me decía. Era muy grande, un tipo irrepetible».

«Para él no era un juego, era una manera de gestionar la inteligencia», afirma su hija Estrella Morente

El maestro internacional de ajedrez Luis Fernández Siles, Luisón, y Sergio Cuesta, que además es cantaor, también jugaron en las noches granadinas con Morente. Ambos coinciden en el respeto absoluto y la admiración profunda que Enrique mostraba a los ajedrecistas. «Vosotros sois los verdaderos maestros». La amistad entre ellos llegó a tal punto que montaron un equipo de ajedrez en La Tertulia. Y el equipo, he aquí el dato, ¡ganó el campeonato provincial! La anécdota es buena: Enrique se alineó varias veces para jugar, pero, según me cuenta Sergio, «nunca pudo hacerlo. Es comprensible, con tantos compromisos…». De nuevo hablamos de 1996. El año de 'Omega'. Tato Rébola, feliz por el logro, compró un juego de sillas blancas y negras para los clientes del bar. Un buen día, se les pidió a todos los presentes que estaban sentados sobresillas claras que pusiesen en ellas el nombre de su escritor preferido y su firma. Veinte años más tarde, solo quedó una silla blanca, con el nombre de Julio Cortázar y la firma del propio Rébola. Esa misma silla ha sido ahora decorada por el artista argentino Miguel Carini y será el hilo conductor del próximo Festival del Tango de Granada, en marzo. Es curiosa la forma en la que la historia de aquel campeonato sigue presente.

Por si quedara alguna duda, Estrella Morente me confirma el amor extraordinario de su padre por el ajedrez. «Para él no era un juego, era una manera de gestionar la inteligencia. Mi padre, en todo lo que hizo, era un eterno discípulo, siempre dispuesto a aprender. Y el ajedrez le permitía esa exploración constante, casi infinita. Le gustaba el silencio que se generaba en el tablero, y lo mismo te explicaba una posición que te pedía que lo sustituyeras y jugaras mientras él hacía cualquier cosa». Estrella cuenta estas escenas desde la emoción y el orgullo. «La de partidas que jugó en el Candela con Paco de lucía... Los dos tenían un pique sano porque, a pesar de la amistad, se lo tomaban muy en serio, todo con mucho respeto. Lo que no le gustó tanto fue la aparición de las máquinas de ajedrez. Recuerdo que hicimos un café en casa para probar una, creo que era de su compadre Felipe, el 'Gato Félix', como él lo llamaba. Pero mi padre prefería jugar de tú a tú, con los amigos, en el bar. Más de una noche fuimos a buscarlo para recordarle que tenía concierto al día siguiente, y él allí, concentrado, buscando la jugada perfecta».

Estrella se ha comprado, hace unos días, un tablero de ajedrez. Su hermano Kiki también le da a esto de las piezas «y no se le da mal». A todos les enseñó su padre, también a los nietos, «lo poco que le dio tiempo». Quedamos en juntarnos cualquier día y echar un rato entre jaques y buena música. Llamaré a Jorge Conde para darle las gracias y para que vaya ensayando. Pero nada de partidas en serio. Solo sacaremos el juego para crear un espacio de encuentro. Para tener 'ideíllas'. Y para recordar a Morente.

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