La Academia
Línea de Fuga ·
Quizá el éxito crucial de esta 'nueva' Academia resida justo ahí: en la normalidad con la que empezamos a asumir una propuesta excepcionalUn hilo de sangre que la cae por la frente camino de la nariz desde la brecha que se acaba de abrir en la cabeza ... y para confirmar que todo ha sido un susto le dedica a la cámara su dedo corazón en alto, su mirada desafiante y golfa. Muy cerca hay tipos con la ropa tres tallas por encima de sus posibilidades anatómicas, gorras, zapatillas, monopatines –muchos monopatines–, dibujos de mitos del jazz y fotografías de grupos salvajes. Polaroid y grafiti, orgullo de extrarradio en la reunión montada en la sala de mayor alcurnia de la institución. En otro espacio no demasiado lejano, la facultad del ramo reivindica el cómic como una de las Bellas Artes y en la periferia del campus, la nueva sala del Contenedor Cultural acaba de clausurar una propuesta capaz de ofrecer la tragedia cotidiana de los migrantes desde una perspectiva reivindicativa, honesta, delicada y hermosa. En ese mismo Contenedor vieron antes de nadie cómo le comían el donut a Lapili y Alejandro Robles, trajeron a Putochinomaricón y montaron un pitote importante, la poesía ha dejado de ser un manojo de ripios para tirar al monte de la irreverencia festiva y el teatro se ha quedado en la carne viva de la juventud, el arrojo y el talento.
Y así, de a poco, resulta que la institución donde se marcan los cánones, a menudo en el sentido más literal de la expresión, se ha convertido de un tiempo a esta parte en la entidad con una de las propuestas culturales más sugerentes, dinámicas, irreverentes y ambiciosas de la ciudad. Y el asunto trae de nuevo una vieja sospecha: si media el tiempo necesario, las organizaciones se acaban somatizando con sus principales responsables. Sucede de nuevo con la Universidad de Málaga, la Academia, cuya programación cultural recuerda que la curiosidad suele ser el primer caso hacia la excelencia. Basta con mirar su actual cartelera expositiva: una retrospectiva sobre el dibujante Pepo Pérez en la Facultad de Bellas Artes, un potente recorrido por el mundo del 'skate' en el Rectorado y los barquitos de papel en un mar de luz traído por Ismael Katchtihi al Espacio Cero del Contenedor Cultural. Una declaración de intenciones sobre la apertura de miras, el deseo de experimentación y el rigor académico bien llevado con la vocación lúdica que la Universidad despliega en los últimos tiempos, demostrando que éstos también son sus tiempos.
Porque justo se viene este noviembre una otra edición de Fancine con más de 80 películas, un concierto del gran Elphomega y una nueva edición de 'Por mi pueblo, mato', la verbena con música y buen rollo y su maravilloso concurso 'Tupper of mama', donde los estudiantes presumen de las fiambreras traídas desde la cocina materna, porque la casa de uno está donde te pongan de comer como lo haría tu madre.
Quizá el éxito crucial de esta 'nueva' Academia resida justo ahí: en la normalidad con la que empezamos a asumir una propuesta excepcional, no sólo por el contenido, sino también por el lugar de donde viene. Porque, con todo lo que necesita mejorar, ya es sobresaliente.
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