NACIÓN DE NACIONES
Antonio Garrido
Domingo, 4 de junio 2017, 09:57
El golpe de estado que pretende dar el gobierno catalán ha hecho que las alarmas suenen con cacofonía enloquecida. Como siempre mis análisis son filológicos ... y he usado golpe de estado; algún lector pensará que me deslizo con una opinión personal y no es así.
Golpe de estado es. «Actuación (...) por las que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes». Eso es lo que se pretende, exactamente igual que se hizo en 1934, en plena República. Está muy claro.
En este clima nada propicio al diálogo porque ante un trágala es imposible dialogar, según el abc de la situación comunicativa, también encontramos el uso de nación con sentido diferente al de «Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno».
El artículo segundo de la Constitución es preciso: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». No hay duda. Ni el concepto de nación es discutido y discutible y mucho menos, según el texto, existiría una nación de naciones. Atentos al artículo en singular y al sustantivo con mayúscula para mayor énfasis.
No en vano se emplean dos palabras: indisoluble, indivisible. Por una vez es muy clara la redacción. Se garantiza la autonomía, sentido que nada tiene que ver con independencia. Todo lo anterior es más que sabido pero cierta política no tiene empacho en manipular, inventar y pervertir el recto significado del léxico. Según el texto no son viables esas maniobras que se plantean y que tienen su origen en otra palabra, en la que me demoraré.
Nacionalismo es un término de actualidad siempre, como todas, en función del contexto. La política española ha estado marcada siempre por el nacionalismo, fundamentalmente vasco y catalán, hasta el extremo de convertirse en claves para la gobernación de la nación.
El DRAE ha modificado la definición de esta palabra en la última edición. Tres son las acepciones que ofrece.
«Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece». El término clave es «apego» que se define como: «Afición o inclinación hacia alguien o algo». Se trata de un significado claramente positivo. La estructura «tener apego» es de uso general. Puede interpretarse en sentido extenso e intenso como un sentimiento afectivo que es una forma de amor. En países que quiero calificar de normales, caso de Francia o Inglaterra, la gran mayoría de sus habitantes, según estudios fiables, se sienten orgullosos de un universo que va desde la historia hasta la cocina, pasando por la bandera y por los bailes. Todo muy sentimental y de gran intensidad.
«Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas». Esta acepción es una excelente manera de precisar desde la imprecisión. Está claro que la diferencia, la existencia del otro y la propia identidad son fundamentales para el sentimiento nacionalista que se construye por oposición a los demás sentimientos semejantes o, incluso, aunque no existan estos. La estructura «aspiraciones políticas muy diversas» deja abierta la puerta a un significado que es abierto en sí mismo; ahora bien, si analizo los contextos, llego a un sentido muy claro. Las sociedades que no tienen un estado, con todo lo que esto conlleva, tienen como objeto de su nacionalismo la independencia para construir un estado «de verdad». Es clara pues la sinonimia entre nacionalismo e independencia, todo lo demás son dibujos que diría el castizo. Nación-independencia-nacionalismo forman un trío inseparable si atendemos la realidad que el lenguaje crea. No hay duda de que esta acepción es fuente de muchos conflictos y no es necesario que ponga ejemplos que nos vienen muy cerca.
«Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener una cierta independencia en sus órganos rectores». La ambigüedad necesaria también está presente en este caso porque los conceptos de raza y de pueblo son también imprecisos. Por fin aparece la palabra independencia, tan temida, aunque matizada con el adjetivo cierta, con lo que se deja abierto un horizonte de matices.
La lengua no enmascara la realidad por mucho que se intente. Vámonos a 1914. En todos los países que participaron en la Gran Guerra se exaltaban las virtudes patrias frente a las perversiones de los contrarios. Fue una carrera loca con revisionismo histórico, ingrediente clave en el plato nacionalista, que llevó, entre flores y músicas, a toda una generación a pudrirse en las trincheras.
También el nacionalismo tiene cara amable en las artes como es el caso del nacionalismo musical y literario o plástico. Este es el que me gusta, el otro es, lo defino con una palabra castiza, peligroso.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión