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El Obispado ha pedido la retirada del mosaico colocado en el Palacio Episcopal.
La delgada línea del arte urbano

La delgada línea del arte urbano

La polémica sobre los mosaicos colocados por el creador francés Invader en Málaga trae a la actualidad las difusas fronteras de este tipo de manifestaciones

Antonio Javier López

Sábado, 3 de junio 2017, 00:57

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El próximo miércoles, día 7, la casa de subastas Sothebys abrirá una puja centrada en piezas de arte contemporáneo. Por Personnage XXV de Jean Duduffet, espera alcanzar entre 20.000 y 30.000 euros; por Adaptive de Franz West, entre 80.000 y 120.000 euros; por Ynga de Victor Vasarely, entre los 100.00 y los 150.000 euros y por Big blue runner, entre 110.000 y 160.000 euros. La última pieza representa a uno de esos fantasmas que había que perseguir en el juego del Comecocos. Su autor es el artista francés apodado Invader.

El detalle anterior sirve para poner en contexto la obra de un autor que esta semana ha ocupado el centro del debate sobre los límites del llamado arte urbano al hilo de su intervención en las calles de Málaga. Invader ha instalado 29 mosaicos en diversos puntos de la capital, dos de ellos en sendos edificios catalogados como Bien de Interés Cultural (BIC): el Palacio de Salinas y el Palacio Episcopal.

A la espera del expediente abierto por la Junta de Andalucía, la legislación en materia de protección del patrimonio histórico hace más que probable, incluso aconsejable, la retirada de ambas piezas, colocadas sin los permisos premios pertinentes. Sin embargo, la presencia del resto de los mosaicos del autor galo en otros puntos de la ciudad no parece constituir, precisamente, un atentado contra la conservación del patrimonio y bien podrían incorporarse al mapa del arte urbano que va creciendo en la capital.

Es cierto que el mantenimiento de los mosaicos de Invader crearía un precedente peliagudo en cuando a intervenciones realizadas sin permiso, sobre todo en el Centro Histórico de la capital, catalogado desde el 30 de abril 2012 como Bien de Interés Cultural (BIC) con la tipología de conjunto histórico y, por tanto, sometido a protección por parte de la Administración andaluza.

Valor artístico

Pese a lo anterior, las dimensiones y la propia iconografía de estas piezas inspiradas en la estética de los primeros videojuegos de los años 70 y 80 del siglo pasado no parece constituir un elemento especialmente perturbador del paisaje urbano de la ciudad. Es más, una circunstancia que deberá estudiar el expediente abierto por la Junta será el valor artístico de los propios mosaicos, teniendo en cuenta la trayectoria de su autor. Y ambos aspectos inclinan la balanza a favor de su pervivencia de las obras en la ciudad.

Aunque no se acaban ahí las artistas que dejan las obras de Invader. De una parte, los mosaicos de Invader están pegados con un adhesivo que impide su retirada sin fragmentar la pieza y, de paso, afectar a la fachada sobre la que se colocan. Esa circunstancia está en la base del informe elaborado por la Policía Local que considera que esta acción «va más allá de un simple deslucimiento de fachada y pudiera considerarse un delito de daños». El mismo informe abre otro frente controvertido: el fin económico de unas obras que, fotografiadas a través de la aplicación para teléfonos móviles del propio Invader, hace que los usuarios obtengan puntos en un juego planteado a escala global.

Conviene recordar el notable papel que los artículos de mercadotecnia juega en las financias de los artistas urbanos más populares y cotizados. Sin ir más lejos en el mapa de la capital malagueña, Shepard Fairey Obey, autor del mural Paz y Libertad en la desembocadura del Guadalmedina, actúa como una suerte de factoría con su propia línea de ropa y encargos para marcas como Samsung, Coca-Cola, Levis y Motorola, entre otras. Y en este apartado, el artista francés no es una excepción.

Problemas con la autoridad

Tampoco lo son sus problemas con las autoridades, que unidos a su férreo anonimato han ayudado en la creación de un halo de misterio y clandestinidad muy codiciado en ciertos ámbitos vinculados al arte urbano. Así, Invader, cuyas creaciones han llegado a la Estación Espacial Internacional, regresaba en noviembre de 2015 a Nueva York para realizar varios murales de gran formato con el permiso de los propietarios afectados, después de haber sido detenido y puesto en libertad sin cargos dos años antes por actuar en la ciudad sin permisos.

Ni los ha pedido ni los ha tenido en Málaga. Y ese hecho ha motivado que más de la mitad de sus 29 intervenciones estén ahora en el punto de mira de la Junta de Andalucía. La Delegación Provincial de Cultura recuerda que casi una veintena de estas piezas están colocadas en el Centro Histórico de la capital. La propia delegada provincial de Cultura, Monsalud Bautista, aportaba ayer: «Se han colocado en más de 15 puntos que son conjunto histórico de Málaga y dos de ellos son BIC, que tienen la máxima protección. Nadie puede actuar sobre un BIC sin tener previa autorización y esa autorización ha faltado».

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, sigue marcando distancias con la polémica y ayer reiteraba que el Ayuntamiento estará «a lo que decida» la Junta en relación con los edificios catalogados como BIC y que las piezas de Invader pueden suponer «un enriquecimiento» para la ciudad.

Una ciudad que ahora debe decidir dónde coloca la línea del arte urbano.

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