Hay semanas que no dan abasto al análisis de la cantidad de material que se acumula en la mesa del filólogo. Voy a intentar poner ... algo de orden en la observación del lenguaje político que es el que ha primado sobre cualquier otro. Una de las desgracias mayores que pude sufrir una nación es la guerra civil y otra los golpes de estado. En España tenemos de ambas para dar y regalar. Desde la Guerra c otra los franceses de 1808 no hemos levantado cabeza en todo el siglo XIX y no hablemos del XX con la Guerra Incivil.
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Uno de los episodios más salvajes de nuestra historia es el de las guerras carlistas que convirtió en literatura Valle Inclán. Ya se sabe y lo vemos casi todos los días que los conflictos religiosos son más que espantosos. Los carlistas, reaccionarios en las ideas y proteccionistas en lo económico, antecedentes del PNV y con un tufo de superioridad racial, dieron mucho que hacer hasta que, derrotados, perdieron los fueros en el reinado de Alfonso XII, de la mano del malagueño Cánovas del Castillo, hombre práctico donde los hubiere, que les dejó para que se estuvieran tranquilos una situación de privilegio económico que los distingue del resto de España, una situación de superioridad que en los tiempos que corren es un anacronismo y una injusticia aunque su peculiaridad se reconozca en la Constitución. El Cupo; es decir, Vasconia aporta al común mucho menos de lo que le corresponde y recibe mucho más. Igual sucede con Cataluña desde el siglo XIX pero ese privilegio no es constitucional.
Los padres de la Carta Magna tragaron todo y más y desde entonces los gobiernos, sean del signo que fuere, están en manos de los nacionalistas con todo lo que eso significa. Una vez más se repite la situación. El gobierno quiere aprobar los presupuestos y necesita los cinco votos del PNV que, sin rebozo, exigen lo que les da la gana y, ¡todos al suelo! Se llamará realismo político esto del Cupo pero se podrían aplicar otros nombres más sonoros y contundentes. Ya se sabe que el mundo es imperfecto.
El sustantivo corrupción sigue su presencia diaria como corresponde a una realidad que produce asco. En este ambiente el partido Podemos plantea la moción de censura y esta estructura se convierte en la más repetida. Todos sabemos que es un mecanismo constitucional para conseguir que caiga el gobierno que está en el poder.
Hace ya tiempo que denuncié el papanatismo de muchos medios de comunicación, deslumbrados o fingidamente deslumbrados por estos ¿intelectuales? que con un lenguaje pedante y críptico dejaban bobos a muchos. Como ya escribí y me voy al léxico coloquial: ¡Ná de ná! Los títulos rimbombantes quedaron reducidos a la nada del comunismo de toda la vida, con lo que eso significa.
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Me aplico a analizar el habla de Iglesias en una entrevista de la cadena Sexta y es difícil encontrar mejor ejemplo de circularidad argumentativa. Me llevó a las asambleas de mis años de facultad. Veamos el mecanismo no por cansino menos eficaz, o al menos eso piensan estos señores que nunca salieron de su castillo, de su facultad, donde se vive muy bien.
De entrada, cualquier relación entre el discurso, el mensaje, y la realidad es inexistente. El texto crea su propio mundo y se lanza para el que lo quiera comprar. Se arma con unas pocas ideas que crean los nombres de la estructura; en este caso dos: el estado de excepción que vive el país y el derrumbamiento de las estructuras: legislativas, jurídicas y ejecutivas. Estas dos ideas se repiten cambiando el orden de las palabras una y otra vez, sin descanso y sin argumento. Se plantean como un axioma, como algo que no necesita demostración. España está en una situación revolucionaria, donde no hay ley ni orden. Escuchando es fácil imaginar las algaradas por las calles y las violencias, los asaltos. El contenido no interesa absolutamente nada, la verdad menos; lo que interesa es el agitar por agitar, el remover las pasiones, el llegar a los niveles de irracionalidad que permitan una respuesta visceral, extremada y violenta. Es el texto caudillista. Me tienes que creer porque sí.
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España está al borde del cataclismo y la culpa la tiene «el partido más corrupto de Europa», el partido en el gobierno que, sin duda, está atravesando una tormenta de grandes dimensiones. Vemos que con tres frases tenemos todo un tratado, un manual de acción. Sin tener en cuenta la voluntad de los votos, la sagrada democracia de las urnas, hay que sacarlo, hay que echarlo y el modo es la moción de censura. Solo hay un problema. Esos números que son un pequeño impedimento no salen y Podemos se queda completamente solo y preparado para salir a las calles, que es lo que desea por encima de todas las cosas. No habrá moción pero sí conseguirá el objetivo de desgastar al PSOE y meter bulla.
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