Las últimas palabras
Antonio Garrido
Domingo, 23 de abril 2017, 01:04
Tendemos a magnificarlo todo, a darle trascendencia a situaciones que no lo son y, por paradoja, aquellas que sí tienen relevancia pueden quedar reducidas a ... nimiedades. Se supone que el momento previo a la muerte es de singular importancia, sobre todo para el que pronto &lsquopasará a mejor vida&rsquo, una frase en relación directa con la fe de quien la enuncia. ¿Mejor vida? Sí, pasear entre nubes de algodón y gozar de una felicidad eterna, otra palabra cuyo significado se nos escapa. La eternidad, ¡ahí es nada!
Leonardo, el gran Leonardo, tiene una frase de mucha consolación y que parafraseo: Lo mismo que un día bien empleado lleva a un dulce sueño, una vida bien usada lleva a una dulce muerte. El adjetivo es clave. ¿Puede ser la muerte dulce? Al menos en su expresión exterior: Se quedó como dormido, ha tenido una muerte muy dulce. Palabras para tranquilizar, en especial el uso del adjetivo &lsquobuena&rsquo que aparece hasta en la advocación de un crucificado: Buena Muerte.
En el barroco se afirmaba que el más importante negocio de la vida era la muerte y se insistía en la buena muerte; para ayudar en el trance se publicaban libros de mucho éxito sobre cómo morir bien, cómo preparase y hasta se usaba la palabra &lsquoarte&rsquo. ¿Puede existir arte en la muerte? Sin duda. Si la vida es representación en el gran teatro del mundo, la muerte es el último acto y hay que disponerse a pasar el trance con la dignidad y el decoro debidos. Claro está que normalmente no avisa y no hay tiempo para disponer el decorado. Este se preparada para el duelo; así los grandes túmulos de ese periodo histórico que muchos desprecian pero que es el más alto de la cultura hispánica.
El genial Borges dejó esta sentencia: «La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene», digna de Quevedo al que tanto admiraba. Desde la cuna hasta la sepultura todo es precipitarse en una carrera que lleva a una meta cierta. El gran escritor Stefan Zweig afirmó que la muerte debe estar presente siempre para que la vida sea más «fecunda y alegre».
Frente a estas formas el lenguaje coloquial ha acuñado proverbios y refranes de una contundencia escalofriante. «A la muerte pelada no hay puerta cerrada». ¿Por qué pelada? Porque siempre se la relaciona con el esqueleto, con la osamenta descarnada, con los huesos. «A los viejos les espera la muerte a la puerta de la casa, a los jóvenes al acecho». En algunas se llega a una exageración como en: «Antes muerte que vergüenza». ¡Qué fácil es decirlo! No dudo que ese sentido del honor exista pero seguramente en el pasado.
En esta frase se resume una verdad incuestionable con una economía léxica extraordinaria: «Amor y muerte, nada más fuerte». Los dos extremos, la pasión y la fatalidad se aúnan en esa fuerza que es placer y dolor, que es esperanza y acabamiento, que es floración de los sentidos y herrumbre de los deseos. No faltan las que se refieren a los síntomas como: «Cuando el viejo no bebe, cerca está de la muerte».
Las sentencias reflejan la mentalidad de época y de nada vale ponerles puertas al campo. La frase que sigue es impensable hoy, su machismo es radical y la comparación es puro ácido: «De las angustia, la muerte; de las agonías, las mujeres». El paralelismo en los efectos de ambas es total pero, pese a todo, hasta el mismo Cobarrubias en su diccionario, después de definirlas con una misoginia cruel, termina por ceder: «Mal necesario».
La superstición está servida en: «El mugido de un buey, tirando de la carreta, presagia la muerte de un vecino». El sentido de que la muerte no distingue es clave. Todos estamos indefensos ante su arremetida. En este caso la muerte es sinónimo de justicia: «Igualdad, solo ante la muerte». Una frase que parece enigmática es «La muerte no anda en zancos». Los zancos permiten elevar la estatura pero me parece que se refiere mejor a las fiestas. Andar en zancos es disfrutar, pasarlo bien y, desde luego, la muerte no es alegre, salvo para los místicos pero estos son pocos.
En el otro extremo encuentro esta que se puede considerar masoquista y aplicable en pocos casos: «El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe a gloria». Con respecto a la condición o naturaleza no mutable se aplica la conocida: «El que tiene una condición, con ella muere», que en sentido figurado es lo mismo que: «El perro de buena raza, hasta en la muerte caza». En este caso la referencia es positiva pero puede aplicarse en caso contrario.
Para finalizar una frase que refleja un cierto escepticismo: «Lo que esconde el más allá, tras la muerte se sabrá».
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