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La orla de los presidentes

Miro las paredesde mi casa y descubro que yo también levanto monumentos a quienes conquistan mi corazón

José Antonio Garriga Vela

Sábado, 11 de marzo 2017, 00:31

Veo las caras de piedra de los presidentes norteamericanos en el Monte Rushmore. Unos rostros diez veces más grandes que el cuerpo de cualquiera de ... nosotros. Me pongo en su lugar y pienso lo espantoso que resultaría doblar una esquina y tropezar conmigo en tamaño gigante, quizás por temor a que sucediera algo similar comenzó a tallarse la montaña cuando los presidentes ya estaban muertos. Me sorprenden los ojos inmensos con la pupila de granito vigilando a los curiosos. Sus caras en la montaña los hacen eternos. Los visitantes gritan los nombres de los presidentes como si estuvieran vivos. ¡Mira qué nariz más larga tiene Washington! ¿Y Jefferson?, parece que no haya roto nunca un plato en su vida. ¡Qué cara de bueno! ¿Y el bigote de Roosevelt? ¡Menudo mostacho! Lincoln los mira con cara de buenos amigos. Quién sabe lo que están pensando... Si las montañas hablaran.

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