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La exposición 'En torno al paisaje', de José María Escalona, se muestra en el Centro Cultural Provincial.
Con rotundidad

Con rotundidad

La exposición de José María Escalona nos ofrece el rotundo trabajo que el artista ha desarrollado en el último lustro, que pone en jaque la construcción fotográfica

Juan francisco rueda

Sábado, 11 de febrero 2017, 00:38

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Aún recuerdo el impacto que me produjo hace 5 años La paradoja, una obra de José María Escalona (Málaga, 1987) que pude ver en Latitudes. Paisaje y Fotografía. Escuela de Arte de San Telmo, en la Sala Moreno Villa. Sorprendía la capacidad de un artista naciente, aunque ya era licenciado en Bellas Artes y había optado por cursar Fotografía en San Telmo, para alumbrar una obra excelente, lúcido cuestionamiento de la fotografía a través de la Naturaleza. Al acceder a En torno al paisaje, su individual que nos ocupa, La paradoja se presenta como primera obra del recorrido y como origen de un proceso creativo y de investigación de un lustro que desemboca, como culminación, en La paradoja 4 (2017), que se muestra enfrentada al término del recorrido por la primera sala.

El artista recrea en La paradoja un escenario natural con ramas, brotes y piedras en un pequeño invernadero que se expone junto al conjunto de fotografías. Éstas, gracias al uso de la iluminación y los encuadres, nos remiten a un paisaje que asumimos como real, como la imagen fiel y veraz de la Naturaleza. Sin embargo, tal como evidencia el invernadero, en el que sólo quedan los restos marchitos, las imágenes son primeros planos de una Naturaleza artificiosa, creada por Escalona; una ficción que la cámara fotográfica, los recursos y las armas de este medio, hacen que parezca verosímil, resultando, por tanto, engaño y simulacro. 

Escalona pone en jaque la condición de lo fotográfico como garante de la verdad, como prueba irrefutable de lo real. 

En aquella inicial y sobresaliente pieza ya estaba contenido el modus operandi que ha venido desarrollando en las posteriores entregas de La paradoja. Podemos apreciar cómo ha ido fraguando un proyecto con una enorme coherencia a lo largo de este tiempo, a veces de manera silenciosa, sin atender a la actual exigencia auto-impuesta por los artistas jóvenes y proyectadas en los demás por ellos mismos- de generar obras y exposiciones a cualquier precio. Tan importante como poder soportar la auto-exigencia de crear proyectos continuamente, a veces inconexos e inanes, resulta (saber) resistir la presión de la visibilidad continuada, de modo que se sepa generar proyectos rotundos diríamos que «de fondo»- que conformen al artista y no sólo que esculpan el curriculum. A veces esa decisión de no-darse a toda costa exige más determinación y fortaleza.

A partir de La paradoja 2 (2014) podemos observar cómo evoluciona el proyecto. El invernadero, que nunca aparecía fotografiado, como metafórico encuadre que acota, enmarca y descontextualiza lo que en su seno queda, empieza a ser incluido dentro de la fotografía. Con ello, como espectadores, tenemos opción a ver todo aquello que queda fuera, que conscientemente se discrimina anulándose. Incluso en La paradoja 3 (2014), el artista expone un mismo motivo (el propio invernadero, ahora transparente) a distintos planos en función a la distancia, con lo que la profundidad de campo o la incorporación de más contexto o información revela variaciones significativas. Con ello, Escalona sigue haciéndonos ver cuán interesada puede ser la manera de construir el paisaje y todo objeto que se exponga a la mirada, en definitiva-. El paisaje irrumpe, pues, como un constructo que obedece a distintos factores y que, por lo general, posee condicionantes que lo connotan y acaban traduciéndolo según el prisma del que mira.

Ese cuestionamiento sobre la fotografía preside todos sus proyectos expositivos, a veces tornándose más manifiesto y otras latente. Así sucedió en Los fantasmas vinculantes, un derroche fotográfico (90 imágenes), expuesto en el Espacio Iniciarte Málaga (2014). En aquélla, Escalona revisitó su infancia generando un discurso cargado de emoción que actuaba como catarsis. Soterrada concurría una intensa reflexión sobre la fotografía, sobre su finalidad y capacidad para detonar vivencias, como asidero de la memoria.

Exquisito montaje

Concluye el recorrido con La paradoja 4, que cuenta con un exquisito montaje (un paisaje abstracto pintado y un invernadero tallado en clave barroca que levitan), lo que acentúa ese conflicto entre lo aparentemente objetivo de la fotografía y la subjetividad implícita. Esta recreación plástica se constituye en metáfora de ello. Ha de destacarse cómo ese discurso meta-fotográfico que emprende el artista se auxilia de otras disciplinas (lo plástico, la performatividad o la intervención en la Naturaleza) y no elude la dimensión emocional del proceder ni del imaginario-género elegido (el paisaje), lo que nos provee de escenas bellas y metafóricas per se.

En la planta superior se expone La dimensión del contacto. Del equilibrio entre el orden y el caos en la naturaleza (2015), uno de los contados proyectos que recibieron las Ayudas Injuve en 2014. El desarrollo conceptual de éste es de una potencia extrema, sin que por ello se desatienda la capacidad sugestiva y emocional del paisaje. Es de una gran lucidez y equilibrio el doble juego que lleva a cabo entre las fotografías grandes y las pequeñas: la ficción de las cuerdas que levitan, acordonando partes del paisaje, se trasforma en las fotografías menores en objetividad matemática; lo que queda en su interior, por el contrario, pasa a ser un paisaje otro, sugerente y prácticamente plástico.

El trabajo del comisario, Carlos Delgado Mayordomo, es de una pulcritud sobresaliente. Una propuesta hondamente conceptual como ésta requería, como por fortuna ocurre, un riguroso trabajo de ordenación que ayudase a facilitar la comprensión de la misma.

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