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El desván

Deshacerse del pasado roba tiempo. El día que limpie de trastos la casa y espante los fantasmas seré un hombre moderadamente feliz

José Antonio Garriga Vela

Sábado, 3 de diciembre 2016, 02:01

La parte más alta de mi casa está en el sótano donde se amontonan las cosas viejas que soy incapaz de tirar. No lo llamo trastero sino desván. Este simple cambio de palabra es un homenaje al olvido. Cada inquilino del edificio posee un cuarto en el garaje, junto a la plaza de aparcamiento. Ayer comencé a guardar en cajas todos los recortes de prensa que conservo desde que comencé a salir en los periódicos y después llevé al desván la biografía de papel. Supongo que es la única manera de quitar los recuerdos de en medio sin hacerlos desaparecer, aunque sospecho que este es el paso previo antes de acabar definitivamente en la basura.

Hace años perdí el deseo de perdurar en el tiempo. Ahora miro la vida frente a frente. El desván y el trastero comparten el mismo cuarto. Un día de estos también lo vaciaré y me quedaré sólo con aquellos recuerdos que sobreviven en el cerebro. Excepto yo, nadie los verá. Los sentimientos no ocupan espacio. Hoy he decidido aplazar el traslado de cajas al desván hasta que resuelva otros trabajos pendientes. Deshacerse del pasado roba tiempo. El día que limpie de trastos la casa y espante los fantasmas seré un hombre moderadamente feliz.

La caja que bajé el otro día al desván contenía un recorte de la primera vez que salí en prensa. Fue el martes 25 de abril de 1978 en el diario ABC de Sevilla. Aparezco en la portada ojeando libros en un puesto de calle Sierpes. El titular del periódico dice: EL LIBRO, EN LA CALLE. Y después añade: «Tal vez la jornada siguiente a la terminación de la Feria no sea la mejor para hacer el nido al Día del Libro. Demasiada resaca de bolsillo y de mente. Pero, a pesar de todo, retrasándose dos fechas con respecto al resto de España imposible hacerlo el sábado de Feria, los libros salieron ayer a las calles céntricas de Sevilla, recordándonos que no sólo de vino y farolillos vive el hombre». Yo había viajado de incógnito para visitar a una amiga y al día siguiente mis tíos, que estaban en Sevilla, compraron el ABC y leyeron la noticia por teléfono a toda la familia. Una prueba irrefutable. Otro papel que hay en la caja está fechado el 14 de junio del mismo año 1978 y contiene la nota de entrega de la Universidad de Granada de mi primer libro de cuentos. Y desde entonces hasta ahora se almacenan cajas y más cajas con los papeles y las palabras que envuelven la vida. Si tuviera chimenea lo habría convertido todo en humo, pero no quiero quemar a nadie. Miro la caja de cartón y es como si estuviera ante una tumba innominada. Qué miedo perder la memoria, qué tentación, qué descanso.

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