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Antonio Javier López
Viernes, 22 de julio 2016, 00:55
El viento agita las copas de las palmeras y deja un regusto a estampa de Palm Springs. Los turistas van puliendo el bronceado alrededor de la piscina del hotel y en la terraza del restaurante, bajo el chambao de diseño, apura los cafés buena parte de la historia reciente del cómic en España. Paco Roca y Max escuchan entre risas el entierro que Manel Fontdevila ha imaginado para sí mismo y que ha pedido no ver publicado «porque si no esas cosas se gafan...». Jesús Zurita infiltrado de las artes visuales en el encuentro escucha con atención y Juanjo Sáez llega poco después para sumarse a la charla.
Todos participan esta semana en el curso de verano de la Universidad de Málaga (UMA) titulado Tendencias recientes en el cómic y la novela gráfica. Encrucijadas con otras artes, que dirige el profesor y dibujante Pepo Pérez. La industria editorial, la (auto)censura y los usos y costumbres de cada autor van desfilando por la conversación informal con el mar de fondo.
«España tiene motivos para presumir de autores de novela gráfica, pero falta una industria que apueste por ellos», resume Paco Roca, Premio Nacional del Cómic en 2008 y considerado el autor español con mayor tirón entre los lectores gracias al éxito de títulos como Arrugas (2007), El invierno del dibujante (2010) y Los surcos del azar (2013).
Roca emplea el término que condensa la evolución del sector en la última década y media: novela gráfica. El tebeo deja de ser una entrega en medio de una historia seriada, se transforma en una obra autónoma, editada con esmero; también, en un buen regalo, como reivindica Roca a la hora de explicar el constante aumento de ventas que estos títulos ofrecen en España, frente a la caída en los territorios del libro tradicional.
«En España existen obras de autor que justifican el término de novela gráfica. Además, muchas editoriales literarias han creado sellos dedicados a este tipo de libros, señal de que han visto ahí el interés del público y una posibilidad de ventas», aduce Max, un autor convertido en clásico contemporáneo de la historieta en España y primer Premio Nacional del Cómic (2007).
Desde la experiencia de su amplio bagaje, Max distingue entre quienes, como los aquí presentes, se dedican a elaborar libros «de autor» desde el guión hasta las ilustraciones y quienes trabajan como dibujantes para grandes editoriales dedicadas casi siempre al mundo de los superhéroes. «Son ritmos de producción que no tienen nada que ver. Uno responde a un proyecto personal y otro obedece a una industria muy grande», reflexiona. «Casi diría que son conceptos opuestos», apoya Juanjo Sáez, quien reclama más ayudas públicas: «El cómic es un producto nacional». Y Roca suscribe: «Hacemos algo muy exportable que podría aprovecharse más».
«El cómic en España ha roto muchos prejuicios», acota Jesús Zurita, que desde su condición de artista visual no sabe muy bien si meter baza en la conversación. Eso sí, los autores reunidos ayer en Benalmádena coinciden en que la novela gráfica en España ha ido ganando nuevos públicos. «Creo que los lectores se han acercado, pero los propios autores también», aporta Manel Fontdevila, que durante las fotos bromea con el hecho de que el viento haya tirado los libros de todos ellos puestos en pie sobre una mesa para la instantánea... menos La casa, de Paco Roca: «¡Lo veis! El único que se mantiene en pie es Paco».
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