El desplome de las ventas pone contra las cuerdas a las librerías
El sector reclama «protección» ante las multinacionales que venden por Internet y tributan fuera de España y lamenta la falta de apoyo institucional y de planes que fomenten la lectura
Alberto Gómez
Lunes, 30 de mayo 2016, 00:11
El cierre de la mítica Libritos y su sustitución por una tienda del Málaga Club de Fútbol resultó para muchos una cruel metáfora de la ... creciente degradación de la cultura. El desplome de la venta de libros y la competencia desleal de multinacionales que venden por Internet y tributan fuera de España complican la supervivencia de las librerías tradicionales, asfixiadas tras ocho años nefastos. Solo en el último lustro, según la Federación de Gremios de Editores (FGEE), el sector ha registrado un descenso de ventas superior al treinta por ciento. Los libros de texto y las tiendas especializadas amortiguan levemente la caída, pero el grito de socorro se extiende entre los establecimientos clásicos.
La merma de la clase media, un agravante
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La clase media, castigada por la crisis desde hace casi una década, suponía un porcentaje importante del total de compradores de libros en España. «La merma económica se nota, porque el perfil medio de nuestro cliente es un empleado con ingresos moderados que se dedica a actividades y sectores que han sufrido especialmente estos últimos años», explica el gerente de Rayuela. Los efectos de la caída en picado de la venta de libros resultan devastadores reducción de la variedad de títulos publicados, cierre de pequeñas y medianas editoriales, autores que nunca llegan a publicar y pérdida del valor social de los libros. Desde la Federación Andaluza de Libreros afirman que los cierres de establecimientos tradicionales se ven compensados por las aperturas de otras librerías «con menos estructura y que, por lo tanto, generan menos empleos y contribuyen a la fragilidad del sector». En medio de este escenario, la reconversión en centros culturales parece la opción más viable y muchas librerías apuestan ya por programar actividades de forma periódica.
En las últimas décadas, Málaga ha pasado de ser «la ciudad bravía de las mil tabernas y una sola librería» a tejer una potente red cultural que ahora ve peligrar uno de sus cimientos. «Estamos perdiendo músculo como sector. Es muy complicado recuperarse de una caída tan grande de ventas», asegura el director de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, Javier López. A pesar de que la facturación de libros aumentó en torno a un tres por ciento el año pasado, la crisis económica y la piratería mantienen contra las cuerdas a los libreros, que reclaman mayor apoyo institucional y visibilidad mediática. Desde la FGEE sostienen que los únicos datos en positivo de los últimos años se deben a cierto repunte de ventas en el libro profesional como consecuencia de la mejora económica y en el aumento de facturación del libro electrónico, pero la situación continúa siendo «alarmante».
Proteo es una de las librerías más populares del centro. Abrió en 1959 y el empleado con menos antigüedad lleva ya diecisiete años trabajando para ellos, todo un ejercicio de resistencia en medio del huracán. «Cuando llegó la crisis nos autoimpusimos una premisa: salvarnos todos. Nos hemos bajado los sueldos, y bastante, hemos renegociado el alquiler y llegamos a cerrar una de las dos librerías que teníamos, pero seguimos los mismos dieciséis trabajadores que hace ocho años», cuenta su gerente, Jesús Otaola. «No estamos en esto por dinero. Somos empresas privadas, pero nuestro trabajo es la defensa de la cultura. Así viene recogido en los estatutos de Proteo», añade. No menos estoica es la actitud de los dueños de Luces, que este mes han alzado la voz para lamentar la «parálisis de compra» y los efectos negativos que las obras del metro están teniendo sobre el negocio situado en la Alameda.
En 2015, Luces vendió unos 140.000 títulos y Proteo, cerca de 100.000. Pese a que ambas librerías se encuentran entre las más visitadas de Málaga, las cifras están muy lejos de la etapa anterior a la crisis. «Vendemos la mitad», admite Otaola, que reclama más respaldo institucional «no en forma de subvenciones, pero sí mediante un plan de fomento de la lectura». Todos coinciden en el drama que supone el cierre de cada librería: «Una sociedad es más culta y libre cuantos más lectores tiene, porque son ciudadanos que piensan por sí mismos». Casi la totalidad de las librerías malagueñas han sabido adaptarse a las nuevas tecnologías y cuentan con webs propias para la comercialización online, pero ni siquiera vender sus catálogos a golpe de click ha frenado la caída de la facturación.
Compromiso
Juan Manuel Cruz, uno de los dos socios propietarios de Rayuela, que mantiene sus establecimientos en calle Cárcer y la plaza de la Merced, tampoco se muestra partidario de las subvenciones pero tiene claro hacia dónde debe ir dirigido el compromiso de las instituciones: «Tienen que garantizar la igualdad de todos ante la ley, porque resulta inexplicable que las librerías paguemos un treinta o treinta y cinco por ciento en las declaraciones de la renta y luego llegue una multinacional como Amazon, que tributa en Luxemburgo, y pague sólo un tres por ciento».
Cruz sostiene que esta diferencia resulta letal: «No podemos competir en precios ni en gastos de envío o cualquier otro servicio, porque la brecha tributaria es abismal». Desde la Federación Andaluza de Libreros también exigen políticas de apoyo y protección centradas en derribar este tipo de competencia desleal, que también se da entre algunas editoriales que venden de forma directa sin licencia y, por tanto, sin las mismas obligaciones fiscales: «Se da más a menudo de lo que creemos, y hace mucho daño que los centros privados y concertados adquieran así sus libros de texto».
E-books
En cuanto a los e-books, libreros y editoriales afirman que «no supone un problema» siempre y cuando los títulos se adquieran de forma legal. Sólo en 2015 se contabilizaron 390 millones de accesos ilegales a libros en Internet, con un valor de mercado de 3.131 millones de euros. «La cultura en España es de supervivencia», sentencia el gerente de Renacer, Enrique Ortigosa. Su librería abrió en 1988. Casi treinta años después sigue necesitando hacer «mil cálculos» para pagar «hasta los marcadores de los libros y las bolsas», aunque ve claro que el futuro pasa por «abrirse hueco en las nuevas tecnologías, mantener la creatividad y personalizar la atención». Algo similar opinan en La Casa del Libro, donde reconocen que su tienda de Málaga «no es precisamente una de las que más vende de la cadena».
Entre las reclamaciones del sector destaca la inversión pública en bibliotecas, la puesta en marcha de actividades en librerías y la protección ante las grandes empresas online que tributan fuera de España y contr las que resulta imposible competir. «Y que hablen con nosotros, que se sienten a preguntarnos cómo puede paliarse esta situación, porque a menudo no se trata de invertir sino de afinar el destino de lo que se invierta», pide Otaola.
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